Así llegó “El Quijote” a México

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Foto: larazondemexico

Fue en septiembre de 1605 cuando arribaron a territorio mexicano los primeros ejemplares del libro “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, del escritor español Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

Empacados en cajones, venían en una nao (barco de la época) de nombre “Espíritu Santo”, que zarpó de Sevilla, España, el 12 de julio de ese año, y atracó en el puerto de San Juan de Ulúa, en Veracruz.

Eran 262 volúmenes de la edición príncipe del libro, es decir, de la primera que se hizo, la cual se publicó en Madrid el 16 de enero de 1605 y corrió a cargo del impresor Juan de la Cuesta. El tiraje fue de entre mil 500 y mil 750 ejemplares, según la Real Academia Española.

El historiador Carlos Flores, quien a propósito de los 400 años de la muerte de Cervantes dará la conferencia “El Quijote en 1605 en la Nueva España”, destaca en entrevista el número de ejemplares que arribaron a tierras mexicanas: ¡más de un cuarto de millar! “Una excepción si se considera que en la época los tirajes eran de entre mil y dos mil ejemplares”, dice.

Dichos volúmenes, hoy se sabe, fueron entregados a Clemente Valdés, quien vivía en México y posiblemente era un comerciante de libros.

Los ejemplares que venían en la “Espíritu Santo”, sin embargo, no fueron los únicos que arribaron al continente americano en 1605: otro lote fue desembarcado en Perú ese año.

La revelación

La historia de cómo llegan estos libros a la Nueva España fue dada a conocer hace ya varias décadas por el cervantista español Francisco Rodríguez Marín, como se puede leer en un dossier sobre “El Quijote” en México disponible en el sitio de Internet del Centro Virtual Cervantes, creado por el Instituto Cervantes de España.

Su hallazgo es clave porque revela que el libro fue traído a la Nueva España el mismo año de su aparición (de la primera parte porque la segunda se publicó hasta 1615). Además, su investigación aclara una anterior, del mexicano Luis González Obregón, la cual sostenía que el primer ejemplar que arribó a México fue uno traído por el escritor español Mateo Alemán en 1608.

Pese a que el ejemplar de Alemán no fue el primero en venir a estas tierras, su historia no deja de ser interesante. De acuerdo con González Obregón, este volumen fue mandado al Santo Oficio de la Inquisición de la Nueva España por “ser romance que contiene materias profanas, fabulosas y fingidas”, aunque devuelto a su dueño más tarde.

Lectura de entretenimiento

Después de la investigación de Rodríguez Marín, González Obregón no sólo corrigió su error, sino que realizó una investigación que complementó la de aquél. En ella revela que en al menos cinco naos de las 25 que integraban la flota que ancló en San Juan de Ulúa, hubo tripulantes que declararon traer ejemplares ¡para leerlos y entretenerse durante el viaje!, como quedó consignado en registros de arribo.

Para Carlos Flores, cuya conferencia se llevará a cabo en el Ex Convento de Regina Coeli (Regina 7, Centro Histórico) el próximo 27 de julio, que miembros de la tripulación vinieran leyendo “El Quijote” es una muestra del interés que el libro suscitó desde su publicación.

El historiador destaca, además, que las aventuras del Caballero de la Triste Figura empezaron a ser conocidas en la Nueva España en una época en la que la mayoría de los libros que se leían eran religiosos y escritos en verso, a diferencia del de Cervantes, una ficción en prosa.

Eso explica -dice Flores- por qué gente de letras de entonces, como Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora “no le hicieron mucha fiesta” al libro, que actualmente es considerado la mayor obra de la literatura en español y una de las más destacadas de las letras universales, pues con ella inicia la novela moderna.

En cuanto al contexto político y social en el que arriba “El Quijote” a territorio mexicano, el historiador comenta que en 1605 el virreinato de la Nueva España, fundado 70 años atrás, era un fenómeno reciente y en consolidación. “México aún no era explorado ni conquistado totalmente”.

Hoy, a casi 411 años de que la “Espíritu Santo” anclara en las costas del Atlántico mexicano, se desconoce el paradero de esos ejemplares de la edición príncipe de “El Quijote”, cuyo valor sería de millones de dólares.