Guillermo Samperio, defensor de lo extraordinario y la ironía

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Foto: larazondemexico

La sombra de estos días fatídicos para la cultura llegó ayer hasta Guillermo Samperio, quien falleció en su casa a causa de un paro cardiorrespiratorio. Con él se va uno de los más grandes referentes del cuento contemporáneo en México, un autor —como señala Hernán Lara Zavala— en el que confluyen lo extraño, lo extraordinario y lo humorístico.

“Guillermo Samperio era un ferviente discípulo de Julio Cortázar, un día platicando del argentino comentábamos que para él lo fantástico no tenía que ocurrir en un ámbito de monstruos y oscuridades como en Lovecraft, sino que la realidad era un telón con agujeros a través de los cuales se podía ver algo que estaba detrás, Guillermo practicaba también esa escritura de rasgaduras de la realidad en las que veía lo extraño y lo insólito”, comentó el escritor Mauricio Montiel en entrevista con La Razón.

La poesía, el ensayo y la novela fueron terrenos explorados por Samperio, quien nació el 22 de octubre de 1948 en la Ciudad de México, sin embargo el cuento fue su mejor campo de batalla y Augusto Monterroso le proporciono algunas de sus herramientas cuando el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) le dio una beca y al guatemalteco por tutor en 1973.

Cuentos y microrrelatos se multiplican en su obra y son éstos los que deja para las siguientes generaciones de escritores mexicanos, lo que fortalece la tradición de este género en el país.

“Guillermo Samperio es un heredero de Arreola, Monterroso, Garro, Cortázar. Su imaginación cuentística desbordante, su estilo perfeccionista y perfecto, su sensibilidad de cien ojos y cien tactos, tendió un puente entre los maestros del género en el siglo XX y los cuentistas del nuevo milenio. Gran pérdida para las letras latinoamericanas”, señaló la escritora Ana Clavel.

Para Montiel, Samperio fue uno de los grandes protectores del género que a veces muestra signos de desfallecimiento. “En un momento en el que los grandes grupos editoriales parece que han olvidado que existe algo llamado cuento, Samperio vino a demostrar su gran importancia y relevancia en el contexto de una tradición cuentística muy rica. Uno de los tantos legados de Guillermo, además de ser un defensor del cuento a capa y espada, es que se consideraba cuentista, antes de poeta o novelista. En ese sentido, éste es un momento para que reflexionemos sobre el género”.

Además de colega, para Montiel Guillermo Samperio fue un maestro “aportaba profunda inteligencia sobre los mecanismos cuentísticos, tuve la fortuna de trabajar con él uno de mis libros, su ayuda e iluminación me ayudaron a descubrir y mejorar lo que no había visto, era muy generoso, no escatimaba en pasar sus conocimientos”, concluyó el escritor.

Cuentista de raza

Guillermo Samperio era un cuentista de raza. Le gustaba enseñar a contar. “Mira que eso parece que es difícil: pero, no, eso se aprende. Eso sí, hay que tener una predisposición para fantasearlo todo. Aquí han llegado alumnos que no dominan la técnica, pero se quedan cuando descubro que poseen un rico imaginario desbordado de fantasías”, decía con frecuencia. Lo visitaba a su departamento en la colonia del Valle donde tenía un taller literario.

Hablábamos de Chejov. “Cuando me leí La dama del perrito me armé de herramientas. Le debo mucho”. Hablábamos de La Habana. Una ciudad que se le amarraba a los recuerdos, una ciudad que colgaba de sus ojos. “En La Habana tuve varios encontronazos con funcionarios: mi libro Miedo ambiente no estaba en librerías y eso que gané el Premio Casa en 1977. La censura.

Pinches funcionarios”. Kafka es un chingón. “Tolstoi me lo sé de memoria. Faulkner, Rulfo, Borges, Cortázar, Arreola, Carver y Vargas Llosa me retumban, son lectura que hice en mi juventud y se me quedaron”.

Desamparo, amor, erotismo y miedo. Aticismo lúdico. La vida con todos sus contrastes. Lo vi hace poco. “Tráeme a Juan José Saer de la FIL, busca El entenado: la tenía por ahí, pero alguien se la chingó”. Sigo leyendo Gente de la ciudad: “Ella habitaba un cuento”. La Gioconda en bicicleta va en busca de Lenin en el fútbol. Desandamos por Maravillas malabares a lomo limpio sobre Caballos de oro en la noche. Quién no ha soñado que es el sueño de un escarabajo. Todos anidamos las metaficciones de Samperio.

Carlos Olivares Baró

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