Alicia Alonso, la leyenda cubana del ballet más universal

Foto: larazondemexico

Alejo Carpentier decía que Alicia Alonso, leyenda cubana del ballet y figura de talla internacional, pertenecía a la “excepcional estirpe de bailarinas que han dejado —a veces no más de cuatro, de cinco veces por siglos— un nombre egregio en la historia de la danza”. Por ello, ayer su fallecimiento, a los 98 años, en un hospital de La Habana, a las 11:30 horas, enlutó al mundo al cual legó sus emotivas interpretaciones, sus aportaciones técnicas y la formación de varias generaciones de bailarines, a los cuales compartió su sabiduría corporal y humana; y  sobre todo,  la seguridad de que un latino podía brillar en este arte.

Retirada de los escenarios desde 1995, un port de bra (movimiento de brazos) que hiciera era suficiente para cautivar desde el palco del teatro en Cuba, recuerda el coreógrafo y bailarín mexicano Rodrigo González.

“En febrero estuve en Cuba. Todos se volcaban en su figura y su persona, diciendo que era grande. La parte interpretativa la compartió de generación en generación, desarrolló un rigor y un método de enseñanza”, expresó.

Para Cuauhtémoc Nájera, codirector artístico de la Compañía Nacional de Danza (CND), y quien estudió seis años en Cuba, Alonso deja un legado como “formadora de una escuela, de un estilo de bailar, donde la fuerza interpretativa era muy importante, la técnica, la velocidad de movimientos. Fue una gran artista; es una gran pérdida”, expresó en entrevista con este diario.

“Es imposible no mencionarla como el referente del ballet cubano, debido a su empeño y resultado por mostrar al mundo entero nuestra escuela cubana de ballet y expandir la danza a todos aquellos que aman las artes. Será irrepetible”

Viengsay Valdés / Subdirectora artística del Ballet

Nacional de Cuba

A los nueve años, la fundadora del Ballet Nacional de Cuba incursionó en la danza tomando clases con el ruso Nikolai Yavorski, en la Sociedad Cultural Pro-Arte Musical; a partir de ahí dedicó su vida a este arte, incluso en los momentos más difíciles de su vida: cuando a los 19 años comenzó a perder la vista parcialmente eligió seguir entregándose en cada función, pues para ella bailar no sólo era moverse, era sentir vibrar el cuerpo y el alma para transmitirlo al público.

Debutó en 1931 con La bella durmiente. Después cautivó en Coppelia (1935) y El lago de los cisnes (1937): pero el 2 de noviembre de 1943 alcanzó reconocimiento mundial al sustituir a la inglesa Alicia Markova en Giselle. Fue alabada por la audiencia en Estados Unidos y derrumbó los prejuicios que consideraban que “el físico y el temperamento latino no se ajustaban a los requisitos de la danza clásica”, destacó ayer el bailarín y coreógrafo cubano Carlos Acosta.

En 1948 fundó su compañía, el Ballet Alicia Alonso, que después se convertiría en el Ballet de Cuba y luego, en el Ballet Nacional de Cuba, donde  formó a “la primera generación de bailarines dentro de los principios técnicos, estéticos y éticos de la hoy mundialmente reconocida escuela cubana de ballet”, resaltó Miguel Cabrera, historiador de la agrupación.

La versión que realizó de Giselle para el Ballet Nacional de Cuba se ha vuelto un referente, ya que le aportó “esa diferenciación entre clases sociales, de estilo, de respeto de la época, desde el vestuario, la escenografía, hasta el movimiento del cuerpo de baile”, declaró recientemente a La Razón, Viengsay Valdés, actual subdirectora artística de la agrupación.

[caption id="attachment_1032603" align="alignright" width="213"] Alicia Alonso en NY en 1988. Foto: AP[/caption]

Trabajó con grandes figuras de la danza, como Michel Fokine, George Balanchine y Jerome Robbins. Mantuvo una estrecha relación con la Compañía Nacional de Danza de México desde los años 70.

“En los años 70 hay un convenio en el que el Ballet Nacional de Cuba da un asesoramiento a la compañía. Sin lugar a dudas tiene una importantísima influencia en la forma de bailar, la metodología, la forma de interpretar los roles”, recordó Cuauhtémoc Nájera.

Debido a que el 21 de diciembre de 2020 cumpliría 100 años, el Ballet Nacional de Cuba preparaba una celebración mundial a la cual se unirá México. La CND dedicará a Alonso una función de la próxima temporada de Giselle, en el Palacio de Bellas Artes, en febrero de 2020, a la que se invitará una pareja de bailarines principales de la isla. Además, la agrupación buscará realizar una coproducción para presentarla en 2021 en el recinto de mármol y en el Teatro de La Habana.

Alicia Alonso

Nació: La Habana, Cuba, 21 de diciembre de 1920 Profesión: Bailarina y coreógrafa

Formación: School of American Ballet

Obras notables: Giselle, Carmen, El lago de los cisnes, Pas de Quatre...

Giselle de mi adolescencia

Cuando yo era adolescente y estudiaba la secundaria en Cuba, los maestros nos llevaban a ver el ballet Giselle (música, Adolphe Adam; coreografía Jules Perrot; libreto, Theóphile Gautier) interpretado por Alicia Alonso (1920–2019) y Jorge Esquivel. Había que ir no de manera obligada, pero; sí como un acto de compromiso revolucionario. Yo estaba becado y salir esa noche hasta el Centro de La Habana al teatro García Lorca en la caravana de guaguas que nos transportaban era una fiesta. La mitad de mis compañeros se dormía en plena función: los ronquidos se empalmaban con las armonías de Adam. A mí me gustaba. Veía a Alicia en el papel de la inocente campesina engañada y enamorada de Albrecht: de verdad, la emoción me sobrepasaba. Ella flotaba en los ángulos del escenario en

piroeutte que la crítica bautizó con su nombre. He visto muchas veces Giselle: ninguna coreografía supera la de mi adolescencia con Alicia Alonso, y Jorge Esquivel en un Albrecht de románticos gestos varoniles que yo intentaba después reproducir frente al espejo. / Decir Alicia Alonso: pronunciar el milagro, siempre fue un misterio. Aparecía en la prensa al lado de Fidel Castro. El machismo, una presencia. Alguien me dijo que mi proporción corporal y estatura daban con el prototipo de bailarín: decir que yo quería estudiar danza clásica era sospechoso. Callé mis deseos, matriculé en literatura. Giselle me persigue. Su locura me acecha. Nunca quise ser el cazador Hilarión. Me gusta eso del doble ‘duque Albrecht-Loys’. Hoy vi a Alicia-Giselle delirando en el bosque tras saber de la artimaña de Albrecht. Me paré frente al espejo. Lloré.

Por Carlos Olivares Baró

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