Sonidos que evocaron la música tradicional mexicana, pero con un toque de contemporaneidad, destacaron en el programa con el que la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México conmemoró los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan, este fin de semana. Las piezas fueron de los compositores Enrico Chapela y Cristóbal Maryán.
El recital, bajo la batuta de Eduardo García Barrios, comenzó con la obra Chinampa y trajinera, de Enrico Chapela, quien en esta pieza evocó la música tradicional mexicana a través de la marimba chiapaneca, el arpa jarocha, el trío huasteco y el mariachi jalisciense.
Los asistentes pudieron identificar esa tradición musical mexicana, pero entremezclada con sonidos contemporáneos. Por ejemplo, a través de los violines se evocó al mariachi.
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El compositor, quien ayer estuvo presente en el último recital del programa, fue ovacionado por el público. Algunas personas se acercaron a él para pedirle autógrafos en la Sala Silvestre Revueltas, del Centro Ollin Yoliztli.
Posteriormente, se interpretó Codex Mexica: Passion, de Cristóbal Maryán. Primero se proyectó un texto; sin embargo, la tipografía que se utilizó impidió que los asistentes pudieran leer el escrito.
Después, al tiempo que la orquesta ejecutaba la pieza de Cristóbal Maryán, se proyectaron animaciones que iban representando desde la fundación de Tenochtitlan hasta la caída de la capital del Imperio mexica. Resaltó la iconografía prehispánica en la apuesta visual.
La obra también se caracterizó por incluir desde sonoridades inspiradas en el son huasteco y el son jarocho, hasta por escuchar en algunos momentos a los miembros de la orquesta susurrar, hablar y cantar. De esta manera, en la propuesta, que el compositor definió como un “códice sinfónico”, se unieron la tradición y una propuesta novedosa.
Al finalizar la obra, el público también se desbordó en aplausos para el compositor, cuyas obras han sido interpretadas por agrupaciones como La Orquesta de las Américas y la Orquesta de Cuerdas de la Ciudad de Nueva York, entre otras.
El recital conmemorativo cerró con la pieza Cuadros de una exposición (con orquestación de Maurice Ravel), de Modest Mussorgsky, con la que parecía que el director de orquesta Eduardo García Barrios trazaba una pintura a través de la música, pues la pieza está inspirada en obras del escultor, arquitecto y pintor ruso Víktor Hartmann.