La ensayista, narradora y docente universitaria Beatriz Espejo (Veracruz, 1939) publica Cuentos reunidos (FCE, 2024), que congrega los cinco libros de sus incursiones en los espacios de las narraciones breves (Muros de azogue, 1979; El cantar del pescador, 1993; Alta costura, 1997; Todo lo hacemos en familia, 2001; Marilyn en la cama y otros cuentos; 2004) con el agregado de cinco textos inéditos (Nuevos cuentos).
Compendio de sueños de mujeres en zonas bordeadas por la imperiosa necesidad de fabular desde la apelación a la memoria: reminiscencias de la infancia, episodios adolescentes, noviazgos, vestidos de bodas, antesala del suicidio, sexo sombrío, la vejez, los mantos de la locura, esposas fieles, sermones de abuelos, solteros empedernidos, nostalgias y azares circunscritos en oratorias entrañables.
“Soy una cuentista que ha inventado sus propias reglas en una incursión que defino como ‘realismo crítico’ en diálogo con pasajes costumbristas y ciertos índices históricos. La nostalgia se entreteje con el curso de la memoria como un consuelo para enmendar errores y refugiarme en la posible inocencia que retumba en las efemérides. Me place ver otra vez este libro que apareció inicialmente en 2012 y que ahora la colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica decide reimprimir. Agrego cinco textos inéditos que amplían y enriquecen la compilación”, dijo a La Razón, Beatriz Espejo.

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¿Qué escritoras rondan y coinciden con sus preocupaciones temáticas? Mis escritoras favoritas son Elena Garro, Katherine Anne Porter, Katherine Mansfield y Marguerite Yourcenar: ellas dialogan con mis desvelos. De igual manera, recurro a los grandes mitos griegos.
¿Narraciones marcadas por una nostalgia ensimismada? Soy nostálgica: siento la tristeza de haber vivido y, asimismo, haber sido protagonista de una vida con ciertos índices de alegría. La literatura ha sido mi tabla de salvación. Ya no soy tan feliz: desde la muerte de mi esposo, Emmanuel Carballo, he tenido que inventarme cosas para seguir azotada por el transcurrir.
¿Historias en sus cuentos que develan obsesiones por la vejez? Imaginar es un consuelo; recordar, un azar de configuraciones. Conjeturamos las evocaciones. En Alta costura manifiesto el desconsuelo que devela la vejez de no reconocernos en el espejo, sobre todo en el cuento “La tumba egipcia”, donde resumo la crueldad de que soy capaz. Soledad y vejez dialogan. Temo morir sola, arropada por la vejez, de ahí esa obcecación por el tema.
¿‘Realismo crítico’ que ha redelineado como ‘realismo milagroso’? Los escritores partimos de la realidad; pero, mentimos por más que intentamos humedecer esa realidad con la experiencia vivida. Muros de azogue inicia con “El monograma de oro”, donde narro pasajes de mi adolescencia, mi estancia en la preparatoria y mi primer novio de 17 años, quien quería casarse conmigo: yo tenía 16. Mi padre se opuso. Hay en todos esos episodios una visión crítica que se salpica de milagros, de actos que oscilan en lo asombroso. Sigo creyendo que los cuentos son ‘figuraciones taimadas’, dicen más de lo que ‘parece’ que dicen en ese entorno cotidiano que muchas veces no advertimos.
¿Historias dilucidadas en un estilo directo y transparente? Soy muy cuidadosa en la tonalidad y el ritmo que atrapen al lector. El discurso narrativo debe ser claro a través de una adecuación del tema.
¿Cómo concibió “Marilyn Monroe en la cama”, nace de una entrevista que le hizo? No, leí varias biografías de ella. La imaginé desvestida, sin las poses de diva, en la intimidad. “Acostada sobre el colchón boca abajo, tapaba su cuerpo desnudo con una sábana blanca sucia”: así inicia ese cuento donde trazo el encuentro ficticio de la actriz con una joven periodista. Me interesaba mostrarla más allá de su cautivadora presencia, fue una mujer enferma emocionalmente y muy difícil.
¿Escribe sus memorias? Así es, estoy enfrascada en eso. Voy despacio: el entorno familiar, la religión, la UNAM, mis maestros: Rulfo, Arreola, Sergio Fernández, Luisa Josefina Hernández, Elizondo. Escribo y la presencia de mi esposo, Emmanuel Carballo, se impone. Quiero dar testimonio de mi trayectoria literaria.
Otros libros de la autora mexicana:
- La otra hermana (1958)
- La hechicera (1995)
- El ángel de mármol (2008)
- ¿Dónde estás, corazón? (2014)

