El coreógrafo y bailarín Rolando Beattie (Reynosa, Tamaulipas), galardonado con el Premio Nacional de Danza Contemporánea José Limón, considera que “la danza da esperanza en un país donde la esperanza está sepultada tres metros bajo tierra”.
Cuando se le entregó el galardón, el pasado sábado, se destacó “su incesante búsqueda creativa, caracterizada por romper esquemas y arriesgarse en múltiples disciplinas artísticas”. Sin embargo, Rolando Beattie comenta a La Razón que nunca ha buscado innovar ni los riesgos, sino explorar y crear en conjunto con los bailarines.
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¿Qué le significa este premio? En primera instancia me siento muy agradecido. En segundo lugar, esto me lleva a pensar en todo lo que he hecho durante 43 años junto a otros; que ese trabajo se reconozca es un motivo grande de honor.
Se destacó su manera de romper esquemas y de tomar riesgos. ¿Cuáles han sido los principales riesgos que ha tomado en su danza? No estoy muy seguro, tal vez no mido bien los riesgos, pero lo que sí sé es que soy muy dado a investigar, explorar nuevas posibilidades, a hacer laboratorio, tratar de indagar otras alternativas para tratar de construir la poética y la estética de cada pieza. He construido obras con cuatro compañías que pueden bailarse al unísono, porque el tratamiento del espacio y del tiempo, la energía y la narrativa pueden hacer un trabajo conjunto.
El propósito fundamental no es innovar, sino explorar, investigar y descubrir que las piezas no siempre tienen la misma factura en términos de estructura; tienen una posibilidad única de encontrar una salida, un formato, que piden por sí mismas. No es el riesgo lo que busco; permanentemente es encontrar la manera de coincidir con el equipo en nuevas posibilidades.
¿Qué posibilidades ha encontrado con respecto a la exploración con el cuerpo de los bailarines? El cuerpo es una caja de Pandora, es un cofre del tesoro. Uno de mis objetivos fundamentales es encontrar los espacios luminosos, la zona de luz de cada uno de los bailarines. Cuando hago una pieza es desde mi cuerpo y desde sus cuerpos en una manera de hallar una posibilidad y un lenguaje común, pero siempre tratando de encontrar la naturaleza de cada uno de ellos, sus posibilidades más brillantes, su organicidad, su espontaneidad, su sinceridad. Construyo a partir del nombre y apellido, de la naturaleza particular y única de cada uno de los intérpretes. Eso me gusta y siempre va en favor de la narrativa, de la pieza, de la proyección del trabajo de los intérpretes hacia los espectadores.
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En este momento, ¿qué aspectos prefiere explorar, a nivel de temáticas y de narrativas corporales y espacio escénico? A partir de la pandemia empezamos un proceso de construcción de piezas más cinematográficas. Construimos durante tres o cuatro años piezas para la pantalla, con una perspectiva tonal, corporal, narrativa, poética, estética, distinta. No es una cosa reciente, sino que en la última década he tratado de encontrar la relación fundamental entre cuerpo y pensamiento. Creo firmemente que la acción primera es pensar: construir una partitura de pensamiento es edificar una partitura de acciones.
Cuando usted comenzó en la danza, en un inicio no estuvo interesado en este arte. Sin embargo, lo atrapó y ahí se quedó. ¿Qué hace falta para que las personas puedan ser atraídas por esta disciplina? La danza es seductora por sí misma. Descubrir que el cuerpo tiene muchas otras posibilidades motoras, cinéticas, que no son solamente las cotidianas, que el cuerpo es una herramienta poderosísima para construir poesía, plenitud, ficción, es un enorme regalo. Principalmente, la danza es un ejercicio efectivísimo de esperanza, de resiliencia, de comunicación. Cuando las palabras se acaban el cuerpo está ahí para poder decir muchas cosas.
Sí creo que la danza es un ejercicio absolutamente seductor. Dudo que una persona que tome por primera vez una clase de danza de cualquier tipo, no sucumba ante la sensación de libertad y de plenitud que ofrece el cuerpo y el movimiento.
¿Considera usted que en la actualidad dedicarse a la danza es un acto de resistencia constante? Sí, sin duda. Dedicarse a la danza profesional escénica es de entrada un ejercicio que implica una disciplina férrea, una constancia absoluta, una pasión a prueba de todo. De entrada ya eso es complejo.
Por otra parte, en términos de derechos laborales, esencialmente, es una profesión complicada. En términos de poética, de realización de sueños personales, ideales, de consecución de los motivos para convertirse en intérprete es difícil. Se requiere y se tiene como cualidad fundamental la esperanza en un país donde parece que la esperanza está sepultada tres metros bajo tierra.
Hoy a miles de bailarines en México que luchan por construir poesía en un país con realidades tremendamente duras. Es revelador, porque la danza es un vehículo maravilloso para generar conciencia de que lo humano está siempre presente.
Rolando Beattie │ Coreógrafo y bailarín
Nació: Reynosa, Tamaulipas
Trayectoria: inició su formación teatral y dancística en Monterrey, Nuevo León. Actualmente radica en Oaxaca, donde dirige la agrupación Rolando Beattie ENSAMBLE Danza Contemporánea