Para conmemorar los 150 años del nacimiento de Maurice Ravel, el pianista suizo Adrian Oetiker presenta hoy un recital en el que interpretará desde una pieza que el francés compuso en su juventud, hasta obras de su etapa creativa más consolidada.
“La primera pieza que interpretaré (“Sonatine”) él la compuso cuando estaba en sus 20 años, hacía sus pininos en la composición. En sus otras piezas ya tenía más libertad de creación. Era una especie de camaleón”, compartió en entrevista con La Razón Adrian Oetiker, de quien los críticos han destacado su “jeu perlé impecable y rico en matices”.
El resto de obras que interpretará son “La tumba de Couperin”, la cual dedicó a un amigo que murió en la Primera Guerra Mundial; “Valses nobles y sentimentales”, en la que rinde homenaje a Schubert, y a Miroirs. Describió a Ravel como “un músico ideal” por su habilidad al tocar y tener una mente brillante.

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Resaltó que el francés “vivió una época en la que la música para piano estaba siendo revolucionada y él fue una gran parte de eso, junto a otros músicos. Para lograrlo permaneció centrado en su idea de la música y no le importó lo que otros pensaran, se concentró en lo suyo, sin importar lo que ocurría a su alrededor”, dijo.
Comentó que, si bien Maurice Ravel no fue un pianista tan virtuoso, hizo lo mejor que sabía: componer: “Era amigo de Ricardo Viñes, un pianista español brillante, y tal vez ésa fue también la razón por la que él se sentía un poco inseguro, pero entendió que tenía que hacer lo que mejor sabía hacer: componer”.
Adrian Oetiker dijo que en el recital que se presentará hoy en el Templo del Señor Santiago Apóstol en Marfil, Guanajuato, a las 13:30 h, busca ser lo más fiel a las composiciones de Ravel, aunque depositará sus “propios colores, porque tengo un trasfondo musical propio”. Adelantó que próximamente colaborará con el coreógrafo alemán Christian Spuck.

