35 años sin olvidarse

Rojo amanecer: Crónica de una masacre anunciada

La película de Jorge Fons es una de las obras fílmicas más trascendentales de la cinematografía mexicana; retrato valiente de lo ocurrido el 2 de octubre en Tlatelolco

Fotograma de la película de Jorge Fons
Fotograma de la película de Jorge Fons Foto: Especial

Con todo cariño para Toño Guzmán: por tu lucha en las calles entonces y tus letras ahora

Los años sesenta fueron un período de reestructuración sociopolítica en todo el planeta. Los vientos de cambio alzaron la conciencia de millones de jóvenes en el mundo, quienes enfrentaron de distintas formas las terribles represiones por parte de los gobiernos de sus respectivos países.

Y México no fue la excepción.

La juventud de esa década no sólo buscaba tener una voz propia, sino forjarse un lugar preponderante en la palestra nacional a través de movimientos sociales, culturales y, por supuesto, políticos. Mujeres y hombres salían a las calles a demostrar que, pese a las costumbres familiares arraigadas, la línea que dividía su tiempo y el de sus padres era trazada firmemente por ellos mismos mediante actos que pretendían establecer un nuevo parámetro de vida. Un parámetro que no fue bien recibido por la nada complaciente y sí muy censora visión del Gobierno, encabezado por el funesto Gustavo Díaz Ordaz, cuyo punto más álgido de insensatez asesina ocurrió en octubre de 1968.

  • El Dato: La cinta contó con la actuación de María Rojo, Héctor Bonilla, Jorge Fegan, Bruno y Demián Bichir, entre otros

Mucha tinta se ha invertido en explicar la sinrazón de toda esa represión homicida hacia la juventud de ese año, en formatos de crónica, novela, ensayo, poema o dramaturgia. Textos escritos por autores como Luis González de Alba, Edmundo Jardón Arzate, José Emilio Pacheco, Juan Miguel de la Mora, Luis Spota, Carlos Monsiváis y tantos otros que expusieron desde sus diversas plumas los pormenores y acontecimientos que derivaron en la masacre y en los siguientes años de represión sistemática.

El lenguaje de las imágenes en movimiento no podía quedarse atrás. El documental El Grito, realizado por estudiantes del CUEC bajo la dirección de Leobardo López Arretche, es un testimonio desgarrador que permaneció enlatado durante años, hasta que vio la luz en 1976 durante el ciclo “Cine Mexicano No Industrial” en el mítico Salón Rojo. Sin embargo, tuvieron que pasar 22 años desde la masacre —y otros 14 más desde la liberación del documental— para que llegara a la pantalla comercial una de las obras fílmicas más trascendentales de la cinematografía mexicana, por la valentía de mostrar lo ocurrido en las horas previas y hasta la mañana siguiente de los hechos en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, aquel 2 de octubre de 1968.

Me refiero a Rojo amanecer, del maestro Jorge Fons, que este 18 de octubre cumple 35 años de haberse estrenado.

35 AÑOS SIN OLVIDARSE

Durante el surgimiento del llamado “nuevo cine mexicano” —término acuñado por Jean-Pierre Leleu, exdirector de Televicine en los años noventa—, llegó a las carteleras nacionales Rojo amanecer, del siempre confiable director Jorge Fons. La película se estrenó en 26 salas del entonces Distrito Federal, compitiendo por audiencia con producciones mexicanas como La risa en vacaciones (1990) de René Cardona Jr., Un macho en la tortería (1990) de Alberto Rojas El Caballo, y con títulos hollywoodenses como Días de trueno (1990) de Tony Scott, protagonizada por Tom Cruise.

La película de Fons se convirtió en un éxito instantáneo por atreverse a mostrar, en poco más de hora y media, los horrores cometidos por el Gobierno contra los estudiantes y quienes osaron ayudarlos en los edificios de Tlatelolco. Rojo amanecer mantuvo una sorprendente corrida comercial de 11 semanas en la cartelera, para después extenderse a diversas salas a lo largo de la República, con un recorrido que se prolongó hasta mediados de 1991. Un segundo impulso llegó con su distribución en formato casero, primero en VHS y después en una edición especial en DVD que, hasta la fecha, se ha convertido en una suerte de “santo grial” para coleccionistas y cinéfilos que no lograron adquirirla en su momento y que buscan ennoblecer su videoteca personal.

¡LOS ESTÁN MATANDO!

Con un guion originalmente titulado “Luces de bengala” bajo el brazo —que buscaba reivindicar la lucha estudiantil y mostrar sin limitaciones la barbarie del ejército, la Dirección Federal de Seguridad, los granaderos y el tétricamente célebre Batallón Olimpia --contra los jóvenes del IPN, la UNAM y los líderes de ambas instituciones que formaban el Consejo Nacional de Huelga (CNH)—, Xavier Robles se acercó a Jorge Fons, quien quedó impactado con la narrativa del texto. Éste abordaba la masacre sin mostrarla directamente, utilizando como telón de fondo el microcosmos de una familia de clase media.

Fons emprendió la búsqueda de productores para llevar el proyecto a la pantalla, responsabilidad que recayó en Héctor Bonilla y Valentín Trujillo. Además de ocuparse de la financiación y producción, ambos contribuyeron con testimonios personales y de supervivientes de aquella noche, recogidos en los distintos edificios de Tlatelolco. Sin embargo, la producción fue censurada inmediatamente después de presentarse a la RTC para obtener su clasificación. Esto obligó a Fons, al elenco y a todo el equipo a trabajar en la clandestinidad durante el rodaje. El resultado es una historia que no sólo destila realismo, sino que transmite una tensión palpable, digna e impecable, superior a cualquier otra narrativa fílmica comparable. Su desenlace, aunque desgarrador, deja un mensaje esperanzador sobre la continuidad de la lucha por la libertad en manos de la juventud.

CON EL GOBIERNO NO SE JUEGA

Pese a sus notorias carencias en la realización —producto de la falta de presupuesto y las condiciones clandestinas de filmación—, Rojo amanecer se erige como una película valiente en una época en que la simple mención del 68 causaba escozor en los altos mandos del Gobierno. Una cinta que funciona incluso hoy como una ficción veraz y documentada, cuyo tema no ha envejecido ni un ápice y cuya exhibición ante nuevas generaciones —que la descubren por primera vez— les sacude el alma y los mantiene alertas para no permitir abusos y alzar la voz ante el menor indicio de represión y censura. Censura que no se manifiesta únicamente mediante las balas, sino también al silenciar las palabras de la oposición, los textos del periodista, las funciones de los organismos autónomos, las marchas de ciudadanos que exigen justicia y la búsqueda incansable de los desaparecidos.

Una película que sirve como doloroso y constante recordatorio de que en este país con el ciudadano —jóvenes o adultos de cualquier clase social— tampoco se juega y mucho menos se le reprime o silencia por el simple hecho de opinar distinto.