En Monterrey, Nuevo León - En un mundo saturado de relatos instantáneos y recuerdos digitalizados, Las formas de la memoria emerge como un libro que reflexiona sobre el paso del tiempo desde múltiples voces femeninas. La escritora colombiana Vanessa Londoño y la argentina Camila Fabbri, participantes en esta obra colectiva, coinciden en que recordar es un acto tan frágil como creativo, un ejercicio donde el pasado no es estático, sino que se reescribe constantemente.
Para Londoño, una de las características más potentes del libro reside en su polifonía. “Es un libro muy bello en la medida que es muy polifónico, no solamente porque está escrito por distintas escritoras, sino porque los temas son muy variados. Al final te quedas con la sensación de que lo que pensabas que era para ti el paso del tiempo no es lo mismo para otra escritora y pensar en esa elasticidad es lo que yo creo que pone en evidencia el libro”, explicó la autora en charla con La Razón en el marco de la Feria Internacional del Libro de Monterrey.
Vanessa Londoño también considera que “la memoria es traicionera y además es objeto de remodelación hacia el pasado. Todo el tiempo estamos cambiando el sentido de la memoria”. En ese sentido, cita a George Steiner, filósofo y crítico de la cultura anglo-estadounidense. “Cuando uno, por ejemplo, comete un error, ese error te persigue toda tu vida. Pero si yo en el futuro tengo un gesto resarcitorio de ese error y cambio el sentido, el futuro tiene la posibilidad de irradiar hacia atrás y cambia el sentido de ese pasado. Y eso me parece hermoso porque los errores pueden ser modificados y el sentido de la vida cambia y me libera”, explicó.
Londoño aprovechó el contexto de la Feria del Libro para subrayar el valor del arte frente al tiempo y el mercado editorial: “Las formas de la memoria es un libro que nos invita a pensar que el tiempo es relativo y que el arte precisamente lo que hace es detener el paso del tiempo. Cuando uno lee una obra literaria, uno siente que esa obra literaria detiene el tiempo porque habría podido escribirse hace un siglo, hoy o en 20 años me gustaría pensar que este libro no solamente piensa el tiempo, sino que también está tratando de detenerlo”, dijo la escritora.
Desde una mirada más íntima, Camila Fabbri señaló que “el gran reto tuvo que ver con forzosamente recordar ciertos momentos de la vida personal, que algunos son gratos y otros no tanto. Lo sortee bien porque también me llevó a lugares amables”. En su proceso, reconoce la ambigüedad de todos los recuerdos, pues nunca es certera la memoria. “Siempre está como una especie de sueño, como que es real y que no. Tiene mucho que ver lo que tú reelaboras a lo que realmente te pasó”, comentó Fabbri.
La autora argentina se tomó su tiempo para advertir de cómo la tecnología ha modificado nuestra relación con el recuerdo. “Las nuevas tecnologías creo que nos alteran un poco la posibilidad de quedar sujetos a los hechos para después recordarlos. Porque uno no presta tanta atención, quizás, a lo que le pasa. Uno está como más atento a lo que está pasando afuera, a lo que le está pasando a los otros, en la vida digital, que no es la vida verdadera, claramente”, agregó.
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JVR

