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Cuatro filmes de época que inspiraron a Guillermo del Toro para dirigir Frankenstein

El cineasta mexicano presentó las cintas que lo impulsaron a hacer una recreación del siglo XIX en la cinta sobre el monstruo de Mary Shelley

Cuatro filmes de época que inspiraron a Guillermo del Toro para dirigir Frankenstein
Cuatro filmes de época que inspiraron a Guillermo del Toro para dirigir Frankenstein Foto: IG: @frankensteingdt

Comenzando con Barry Lyndon (Stanley Kubrick), el estándar dorado del cine de época desde su estreno en 1975; pasando por los toques fantásticos del Casanova de Fellini (1976), y Los Duelistas (1977), opera prima de Ridley Scott, Guillermo del Toro presentó como director artístico invitado del AFI Fest 2025, cuatro películas que lo inspiraron para hacer su propia recreación del siglo XIX en Frankenstein.

Además de las mencionadas, el realizador mexicano agregó una joya de culto casi desconocida, El Hechicero Arcano (Pupi Avati, 1996). La proyección de estas películas se dio en el majestuoso teatro Egyptian de Hollywood el 25 de octubre pasado, donde explicó al director del AFI (American Film Institute), Bob Gazzale su elección. Aseguró que las cuatro cintas dialogan entre sí y cada una contribuyó en algo a su propia ideación de Frankenstein.

Tres de las películas están ubicadas a mediados del siglo XVIII. Barry Lyndon en Irlanda, Inglaterra y Prusia durante la Guerra de los Siete Años (1756 a 1763); Casanova en Venecia y otros países europeos (aunque se filmó enteramente en los estudios Cinecittà de Roma) y El Hechicero Arcano en Boloña y sus alrededores. Los Duelistas, a principios del XIX en Francia y otros países europeos durante las Guerras Napoleónicas (1804-1815). Más allá del evidente vínculo estilístico por la representación visual de épocas pasadas, vestuario, espacios aristocráticos o cortesanos y jerarquías sociales, en varios de estos filmes se ve el fin o la transición de una época de valores establecidos por siglos, hacia algo menos estable.

Las cintas tienen en común, según Guillermo del Toro, que los personajes actúan y se mueven como lo harían actualmente y no como si supieran que estaban en una película de época. El método comienza desde las actuaciones. Quizá ayuda que cuatro de los cinco protagonistas son norteamericanos. En particular, el cineasta resaltó el caso de Harvey Keitel y Keith Carradine en Los Duelistas. Dado que Scott no contaba con el presupuesto para contratar actores ingleses, como era su intención original. Además, Scott les pidió que no se molestaran en tratar de ocultar su acento. Esto llevo a que ambos actuaran como los pandilleros de Mean Streets (Martin Scorsese, 1973) y no como caballeros en Francia, dándole al filme un vigor y una frescura que se mantiene hasta ahora.

Aunque el director de La forma del agua no mencionó ninguno de los aspectos específicos de cada filme utilizado en el propio, podemos aventurar instancias donde se reflejan, con la ventaja de saberlas referencias del cineasta. Está la dimensión épica (entendida como la forma en la que la Historia influye en el individuo y la posibilidad del individuo de influir en ésta), tanto en Barry Lyndon como en Los Duelistas, en Frankenstein, el género no corresponde al momento histórico en que se ubica, sino a la grandiosidad y megalomanía de Victor. Los decorados que utiliza Del Toro no tratan de ser reproducciones exactas de la época, sino versiones expresionistas, exageradas, incluso distorsionadas que son reflejo de las pretensiones del inventor. En ese sentido, Frankenstein comparte definitivamente el aliento épico de Kubrick y Scott.

A continuación, un análisis de cada una a partir de la forma en que se podría adivinar su influencia en Frankenstein.

1. Barry Lyndon destaca por la rigurosa evocación de época, una proeza técnica inigualada hasta la fecha. Para recrear los ambientes del barroco, Kubrick tomó referencias pictóricas de la época, especialmente de los retratos y paisajes de Thomas Gainsborough. Además, insistió en sólo utilizar luz natural y de velas (usando un lente diseñado por la NASA). La influencia de Barry Lyndon se aprecia en Frankenstein en la luz tenue que a veces hace difícil ver los interiores. El cuidado en los encuadres, también apuntan a la pintura, sobre todo en el uso de colores ocre y composiciones que evocan Naturalezas Muertas.

Por otro lado, una escena en Frankenstein podría ser un guiño directo a Kubrick, la del baño donde se encuentran y charlan casualmente Victor y Harlander, mientras este orina. Kubrick gustaba de incluir escenas dramáticas en estos espacios íntimos. Lo hace en Barry Lyndon con Marisa Berenson en la tina, desolada después de descubrir la infidelidad de Barry. Las usa también en El Resplandor en varias instancias. Entre ellas, Danny teniendo un ataque de pánico en el baño y, sobre todo, el lugar donde se esconde Wendy cuando Jack destruye la puerta con un hacha.

Por otro lado, Kubrick utiliza música de la época para acentuar la ambientación. La banda sonora de Barry Lyndon incluye música clásica y folclórica irlandesa del siglo XVIII. El tema principal es la “Sarabande” de Handel, pero también incluye el Trío con piano en E bemol mayor de Schubert, varias obras de Bach, Mozart y Paisiello. El director musical, Leonard Rosenman ganó el Oscar a mejor música adaptada.

2. Casanova. Adaptación de Federico Fellini de la autobiografía póstuma de Giacomo Casanova. A pesar de que Fellini la consideraba su peor película, Guillermo del Toro la eligió, seguramente por la combinación de recreación de época con toques fantásticos, surrealistas, algo que el mismo hace en Frankenstein. Más que un retrato histórico, Casanova es una fantasía barroca bufa y onírica. Casanova arranca en un carnaval en Venecia y el tono bufonesco y caricaturesco propio de esa fiesta se sostiene en la presentación de las andanzas del seductor por Europa.

Aun haciendo el amor, sello de distinción y herramienta de movilidad social, Casanova (Donald Sutherland), se ve ridículo. Fellini embulle al personaje de sus recurrentes obsesiones: el artificio, lo bizarro y lo deforme para subrayar la artificialidad del mundo en que se mueve. Los escarceos amorosos de Casanova van desde damas nobles hasta acróbatas, una giganta, un enano e incluso una muñeca de tamaño natural.

El vestuario en particular no trata de ser fiel reflejo de la época, sino al contrario, acentúa con detalles inusuales (plumas, sombreros enormes y velos), las características de lo que se portaba en la época. Es en particular en este aspecto de Casanova donde parece que Del Toro se inspiró para el vestuario de Frankenstein. Los velos rojos y los tocados de plumas en las mujeres parecen salidos de esa fantasía de Fellini. La extraordinaria banda sonora de Casanova del compositor Nino Rota es una mezcla de música clásica y electrónica con elementos experimentales como el piano eléctrico, la armónica de cristal y los castrati. La partitura de Rota ganó un premio David di Donatello.

3. Los Duelistas narra la enemistad de dieciséis años entre dos oficiales franceses: Armand d’Hubert (Keith Carradine) y el impulsivo Gabriel Feraud (Harvey Keitel). Un desaire personal desencadena una serie de duelos cada vez más intensos y absurdos. Todo esto, mientras ambos son empleados del ejercito napoleónico. Adaptada de la novela corta «El duelo» de Joseph Conrad, Los Duelistas es una obra maestra indiscutible. Scott combina escenas de placidez pastoral con la brutalidad de los duelos y la guerra. Sobre todo libera a sus personajes del corsé de la época.

En las escenas interiores los personajes se mueven como se deberían mover sin las constricciones sociales de los grandes espacios públicos. Scott nos muestra, por ejemplo, la soltura con la que d’Hubert charla con su compañero Dr. Jacquin (Tom Conti), en las habitaciones que compartían, como hoy lo harían estudiantes de alguna universidad.

4. El Hechicero Arcano es una película de terror creado sobre todo con la ambientación. Sin efectos especiales, ni recurriendo al gore, Avati llena los espacios de una atmosfera inquietante. Expulsado del seminario tras seducir y embarazar a una muchacha, el joven estudiante Giacomo (Stefano Dionisi) huye de Boloñao. Encuentra la simpatía de una anciana que lo dirige a una remota villa rural donde se convierte en el secretario de un monseñor excomulgado (Carlo Cecchi) por su supuesta afiliación al ocultismo. Obligado a participar en rituales y pruebas cada vez más macabras, Giacomo se siente acechado por algo siniestro que habita en el tenebroso castillo.

Del Toro dijo que el secreto de El Hechicero Arcano es su “tempo”, la ralentización del movimiento; el ritmo pausado, estático, petrificado en el que se movían la vida en el campo entonces.

La arquitectura del castillo se vuelve parte de la trama cuando vemos a Giacomo ir lentamente de una habitación a otra. Sin dialogo, sin música, el simple hecho de, por ejemplo, seguir los movimientos de la cámara que nos descubre, al mismo tiempo que a Giacomo, los intrincados recovecos de la vetusta biblioteca- un laberinto de libros que se erigen como guardianes del misterio, de lo oculto, de lo prohibido-es suficiente para que, junto con el eco de sus pisadas y la tenue iluminación de las velas, nos invada una sensación de portento.

Algo que mencionó el realizador mexicano en su charla en relación a ella, es que El Hechicero Arcano maneja muy bien el sentimiento de que “nada puede causar mayor desasosiego que sentir que nuestras certezas nos traicionan, de lo “uncanny”, término freudiano que se refiere a la extrañeza nos puede producir algo que supuestamente nos es “familiar”. El cineasta Edgar Wright describió al Hechicero Arcano como “el Barry Lyndon del cine de terror”.

Los cuatro protagonistas de estas historias, si bien no serían como el Prometeo encadenado de Shelly, puesto que no buscan el bien de la humanidad sino el ascenso y satisfacción personal, serían Icaros que se acercan demasiado al sol y acaban quemando sus alas.

Barry se vale de su ingenio y falta de escrúpulos para ascender socialmente. Casanova usa el sexo para codearse con aristócratas, a pesar de el mismo no pertenecer a esa clase. En el caso de Los Duelistas, la lucha de clases se da en un contexto totalmente alterado por la movilidad social que trajo la revolución francesa. De ahí que el plebeyo Feraud tenga la osadía de desafiar al aristócrata, concentrando una vida de resentimiento social en los años 16 años que dura su confrontamiento.

D’Hubert es el militar quien se ve forzado a aceptar el desafío porque sigue atrapado en códigos de honor que están paulatinamente desapareciendo. Sin estar conscientes de ello, y sin que la cinta lo haga explícito, ambos luchan en el ejército de Napoleón tratando de salvar los principios de equidad que enarbolaba y que las otras potencias europeas trataban de destruir.

En general, los filmes son ejemplos del cine de “época” que va más allá de la mera recreación. Contraponen al individuo en una escala jerárquica y manejan un subtexto que cuestiona la gloria, el honor, la seducción o el poder a los que aspiran por diferentes medios personajes cuya condición social los limitaría a un destino muy distinto.

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