Lo reconocerán en la FIL Guadalajara

Gonzalo Celorio, un apasionado de los libros

› El escritor será distinguido con el Homenaje al Bibliófilo José Luis Martínez, el 2 de diciembre; “los libros que tengo aquí no se tienen reunidos en ninguna otra parte. Tengo una magnífica colección de literatura hispanoamericana”, afirma

Gonzalo Celorio, el viernes pasado en su biblioteca.
Gonzalo Celorio, el viernes pasado en su biblioteca. Foto: Cortesía›JC Segura

El escritor Gonzalo Celorio se define como “un apasionado de los libros” y así lo constata la amplia biblioteca en su casa, al surponiente de la Ciudad de México, donde hay títulos de Juan Rulfo, Xavier Villaurrutia, Juan José Arreola, Margo Glantz, Tomás Segovia, Luis González, Carlos Pellicer y Carlos Fuentes, entre muchos más. En sus palabras es “una biblioteca especializada, porque los libros que tengo aquí no se tienen reunidos en ninguna otra parte. Tengo una magnífica colección de literatura hispanoamericana”.

Por esta pasión que lo acompaña desde su adolescencia, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara lo reconocerá con el Homenaje al Bibliófilo José Luis Martínez, el próximo 2 de diciembre en el Auditorio Juan Rulfo de la Expo Guadalajara. Una distinción que lo honra, ya que ha sido cercano a este encuentro, al que acude desde 1987. Además de haber sido su asesor literario durante 20 años.

  • El Dato: También presentará en la FIL Guadalajara el libro Mi amigo Hernán, una celebración íntima de su larga amistad y un repaso afectuoso a la obra de Hernán Lara Zavala.

“Como puedes ver, soy un apasionado de los libros. Ese reconocimiento también me honra mucho, porque he pasado mi vida trasegando libros por todo el mundo para poder tener una biblioteca muy considerable y especializada en literatura, fundamentalmente de lengua española, aunque hay otras disciplinas”, comparte en entrevista con La Razón Gonzalo Celorio, mientras está en su biblioteca, de la cual nunca dice el número de libros que tiene, pues la valora en términos cualitativos.

A cada país que ha ido de Hispanoamérica, los escritores le dan sus libros o suele visitar las librerías para ver las novedades y elegir los más importantes para su biblioteca. “Hay libros muy excepcionales, porque tengo, por ejemplo, una gran colección de literatura cubana, tanto la que se escribe adentro como la de afuera. La de adentro es muy poco conocida, salvo los grandes escritores como Leonardo Padura. Tengo todas estas obras que no tuvieron la fortuna de traspasar las fronteras insulares. Y por otra parte, también tengo la literatura cubana de muchos escritores del exilio o de la diáspora”, dice sobre la biblioteca que ocupa dos plantas y no sólo se encuentra en una enorme estancia, sino que se extiende a otros sitios de su casa.

El origen de su biblioteca es particular, pues el libro génesis es uno de gramática de Rosario Gutiérrez Eskildsen. Fue el primero que se compró con su trabajo como office boy. Un hecho que lo llenó de satisfacciones, ya que al ser 12 hijos, los menores heredaban no sólo la ropa, sino los libros de sus hermanos.

“Tenía un libro de gramática española de Rosario Gutiérrez Eskildsen. Ya tenía todos los nombres de mis hermanos tachados y con mi primer sueldo quise comprarme ese libro; le pude poner mi nombre en una página virginal y eso para mí fue como el fondo de origen de mi biblioteca”, recuerda.

Sobre el futuro de la excepcional biblioteca, Gonzalo Celorio está consciente de lo complejo que es recibir por donación una biblioteca en una institución pública para que todos tengan acceso a ésta, pues incluso en la Academia Mexicana de la Lengua que dirige, ya no están recibiendo. Sin embargo, sí reconoce que le gustaría que quedara en manos de la Facultad de Filosofía de la UNAM, su alma mater, el lugar donde no sólo estudió, sino en el que impartió clases durante cinco décadas.

“Lo que sucede es que ya muchas instituciones no quieren recibir bibliotecas, porque ocupan mucho espacio, mucho peso, implican también un cuidado, una clasificación. Ahora en la Academia Mexicana de la Lengua ya no estamos recibiendo bibliotecas, porque no tenemos espacio. Yo sí quisiera donarla, es posible que ya no en la Academia Mexicana de la Lengua, aunque sería lo que más me gustaría, pero entiendo y lo sé muy de cerca, porque soy el director, que es muy difícil que esta biblioteca pueda tener cabida en nuestras limitadas instalaciones.

“Es muy posible que la quieran recibir en la Facultad de Filosofía y Letras. Pero en fin, eso ya no será mi determinación, será la de mis herederos, de mis hijos, que están muy conscientes de cuáles son las posibilidades del destino de esta biblioteca”, asegura Gonzalo Celorio.

Homenaje al Bibliófilo

Cuándo: 2 de diciembre

Horario: 18:00 horas

Donde: FIL Guadalajara

La historia de una vocación literaria

Por Adriana Góchez

El escritor Gonzalo Celorio recientemente publicó Ese montón de espejos rotos (Tusquets, 2025), que presentará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Un texto en el que comparte memorias fragmentadas de sus vivencias: su paso por el teatro, sus clases con Juan José Arreola, el cáncer que padeció, sus reflexiones sobre la vejez y la enfermedad, la libertad que sintió cuando ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM o cómo Edmundo O’Gorman se convirtió en uno de sus grandes maestros. En resumen y en palabras del autor, “es la historia de una vocación literaria”.

En la preparatoria, cuenta en Ese montón de espejos rotos, actuó en obras de Shakespeare y Schiller, entre otros. Una experiencia enriquecedora, pues compartió con figuras que después serían imprescindibles dentro del teatro nacional, como el escenógrafo Alejandro Luna.

“Fue una experiencia muy juvenil, muy entusiasta, me apasionó muchísimo. Pero después me di cuenta de que la gran pasión por el teatro era muy celosa y que yo tenía una fidelidad a mi vocación literaria. Llegó el momento en que no eran incompatibles. Opté por la creación literaria y la enseñanza de la literatura, pero el teatro me sirvió mucho para después ejercer la docencia, porque tiene algo de histrionismo. Mis clases eran un tanto teatrales, muy histriónica; me sirvió para no tener ningún tipo de temor de enfrentarme al público pensante y crítico, como eran muchos de mis alumnos de la Facultad de Filosofía”, rememora.

Ese montón de espejos rotos tiene aspectos festivos, pero también dolorosos. Estas memorias no se concibieron como un libro, sino textos sueltos que reunió. Reflexiona sobre el invierno de la vida al envejecer, los libros que ya no leerá, o comparte lo que significó que el director de la Academia Mexicana de la Lengua se quedara sin habla.

“El principio y el final sí son dolorosos, ya que hablo de la vejez y de la enfermedad, pero todo lo que está en el intermedio es muy apasionado y a veces muy festivo, muy gozoso, que es sobre todo la literatura. Y el final es promisorio, hablo de mi nieto. Me dio por poner eso al final, porque abre una esperanza en el libro para las generaciones posteriores”, comenta.

Ese montón de espejos rotos
Ese montón de espejos rotos ı Foto: Especial