Alfredo Zalce, el último gran grabador

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Foto: larazondemexico

Ernesto Lozano/http://ernestolozano.artelista.com

A propósito de la inauguración este domingo 6 de diciembre de la exposición Alfredo Zalce, Revolucionario de la Plástica Michoacana, en el Museo Nacional de la Acuarela, en el barrio Santa Catarina de Coyoacán, fuimos hasta la ciudad de Morelia a entrevistar a María Eugenia Fuentes Lanning, directora del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce, que guarda en su acervo la obra de este magistral artista plástico. La institución prestó 25 obras para esta muestra.

Alfredo Zalce, quien transitó exitosamente por diferentes manifestaciones de la plástica, dejó un impresionante legado a los mexicanos, Michoacán se ha dado a la tarea de coleccionar y conservar gran parte de su producción artística, por lo que habitantes del Distrito Federal podrán contemplar 51 piezas del maestro, hasta el día 10 de enero de 2010.

¿Qué importancia tiene la colección Alfredo Zalce del Museo de Arte Contemporáneo de Morelia, en Michoacán? Este museo tiene la colección pública más importante que existe sobre el maestro Alfredo Zalce. La colección contiene 150 obras de diferentes técnicas, la colección más importante es de gráfica. El maestro fue fundador, junto con Leopoldo Méndez y Pablo O’Higgins, del Taller de Gráfica Popular (TGP). Esta colección del taller llegó al museo, en los años 80, como una adquisición del gobierno del ingeniero Cárdenas; tiene mayormente grabados a color, linóleos, litografías, punta seca. Una de las piezas más representativas de Zalce en este conjunto es El herido, de 1947, de sólo 16.5 x 14 centímetros.

La Fundación Cultural Alfredo Zalce nos facilitó en resguardo un buen número de dibujos y estudios del maestro e investigando encontramos el dibujo original de este grabad; aún lo tenemos en el museo bajo resguardo. Todo este fondo permitió organizar en 2008 la exposición Zalce. Memoria de lo cotidiano preparada en nuestra institución por el centenario del maestro. La muestra ha viajado por Zacatecas y Quintana Roo. La integran básicamente grabados, aunque también hay pintura en estuco, en acrílicos, en óleos y dos tapices; uno de ellos, Cabeza, de 1972, de 140 x 87 centímetros, fue símbolo del Premio Nacional de las Artes, cuando se le otorgó al maestro, en 2002, poco antes de su muerte. Él se había negado a recibir el premio en dos ocasiones anteriores.

¿Cómo era el maestro Alfredo Zalce? Alfredo Zalce era un hombre al que no le gustaban los reflectores. Se mantenía en su taller o en su casa, con las puertas abiertas, literalmente abiertas, para que entraran los artistas a preguntar, a trabajar; le gustaba enseñar y aceptaba a los que veía con posibilidades en el grabado, para enseñarles. Cuando se le puso su nombre al museo en homenaje a él, en 1992, no quería asistir a la ceremonia, aunque finalmente asistió.

¿Por qué, además de la gráfica de Zalce, es también importante su pintura? Hay piezas representativas que están en la colección del Museo Nacional de Arte y el Museo de Arte Moderno El pescador y El acueducto de los remedios son íconos referenciales de la plástica mexicana del siglo XX. El maestro, además de grabador y pintor, trabajó la cerámica, la orfebrería y el tapiz, la escultura y el muralismo; es reconocido como el último exponente de este movimiento en México. En varios edificios públicos de Michoacán se encuentran murales del maestro Zalce; en el Palacio de Gobierno del estad, y en la Secretaría de Economía federal se encontraba el titulado La industria del comercio, de ocho metros de largo, recientemente restaurado por el Instituto Nacional de Bellas Artes, en espera de ser trasladado a Michoacán para ser reinstalado.

En pintura la técnica que empleaba era básicamente el óleo, el acrílico y el estuco. Los temas recurrentes en sus obras son mujer, maternidad, peces —a lo mejor por ser originario de Pátzcuaro y tener esa relación con el agua—, las pescaderías, las carnicerías, el mercado, las vendedoras de sal y cal, lo cotidiano.

Zalce a pesar de ser muralista nunca despreció el caballete, pero su mayor reconocimiento fue como grabador. El maestro era también un gran recopilador de información; tenía carpetas divididas con recortes sobre Diego Rivera, otras sobre Gerardo Murill; era un admirador de la obra del Dr. Atl, también de Goitia. Tenía más ordenadas sus carpetas de recortes que las propias de dibujo. No desperdiciaba ni un pedazo de papel. Los bocetos los guardaba, no como obras de arte; no los firmaba, pero los hacía muy detallados.

¿Qué siente usted que ha podido estar en contacto con los archivos, papeles, los bocetos del maestro Zalce, qué se siente al tener ese privilegio? Llegar a este museo cambió mi vida de alguna manera. Cuando vine por vez primera a este museo, a los 18 años, le dije a mi papá: yo voy a trabajar en este lugar; el maestro Zalce estaba en mi camino. El tener la experiencia de trabajar en este lugar me ha llenado de muchas cosas increíbles, acercarme a su obra, conocerla. Ahora ya puedo describir de memoria cada una de sus piezas en el acervo de este museo, como también el resto de los trabajadores.

Es una gran emoción tener acceso a algunos registros del Centro Nacional de Conservación, pedir obras del maestro al INBA, al Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, para poder curar exposiciones de Alfredo Zalce.

¿Por qué Alfredo Zalce es importante para Michoacán, por qué es el orgullo del estado? No lo decimos sólo los que vivimos o somos de acá. Para muchos que conocen la historia del arte en México del siglo XX, es el artista michoacano más relevante, el último exponente de los muralistas; era un productor incansable. Aquí en el museo tenemos 25 obras suyas de cerámica a alta temperatura. Era muy querido por la gente. Muy sencillo, muchos aquí, en Michoacán, lo conocieron personalmente. Le apreciaban como artista, y también como alguien cuya iconografía está presente en la historia del arte en México, como un amigo. Tuvo la fortuna de vivir muchos años.

Después de vivir mucho tiempo en la ciudad de México, regresó a Michoacán. Hizo un grabado muy especial que llamó México se transforma en una gran ciudad, sobre su paso por la capital; con edificios altos, niños famélicos, perros comiendo y peleándose por un pedazo de carne, una manera de agrandar el hambre y la pobreza a la altura de un edificio. Por eso regresa a Morelia y establece su taller. En Michoacán se le recuerda con mucha admiración y cariño.

fdm

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