AMOR EN BANDEJA

AMOR EN BANDEJA
Por:
  • raul_sales

Abrió los ojos al salir el sol y saboreó el delicioso momento de no tener nada que hacer, ayer había concluido la última asignación pendiente, había estado muy cerrado el plazo pero, lo había conseguido, el día de ayer, 8 seres se habían unido, si permanecían juntas o no, era algo que no estaba dentro del contrato de servicio y nadie podría exigírselo y, no obstante, hacía su trabajo metódicamente, analizaba todas las variables, encontraba los puntos de encuentro y realizaba los ajustes necesarios para que esa persona solitaria encontrara a su alma gemela, a su media naranja, al ser que llenaría sus vigilias de sueños y sus sueños de anhelos.

La sutil manipulación de sus vidas no era visible, era un análisis concienzudo de hábitos y de gustos, una frase, una palabra, un like, un encuentro “casual” provocado por el retraso de una llanta o una salpicadura de café, una “equivocación” en el envío de un ramo de un anciano vendedor molesto... disfrutaba ese personaje, le gustaba hablar con los sujetos del experimento, colmarles la paciencia hasta que le pagaban el ramo solo para que los dejara en paz.

Pequeños instantes que llevaban semanas de observación y horas de planeación, mientras más sutil fuera el empujón más sencillo era la adaptabilidad a la nueva realidad.

Ayer había visto al tímido y retraído hijo de una familia pudiente pero, disfuncional, tragarse años de ausencia en presencia y declarar su amor a una dama que aún seguía sin creerse la “buena suerte” de haberse encontrado a un hombre tan dulce justo cuando estaba a punto de clasificarlos a todos dentro del rubro “patanes egoístas”.

El abuelo del chico era quien había cubierto sus honorarios pero, estaba seguro que el padre de la chica también habría pagado de buen grado, de hecho, estuvo tentado de presentarse y hacerle una propuesta pero, hacerlo hubiera representado romper su código y decirle que su hija escogía puro patán porque así, él tendría que salvarla.

Su transformación también había pasado por el crisol del amor fallido, el abandono, la miseria, el rumiar el dolor del engaño, la traición evidente cegada por amor que se pagaba en amor propio.

No, no fue su mejor época pero, al menos algo bueno salió de esto, ahora era el verdadero cupido nada más que sin andar soltando flechas a diestra y siniestra sino con un perfecto tino psicosocial. De un trabajo aburrido a psicólogo, analista, comunity manager, escritor, fotógrafo, diseñador de escenarios y futuros. Cierto, cobraba para hacerle de celestino pero, era todo con el fin mayor de ayudar a dos pobres seres que de manera individual venían chocando contra un muro llamado vida.

Se tomó el primer sorbo de café hirviendo con lentitud, generalmente le echaba un hielo para aventárselo en el gaznate y no perder tiempo mientras seguía con sus tejemanejes y es que meter una nueva hebra en el tapiz de vida de una persona no suele ser cosa menor, había que hacerlo con delicadeza y todos saben la relación directamente proporcional entre delicadeza y tiempo.

No hacer nada era rico pero solo por un rato, después empezaba a dar vueltas como depredador en diminuta jaula, la ansiedad subía por la garganta y le contraía el estómago, se ponía irritable, empezaba a jugar con el cabello, los botones del control del auto, las llaves, hacia girar una moneda entre los dedos y no enloquecía a nadie por la simple razón que su línea laboral exigía un anonimato absoluto lo que, por supuesto, incluía una cuidada, elegida y real soledad.

Una vez que abrió su laptop y entro a sus redes sociales encontró su paz y era algo extraño considerando que a cualquier otro ser humano, la diversidad de decenas de perfiles dentro de las distintas redes hubiera bastado para estresarlos pero, para él era como encontrar un mapa con el camino marcado después de sentirse perdido.

Revisó el estatus de las 4 parejas y encontró los rastros digitales de un maravilloso San Valentín en tres de ellas, la cuarta seguía en ausencia pero, aún era muy pronto para determinar si era fallida o, por el contrario, habían resbalado con una cáscara de deseo y habían terminado en un lugar de la periferia.

Hasta que no transcurriera el tiempo promedio, no tenía caso buscarle y cualquier otro día se hubiera distraído en los pendientes, el problema era que, el 15 de febrero solía no tener nunca nada que hacer pues la petición de las familias solía ser que “encuentre una pareja, se enamore, se case y tengan hijos juntos” lo que lo llevaba a tener que aprovechar el neoliberal y magnifico día de consumo desenfrenado para terminar de poner el último clavo del ataúd de la soltería de sus presas. Lamentable pero, así se movía el mundo, todos por el “mainstream”.

Harto de esperar, se lavó el rostro, se puso una camiseta raída y salió a fumarse un cigarrillo a la terraza de su apartamento. La ciudad se sentía extraña pero era por el silencio, sábado de quincena, la mañana siguiente del día del amor, obviamente, los únicos que estaban en las calles a esa hora eran las pobres y solitarias almas en desgracia.

El Ping sonó y eso significaba que la cuarta pareja ya había posteado su casual y para nada operado compromiso.

Terminó su cigarrillo y sembró la colilla en la maceta, dio otro sorbo al café y sintió como una lágrima resbalaba por el rostro. Estaba bien ser quien entregaba amor pero, a su vez le confirmaba lo que sabía desde que su corazón había sido roto. El amor era un constructo social con cimiento en el anhelo de cubrir el silencio de la soledad, una soledad que era temida más por lo que la sociedad te endilgaba una necesidad de compartir que por los susurros de tus demonios internos. Cada año era igual, era la reafirmación de que el amor no es una fuerza sino una consecuencia y que no es la cima de la felicidad sino el empujón sorpresivo de un tobogán llamado vida.

Abrió sus correos había decenas marcados sin leer, era normal después del día. Empezó a leer el de una madre preocupada porque su hija no encuentra a “su príncipe azul” y necesita un pequeño empuje para encontrar la felicidad... uno más, sonrío, era muy bueno en lo que hacía, abrió sus buscadores personalizados con los algoritmos requeridos y escribió la palabra “sapo” como clave de la búsqueda personalizada. Ese era el primer paso, luego afinaría hasta encontrar intereses comunes u opuestos atrayentes y seguiría con “estanque”, “beso”, “comieron perdices”. Alguna vez, tal vez cuando estuviera harto, escribiría  “punta de plomo”... bueno, cuando estuviera harto, hoy tenía trabajo y solo un año para servir el amor en bandeja.