El cuerpo en que nací, una entrañable historia sobre la aceptación

Las vivencias que experimentó la escritora Guadalupe Nettel en su infancia y adolescencia, que la llevaron a aceptarse, desarrollar su identidad e ir descubriendo aspectos de la sexualidad, las cuales plasmó en la novela El cuerpo en que nací, son llevadas al teatro por la dramaturga Bárbara Perrín y el director Benjamín Cann.

La puesta en escena, que lleva el mismo nombre de la obra de la autora, resulta conmovedora: una Guadalupe niña y adolescente dialoga con una Guadalupe adulta, quien tiene en ocasiones recuerdos sesgados. Ambas hacen un recorrido por vivencias, desde las más duras que enfrentaron hasta en las que se sintieron poderosas, para mostrar a los espectadores que la vida es un proceso continuo de aceptación.

Con un gran carisma, la actriz Mariana Perroni, quien alterna en el papel de Guadalupe en su infancia y adolescencia con Paulina Treviño, lleva al público por un viaje en el que va forjando su carácter y seguridad, una infante que va perdiendo la inocencia conforme tiene que enfrentar diversas circunstancias, desde conflictos familiares con sus padres y abuela, hasta los convulsos años 70, sumado a que se siente un ser “raro” en los espacios en los que convive con personas de su edad.

La obra de teatro, entre momentos muy crudos que dejan con un nudo en la garganta hasta otros con bastantes graciosos, en este proceso de transición comparte sus más grandes temores —hablarle al chico que le gusta, sentirse extranjero en otro país o soportar distintas pérdidas— y los de mayor disfrute —un primer beso o el gusto por la lectura y escritura, por ejemplo—, que la llevan hacia una rebeldía que la hace sentirse poderosa y, sin saberlo, va defendiendo causas que ahora se podrían considerar feministas.

Los adolescentes que acudan a ver El cuerpo en que nací se sentirán identificados con esa chica que tiene un sinfin de temores y los adultos tendrán la oportunidad de reconciliarse con su yo del pasado y abrazarlo, como Guadalupe mayor, interpretada por Tamara Vallarta, lo hace con ella misma ya con una madurez que le permite aceptarse y entender por qué es la mujer que es ahora.

El montaje, que se presenta hasta el 26 de marzo en el Foro Shakespeare, en la Ciudad de México, se complementa con un escenario en el cual se colocan diversos pares de zapatos de mujer separados, de distintos estilos y tamaños, que las dos Guadalupes se van quitando y poniendo. También se encuentra una silla de gran tamaño en la cual suele sentarse o esconderse aquella niña que se está autodescubriendo.