De Kerpel publica novela sobre la ingenuidad de la juventud

De Kerpel publica novela sobre la ingenuidad de la juventud
Por:
  • carlos_olivares_baro

Erick se debate entre varias pasiones: la literatura, el guionismo, la publicidad y el rock. Quería convertirse en rockstar: desde muy joven  fue integrante de varias bandas hard. Colaborador de Estudios, revista cultural del ITAM, sus narraciones breves han sido muy bien recibidas por los lectores. Su primera novela, publicada en 2015, Bungalow 77 (Editorial Suma), está en proceso de filmación y pronto llegará a las salas de cines.

Circula en librerías Guitarra jaguar (Suma de Letras. PRH, 2018), segunda incursión novelística de Erick De Kerpel que, al decir de los editores en la cuarta de forros,  es “La odisea contemporánea de un antihéroe obstinado en resolver el mito Cobain”. El protagonista, Tobías Goldstein, sueña con ser un virtuoso guitarrista de rock; pero, un fiasco como ejecutante lo lleva a una cantina donde le dan referencias para hallar la guitarra Fender Jaguar, año 65, con la cual tocó Kurt Cobain ( 1967 – 1994), el proverbial vocalista de la banda estadounidense de estilo grunge,  Nirvana.

“Guitarra jaguar es una alegoría: presento a un joven músico obsesionado con una revelación: cómo encontrar la guitarra de Cobain, conseguirla a como sea. Sueño, y también un encuentro consigo mismo. Tobías se enfrenta a un mundo donde chocan sus ilusiones, pero no claudica: al contrario  se enfrenta a los convencionalismos sociales y no cede en su empeño. La derrota no lo amedrenta. El rocanrol es más que todo una redención para él”, comentó en conversación con La Razón, el también publicista Erick De Kerpel.

El dato:

Guitarra jaguar es la segunda novela del escritor, que en2015 publicó Bungalow 77 (Editorial Suma).

¿Por qué la leyenda de Robert Johnson como introducción de la novela? Porque la historia que se cuenta en ese relato tiene que ver con la obsesión del protagonista de mi fábula. Tobías es un Robert Johnson de nuestros días. Cobain muere a los 27 años; Johnson, a los 26. Los músicos geniales venden su alma al diablo y mueren jóvenes.

¿Crónica íntima de una alucinación en tributo a Cobain? Sí, y también un paseo por la guitarra como un instrumento fascinante determinante en el rock, la modalidad musical más influyente de la era moderna. El rocanrol ha dejado sus huellas en muchas generaciones. Hay una suerte de sumario del rock: las disqueras, las bandas, los éxitos, los fracasos. Me tomo la libertad de intertextualidades atrevidas como la aparición del guitarrista Harrison y otras más.

Narrador en primera persona en un discurso espontáneo y febril... El habla de los personajes está entrelazada con la prosodia del rock. Los diálogos son muy pertinentes y directos. Me interesaba configurar esa interrelación entre locución de los personajes  y música.

Fragmento de la publicación

Erick De Kerpel

A diferencia de los grandes virtuosos de la guitarra, cada que toco un riff debo poner especial atención en ver por cuáles trastes desfilan mis dedos, de lo contrario las posibilidades de cagarla aumentan exponencialmente. Mirar en otra dirección es un riesgo calculado que reservo para la intimidad de los ensayos. Mi concentración siempre es total, soy un profesional y no puedo descuidar un detalle que le abra la puerta al error. Es por eso que procuro acercarme al Marshall MG para escuchar con mayor claridad lo que de él sale y para pegarle un trago a la cerveza que descansa encima. En eso estoy, tocando el riff de Shine, el último sencillo de la banda. Me siento hipnotizado observando cómo la plumilla rasga la cuarta y quinta cuerdas a ritmo sincopado y cómo los dedos de mi mano izquierda se deslizan a través del brazo de Woodstock, como bailarinas haciendo suertes sobre el piso abrillantado de un salón. Según yo, la ejecución está resultando impecable, pero de repente escucho a Imbécil desafinar. Sin dejar de poner atención a la guitarra me hago un poco hacia la izquierda para quedar ahora enfrente de su monitor. En efecto, su bajo suena como si le hubiera pasado un tractor encima. Lo miro de reojo y le doy una patada en la espinilla para hacerlo reaccionar. Nada. Está tan drogado que no es capaz de sentir nada, aunque le hubiera pegado con un bat en la espalda. Sin darme cuenta, lanzo hacia él una mirada de reproche que hace a mi riff desbaratarse en un universo de disonancias.