Paul Gauguin y el simbolismo

El Museo Thyssen- Bornemisza de Madrid presentó en el verano del 2005, una exposición magistral en todos los sentidos: Gauguin y los orígenes del simbolismo, cuyo interés curatorial es revisar, en términos de movimientos artísticos, el proceso que se podría definir como transición del impresonismo al simbolismo, “ Pont- Aven no es más que un inmenso taller de pintura al aire libre. No se puede dar paso sin pisar un viejo tubo aplastado, raspaduras de paletas, o sin encontrar un trozo de papel Wathman emborronado de colores: “Así se describía, en una revista de 1885, el pueblo de la Bretaña Francesa que Gauguin comenzó a frecuentar en 1886 y que será donde ejercerá su “magisterio”. En 1883, Guaguin está trabajando con Pisarro y se siente identificado con el impresionismo. Cinco años después se distancia del círculo impresionista, pero no encuentra todavía una formulación estética y teórica. Ha pasado un duro año en Martinica, de donde trae una disentería de la que no se ha curado, y se siente aislado en Bretaña. En 1888 pinta la Visión del sermón, un cuadro que el poeta simbolista Aurier aclama como paradigma de una nueva pintura. En contraste con la “pintura de sensaciones” del impresionismo, Aurier la califica como “pintura de ideas”. Aunque no está claro que el propio Gauguin fuera consciente de ello, el cambio que tiene lugar en ese breve lapso de cinco años es uno de los más importantes que registra la historia del arte. Este cambio radical no afecta a la trayectoria de Gauguin, ni se limita al ámbito de la pintura, sino que se integra en un movimiento amplio, que se manifiesta en la creación literaria. Es la raíz principal de la vanguardia artística, tal como la asumieron los jóvenes artistas de comienzos del siglo XX. La Visión del sermón es una obra cardinal que señala la ruptura definitiva de Gauguin con su formación impresionista y con toda la tradición realista en el arte europeo. Con este cuadro Gauguin renuncia de golpe a los recursos descripctivos de la pintura ( perspectiva, sombras, claroscuro, tono…), para crear una composición plana basada sólo en la línea y el color puro. Representa una aparición milagrosa: las ingenuas bretonas,

tras escuchar el sermón del cura, asisten en la pradera al combate entre Jacob y el ángel.

Nacida en el seno del impresionismo, la pinturas de todo el grupo –Pont- Aven y los navis-, tiene un impacto definitivo en su relación con el contexto social y cultural. En cada uno de esos dominios acaba por figurarse su discurso estético en una crítica radical a los dos principios básicos del impresionismo; la creencia de que la pintura debía ser refundada en nombre de una “mirada natural” y la creencia de que debía integrarse a la vida moderna.

El discurso de la exposición- curada por el historiador Guillermo Solana- muestra el avance de la crítica de Gauguin a lo largo de estas dos líneas, inducido en parte por sus encuentros con Pisarro, Cézanne, Degas y Bernard. Gauguin crea un nuevo lenguaje pictórico que postula la arbitrariedad subjetiva del color y de la línea frente a la supuesta objetividad de la mirada impresionista. De igual forma, y en esto su encuentro con Van Gogh es decisivo, se separa del mundo moderno para postular un nuevo retorno a los orígenes.

Aunque no todos los nueve apartados de la muestra tienen la misma fuerza estética e histórica, el resultado es definitivo: el comienzo de la modernidad artística. La exposición inicia con los fines del impresionismo, cuya cumbre se consumió en las décadas de 1880, donde figuras como Pissarro o Cézanne tienen un papel clave, y concluye con los miembros primitivistas de Pont- Aven y los navis, cuyos integrantes principales son Paul Séresier, Maurice Denis, Pierre Bonnard y Paul Ranson; aunque con temas diversos como el religioso, las escenas callejeras, parques e interiores, el conjunto de artistas se dedica a investigar de forma radical el color como medio expresivo de la pintura, siguiendo siempre consejos del maestro Gauguin.

Este cambio radical no afecta a la trayectoria de Gauguin, ni se limita al ámbito de la pintura, sino que se integra en un movimiento amplio, que se manifiesta en la creación literaria. La evolución de Gauguin está marcada por una búsqueda de lo primitivo que inspira sus primeros viajes a Bretaña y Martinica, huyendo de París y de la civilización. No es sólo un afán de pintar temas primitivos, sino la exigencia de pintar como un primitivo. Un modo de vida y de pintura, que sin duda cambió los rumbos de nuestra ahora decadente modernidad.