Los pintores surrealistas portugueses

Museo del Chiado, Portugal
Museo del Chiado, PortugalFoto: Especial
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Atraviesa este paisaje mi sueño de un puerto infinito y el color de las flores es transparente de las velas de los grandes buques…

Fernando Pessoa-

Lisboa. Portugal. Conquistar Lisboa, no sólo es disfrutar de una de las ciudades más melancólicas y poéticas de Europa, sino revelar en la memoria de Fernando Pessoa cada una de sus plazas, de sus calles, de sus rincones. En uno de estos espacios se encuentra el Museo del Chiado. Ahí vi la primera exposición retrospectiva del surrealismo portugués, que cubre el período de 1934 a 1952. El propósito de la muestra fue enseñar el valor artístico de este movimiento histórico que, en plena dictadura salazarista, retomó el espíritu de vanguardia de principios del siglo XX, y más aún, afirmó la filiación de algunos pintores portugueses. La exposición incluía pinturas, poemas, libros, dibujos, fotografías, esculturas, collages y cadáveres exquisitos, divertidos montajes de factura mixta, realizados entre 1934 y 1952.

En Portugal el surrealismo surgió bajo una dictadura. En un país aislado del concierto internacional, un país rural, oscurantista, sin un gran pasado pictórico y, por encima de todo, pobre y sumido en una miseria triste. La mirada surrealista será la única en quebrar el gobierno de la ignorancia y del naturalismo academicista que afectaba a gran parte de las artes plásticas y de la literatura. A partir de la toma de contacto de los iniciadores Costa Pinto, Antonio Dacosta y, desde luego, Antonio Pedro ( Praia, 1909 — Moledo, Caminha, 1966 fue director teatral, escritor, artista plástico y figura clave del movimiento), con el ate internacional de entreguerras y el surrealismo, la creación portuguesa tendrá una orientación de ruptura.

La exposición – lo recuerdo sorprendido- comenzaba con un primer grupo de trabajo de finales de los treinta y principios de los cuarenta que sirvieron de presentación histórica, la exhibición prescinde de la cronología para agrupar las obras por su distinción pictórica o técnica, procurándose además cierta unidad de los autores. El dépaysemen bretoniano, lo orgánico, la fotografía, el collage, la abstracción, el trabajo conjunto, son las unidades de desplazamiento.

Vista interior de la Colección del Museo del Chiado
Vista interior de la Colección del Museo del ChiadoFoto: Especial

Quizá sea importante decir que el citado movimiento está marcado en 1934 con el primer cuadro surrealista de Antonio Pedro, Le crachar embelli, y finaliza en 1952 con las intervenciones del denominado grupo de Lisboa. A pesar de las obras de Pedro, hay otros artistas como Fernando Azevedo, el escultor Jorge Vieria, el fotógrafo Fernando Lemos, el dibujante Artur do Cruceiro o los poetas Alexandro O’Nell o Mario Cesariny, quienes conformaron el llamado grupo de vanguardia en su país.

La muestra se dividió en dos grandes núcleos: la introducción, siguiendo su resurgimiento internacional con el regreso de Breton del exilio americano. Lo que tendrían en común los seleccionados es la manera en que representan su entendimiento global del surrealismo, que a muchos pintores habría conducido a profundas meditaciones de orden religioso: un descubrimiento de modernidad, un acercamiento a los misterios indescifrables y a otras experiencias precisamente sobrecogedoras. La contribución de Antonio Pedro tiene que ver, por supuesto, con su legendaria autoproclamación como artista – líder del grupo y transmisor de experiencias inconmensurables. En conexión con éste, obra de Marcelino Vespera versa característicamente sobre el inconsciente humano y sus resultados al ponerlo a la orden de la pintura. La figuración e imaginación desbordada de Mario Henrique Leira, subraya el carácter inevitablemente pasajero de la vida, así como la inutilidad de todo empeño por olvidar que el hombre tiene memoria y tiempo.

Cadáver exquisito realizado por cinco artistas surrealistas portugueses
Cadáver exquisito realizado por cinco artistas surrealistas portuguesesFoto: Especial

Es claro el no haber forzado la exposición de un cierta idiosincrasia nacional del surrealismo portugués que lo justifica. Un universo creativo no limitable y de vocación vanguardista, una nueva manera de mirar y de concebir la creación que llega una vez rotos los códigos de representaciones anteriores, se da en cualquier territorio y son los creadores quienes aportan la mirada, el sueño y l signo. Una exhibición – homenaje a los grandes artistas de Portugal, pero también el pago de una deuda y el cumplimiento de un sueño, que pude ver reunida en esta excelente muestra que reunió a lo mejor del inicio de la modernidad portuguesa.