Nobel para creadora estadounidense

Galardón a voz poética con belleza austera

La Academia Sueca otorga el máximo reconocimiento a la poeta estadounidense Louise Glück; destaca en sus versos búsqueda de lo universal inspirada en los mitos y motivos clásicos

La poeta Louise Glück, en una foto de archivo.
La poeta Louise Glück, en una foto de archivo.Especial
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La poeta estadounidense Louise Glück, considerada una de las figuras relevantes de la poesía contemporánea estadounidense, se alzó ayer con el Premio de Literatura 2020 por ser una autora del “cambio radical y el renacimiento, donde el salto adelante se da desde un profundo sentimiento de pérdida”, destacó la Academia Sueca, en Estocolmo, Suecia.

La institución que otorga el distinguido galardón también resaltó la obra de la poeta neoyorquina “por su inconfundible voz poética que con una belleza austera hace universal la existencia individual”. 

Glück, de 77 años, quien es profesora de inglés en la Universidad de Yale, hizo su debut en 1968 con Firstborn y “pronto fue aclamada como una de las poetas más destacadas en la literatura contemporánea estadounidense”, indicó la Academia del Nobel.

Su obra está “caracterizada por una búsqueda de claridad”, a menudo centrada en la infancia y la vida familiar y la estrecha relación con padres y hermanos, señaló.

La Academia Sueca también indicó que Glück “busca lo universal” y “se inspira en los mitos y motivos clásicos, presentes en la mayoría de sus obras”. 

“En sus poemas, el yo escucha lo que queda de sus sueños e ilusiones y nadie puede ser más duro que ella para confrontar las ilusiones”, agregó el texto.

De su amplia trayectoria, que consta de la publicación de 11 títulos, la institución destacó de manera especial el poemario Averno, describiéndolo como “magistral” y “una interpretación visionaria del mito del descenso de Perséfone al infierno en el cautiverio de Hades, el dios de la muerte”.

En sus versos, Louise Glück aborda temas como la decepción, el rechazo, la pérdida y el aislamiento. Críticos literarios han definido su poesía como “sombría” y “oscura”.

En su libro Meadowlands, los críticos literarios consideran que toma con ímpetu la mitología griega y romana; mientras que en Vita nova aborda las secuelas de un matrimonio fracturado.

Con Ararat, de 1990, como antes, con El triunfo de Aquiles, de 1985, Glück saltó a la fama tanto en su país como en el extranjero. En varias ocasiones la poeta ha dicho que fueron estas obras las que le enseñaron a emplear la dicción ordinaria en su poesía: “el tono engañosamente natural. Imágenes como lisas, como cándidas, como intransigentes pero efectivas”, dijo.

La Academia Sueca refirió que en una de las colecciones más elogiadas de la laureada, The Wild Iris (1992), “describe el milagroso regreso de la vida después del invierno en el poema ‘Snowdrops’”. 

Glück ha sido distinguida también con el Premio de Poesía de The New Yorker, por Meadowlands, el Pulitzer de poesía y el William Carlos Williams de la Poetry Society of America, por mencionar algunos reconocimientos.

Su último libro es Una vida de pueblo, cuyos poemas se consideran dotados con “delicadeza y crudeza tierna”.

Glück es la primera poeta en ganar el Premio Nobel de Literatura desde 1996 y se considera que con su elección, la Academia Sueca se aleja de las polémicas de ediciones anteriores.

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Estrofas de evocadora presencia

Los versos de Louise Glück afrontan con voluntad melodiosa los temas de la desilusión, el rechazo, el quebranto y la intimidad: “Yo pensaba / que el dolor significaba / no ser amada. Significaba que yo amaba”. Los primitivos recuerdos conversan con la runa del presente, un fulgor melancólico se abre a la especulación. Soledad que dialoga con el silencio en la búsqueda del amor investido y de los pájaros que atraviesan los confines del primer designio. / La infancia en la espiral de la tristeza desnuda. Estamos ante unos versículos edificados con barro fulgente: urgencia de verbos transitorios que pasean por la brizna del instante: “utilicé sólo unas cuantas palabras/ pues el tiempo siempre me ha parecido breve”. Proponerse el cielo para tantear la respiración de Dios. Glück traza redondeles de iconografías que resucitan en la quietud de la espera. Mutilación de las sombras para hundirse en la pureza de la noche. Lirismo de ansiosa configuración: arrojo de una timidez fulgurante que no permite que cerremos los párpados. Amar el mundo: atender una música celestial de evocadora presencia.

Por Carlos Olivares Baró

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