Publican las cartas de amor-odio de Octavio Paz a Elena Garro

“El amor es escándalo, desorden, transgresión: el de dos astros que rompen la fatalidad de sus órbitas y se encuentran en la mitad del espacio”: Octavio Paz (El laberinto de la soledad). Odi et amo: las cartas a Helena (Siglo XXI Editores, 2021), edición de Guillermo Sheridan, catálogo que corrobora las argumentaciones del autor de Pasado en claro en torno a la fogosidad sentimental.

Volumen que compila las 84 esquelas que el joven poeta Octavio Paz envió a la narradora Elena Garro durante la primera década (1935-1945) de la atribulada relación amorosa que protagonizó con ella: Ciudad de México, 1935 (inicio del noviazgo); Mérida, 1937 (preámbulo de la boda); California, 1944-1945 (huellas de los estragos del amor, preludio de la separación).

“La naturaleza del odio mezclado con el amor: segmento sustancial de este compendio. De ahí el título, Odi et amo: odio y amor, verso de Catulo. ¿Qué pasa con el amor, que siempre tiene este ingrediente de odio? ¿Cómo puede ser que odie y ame?

“Mi intención era entender factores activos en las obras y las cartas que tenían su origen en una historia de amor que, como todas, está llena de las luces del deseo, el éxtasis amatorio, la unidad recobrada o el alumbramiento erótico, y ensombrecida por los celos y las inseguridades”, apunta Sheridan en la introducción del libro.

Se ha dicho que en estas epístolas se muestran los recelos, compulsiones, egolatría, delirios, machismo y coerciones carnales de un joven poeta de 21 años enamorado febrilmente de quien sería su esposa y madre de Laura Helena, la hija. Sin embargo, el trabajo de investigación de Guillermo Sheridan se centra en develar la evolución intelectual y poética del futuro autor de Libertad bajo palabra.

“Estamos en presencia de un volumen fundamental que aporta nuevos elementos de la vida de Paz. Sheridan da a conocer legajos escritos desde lo espiritual y también desde la inminente necesidad de comunicación con la mujer deseada. El joven poeta expone ante los ojos de la novia sus entusiasmos, ideas, manías, recelos, inquietudes y emociones más caras. Testimonio del frenesí del Premio Nobel de Literatura por la escritura en un despliegue de turbaciones pasmosas y excepcionales”, expresó en entrevista con La Razón Catherina Renzi Troncoso, estudiosa de la obra del poeta y ensayista mexicano, docente de la Universidad de la Florida.

Odi et amo: las cartas a Helena

¿Prosa promisoria del futuro gran ensayista que fue Paz? Podemos apreciar la energía de un prosista preocupado por las exigencias del lenguaje. Somos testigos de una zozobra y, asimismo, de un obstinado arrebato escritural. Hay algunas desidias y descuidos; pero, son cartas escritas de prisa desde el ardor de la vida cotidiana. Preámbulo del gran ensayista: el lector puede apreciar en este libro el potencial de un autor que entrega, años después, esa obra maestra que es El laberinto de la soledad.

¿También reflejos de los libros que lee en esos años? Se advierten las estelas de lecturas de autores como Johann Wolfgang von Goethe, Friedrich Nietzsche, Fiódor Dostoievski, Jean-Jacques Rousseau, Rilke, Francisco de Quevedo, Góngora, Miguel de Cervantes... No olvidar que el joven poeta está en proceso de formación, hay evidencia de que Paz era un lector insaciable.

Sheridan sostiene que Garro se instala en el odio; y Paz, en los duelos del amor. ¿Qué piensa usted al respecto? Conocemos la tristemente célebre confesión de Elena Garro: “Yo he vivido contra él, estudié contra él, y hasta hablé contra él”, en referencia a Paz. Resentimiento que, al parecer, codificó hasta cierto punto, la conducta de la autora de Los recuerdos del porvenir. Paz encontró el amor, después de algunos fracasos, en Marie-José Tramini.

Carta de Octavio Paz

Helena mía:

Suena muy bien junto a tu nombre la partícula mía. Lo mismo que la H: el que tú la tengas —nada más tú, entre todas las Elenas— y el que la usemos como una especie de amorosa contraseña, de signo de nosotros, ata con un lazo nuevo, secreto e inefable nuestros —mi— ya atados corazones.

Te dije hoy que en todo te encontraba. Dulce milagro el tuyo, que te repite en todas las imágenes del mundo y no me sacia: si alguna palabra es aplicable al amor, es esa: insaciable, con la abstinencia y el exceso. Pero yo nunca estoy en esa abstinencia de ti, porque te encuentro —dolorosa, alegremente— en todo.

En este momento estás en una fiesta y yo me consagro a rescatarte de la superficial neblina que te esconde, dentro de mí. Pues estabas, todavía hace un momento, sólo como un tierno presentimiento. Como un júbilo que aún no estalla, una noticia azul que nos espera en el fondo del alma [...]