Lo colosal del cine en casi todos los sentidos se materializa en El Brutalista, del actor y director Brady Corbet —Vox Lux: El precio de la fama (2018)—, que de inmediato alcanza el estatus de clásico contemporáneo al presentar una abrumadora metáfora de los intentos del hombre por sobreponerse a la vida que se extiende como un laberinto insondable, y que cuando llega a asumirse como constructor de su propio destino, sólo atina a agregarle nuevos tramos y recovecos en los cuales se pierde como víctima de sus imperfecciones y debilidades ante un entramado social arrogante, prejuicioso e indolente.
- 3 Globos de Oro ganó el filme, incluido el de Mejor Película Dramática
La carga visceral que ofrece el actor estadounidense Adrien Brody —El pianista (2002)— en esta ocasión se centra en el personaje que interpreta, un arquitecto judío, quien tras sobrevivir el Holocausto emigra de Europa a Estados Unidos y espera reencontrarse con su esposa. Con el uso de una cámara invasiva, el director refleja los procesos emocionales que atraviesa el protagonista, mostrando la humanidad descarnada, aludiendo al estilo arquitectónico al que refiere el título, que se convierte en un monumento a la genialidad que se desmorona ante la vulnerabilidad de quien no acaba por desplomarse.
La potencia en el drama va en correspondencia con el fondo sonoro que evoca los ambientes industriales creados por el compositor británico Daniel Blumberg. Además de las grandilocuentes postales, cuya amplitud luce sin distorsión la obra despiadadamente minimalista del protagonista con la horizontalidad conseguida por el uso del viejo formato fílmico VistaVision, que contrasta con las entrañas de dichos recintos, aún más desprovistas de decoraciones, para elaborar un amargo reflejo de la retorcida naturaleza detrás de aquellos que desde su pedestal parecen tenderle la mano a quienes lo perdieron todo, en un nuevo testimonio del sueño americano que siempre ha sido hipócrita y miserable.
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- El Dato: Adrien Brody, protagonista del largometraje, saltó a la fama mundial por su interpretación en la película El pianista, de Roman Polanski, con la que ganó el Oscar a Mejor Actor Principal.
La existencia de un intermedio obligado por la propia narración, que de alguna manera enfatiza ciertos cambios en cuanto al tono, también sirve para terminar de conectar el concepto con la nostalgia por ese cine de otros tiempos aún ligado a las experiencias teatrales.
Hacia el final, el relato pareciera precipitarse en momentos importantes, como si, pese a sus más de tres horas de duración, irónicamente no le fuera a alcanzar el tiempo para cerrarlo todo, pero eso es sólo un pequeño detalle en relación a la magnificencia de El Brutalista, la cual hace que valga la pena cada minuto invertido en su visionado. La cinta ya se encuentra en cines de México.