Ella está en movimiento mientras Él está en parálisis, ambos viviendo en el pasado para evadir el presente; así es como encontramos a los protagonistas de La rueda conoce mi nombre, filme mexicano independiente que llegó a salas de cine el 2 de mayo y marca el debut de Claudio Zilleruelo Acra dirigiendo un largometraje.
La actriz María Lara interpreta a una cantante de death metal y el actor Fernando Álvarez Rebeil le da vida al encargado de una tienda de discos, quienes a veces están juntos y a veces simplemente no lo están, a pesar de encontrarse en el mismo espacio caótico.
Con una historia contemplativa que avanza a ritmo pausado, dejando que cada una de sus piezas vayan tomando su debido lugar, el director nos deja ver las complicaciones de intentar tener una relación y la soledad que puede llegar a sentirse en una ciudad tan grande y con millones de habitantes, como lo es la Ciudad de México. Mientras esto pasa, suena de fondo la estridencia propia del death metal, subgénero del rock que encaja perfectamente en la narrativa propuesta por el director de la cinta.

El diablo en el camino, una cinta entre la fe, la religión y la guerra
- El Dato: la cinta estuvo nominada a Mejor Largometraje México en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato 2024, muestra que este año regresa a la capital del estado.
“Planteo una película de desamor con estos personajes anónimos que nos representan en la pantalla con sus cargas mentales, como las que todos llevamos cotidianamente, muy diferentes y de distintos pesos. Me interesaba mucho mirarlos desde este lugar de otredad”, contó Claudio Zilleruelo en entrevista con el diario La Razón.
El cineasta explicó que durante algún tiempo tuvo que trasladarse por la madrugada en la capital, por lo que esta experiencia le hizo darse cuenta de cómo funciona a esas horas la urbe. “Veía un gran monstruo que duerme y que se aletarga por las noches, pero de pronto, alrededor de las 5:45 de la mañana, empezaba un gran hormiguero con personajes ensimismados y alienados en automático”, compartió. Agregó que, a partir de ahí, surgieron las preguntas que hace en la película: “¿A dónde vamos? ¿Quiénes somos? ¿Por qué hacemos ciertas cosas? ¿A qué le damos sentido?”.

Afirmó que la historia surge mediante dichos planteamientos existenciales para “encontrar a dos personajes completamente diferentes que a nivel narrativo vemos avanzar en paralelo”.
En sus palabras, “Él es un melómano en un estado de procrastinación permanente, tratando de motivarse”, mientras que “Ella está en movimiento, intentando buscar algo, pero negándose a sí misma”. Por ello, consideró que los personajes “representan formas no tan profundas problemáticas de pareja, tratando de darle fin como a una relación”.
Además, expresó que la cinta plantea “las fugas emocionales de no darnos el espacio y el tiempo para reflexionar sobre qué es lo que hacemos aquí o cuál es el sentido que queremos darle a nuestras vidas”. También, dijo, se busca que el público encuentre en los personajes una oportunidad para poder salir de trastornos como la depresión o hábitos como la procrastinación que los aflijan. El objetivo es “poder darnos cuenta de que hay salidas de eso que están más cerca de lo que creemos”, señaló
La música, específicamente el death metal, se convierte en un personaje más que acompaña a los dos protagonistas y también era un elemento importante para el director. Señaló que, desde el proceso de escritura de la película, él pensaba en este género “con una carga emocional, atmosférica y narrativa que se conjuntaba como un elemento de catarsis en la historia”.
Al fundar en 1998 una banda de death metal llamada Ghölem, que sigue activa, comentó, su interés en relacionar una parte profunda de su vida con el cine fue primordial, por lo que la música tiene un papel predominante en la cinta, lo que le permitió “jugar con la emocionalidad y los estados de ánimo que los personajes van transitando”, explicó.


