En San Miguel de Allende
En una conferencia magistral, que osciló entre la nostalgia, el desparpajo y la reflexión, la máxima estrella de la TV fue celebrada en el marco del Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF), antes de recibir un homenaje por su trayectoria.
Con humor y honestidad, Verónica Castro compartió anécdotas clave de su carrera: de la disciplina impuesta por su madre a su debut en las fotonovelas, hasta su consagración mundial con Los ricos también lloran, transmitida en 120 países y traducida a 25 idiomas.

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“No nos dábamos cuenta de lo famosas que éramos”, confesó. “Grabábamos día, tarde, noche y madrugada. Todo era tan rápido que no había tiempo ni de entender qué estaba pasando”.

Con el escritor y director Carlos Pascual como moderador, la charla abordó los contrastes de su carrera: mientras su imagen dulce se consolidaba en la televisión, en el cine exploraba personajes radicalmente distintos. En 1980 filmó Naná, donde rechazó escenas de desnudo y lesbianismo impuestas a último momento. “Ya habíamos hablado desde antes. Yo chiquita, pero me aventaba”, dijo. Aunque no le pagaron, inició un reclamo ante la ANDA y ganó. En Navajeros, una cinta del entonces marginado “cine kinky” español, interpretó a una prostituta drogadicta.
“La hice porque era parte del pago por otra película. Pero los desnudos no eran míos; los hacía Isela Vega”, dijo.
Castro también habló de su incursión como conductora y productora, siendo pionera en una televisión dominada por hombres. “Don Paco Malgesto me enseñó a entrevistar, y también a estudiar locución. Pero cuando empecé a conducir, me regañaba: ‘no brinques de la fama a los hijos’. Y ahora aquí estoy, brincando otra vez”.
Al recordar sus múltiples renacimientos, fue inevitable hablar de Mala Noche, ¡No!, su emblemático late night, y de cómo Silvio Berlusconi intentó retenerla en Italia para lanzar un show similar. “Yo me reinvento. Cuando ya me voy, regreso con Mujeres asesinas, y luego La Casa de las Flores. Pero después de un accidente muy fuerte, es difícil. Los dolores, las pastillas… ya no me dan las piernas, aunque me sobran las ganas”.

Actriz, la conductora, la cantante, la madre, también reflexionó sobre el envejecimiento y la invisibilidad de las mujeres mayores. “Nos olvidan. Nadie te ayuda a levantarte en la calle. Pero por eso digo: me gustaría hacer una Rosa Salvaje, pero salvaje de verdad. Una que se enfrenta con cuchillo a los gañanes. Mostrar la fuerza de la mujer en la calle, la que se gana la vida a colmillo pelado”.
Entre aplausos, se sumó su hijo, el cineasta Michel Castro. “Lo que mi mamá quiera hacer, yo feliz de dirigirla. Lo importante es su salud. Ella siempre ha tenido la última palabra sobre su carrera”.
Con más de cinco décadas de trayectoria, Verónica Castro reafirma su lugar como figura mítica y transgresora. “Después de 58 años haciendo circo, maroma y teatro… yo creo que ya fue suficiente”, dijo. Pero nadie pareció creerle del todo. Porque ella, como el ave fénix que es, siempre vuelve.
PREMIAN TRAYECTORIA. En el marco del festival Internacional de Cine de Guanajuato, Verónica Castro fue reconocida con un homenaje, por sus 58 años de carrera con dos importantes distinciones. Cristina Prado, presidenta de la Asociación de Mujeres en el Cine y la Televisión, le entregó el premio La Musa, mientras que Sarah Hoch, directora del GIFF, le otorgó la Cruz de Plata Más Cine.
“Estoy muy agradecida y conmovida, porque este premio también representa a todas las mujeres que hemos caminado en esta industria”, expresó Castro, quien alzó la voz contra las desigualdades y abusos. “Hoy celebramos lo que hemos ganado, pero también lo mucho que falta por hacer. Es momento de decir basta y protegernos entre nosotras”.
La actriz mexicana dedicó el reconocimiento a las nuevas generaciones: “Cada premio a una mujer es una semilla de igualdad”.

