En su ópera prima Adiós, amor, la directora Indra Villaseñor cuenta una historia que, en sus palabras, “nace a partir de que mi familia es de un pueblo en Angostura, Sinaloa, que se llama Costa Azul”. En entrevista con La Razón compartió que “quería que la película tuviera cierta autenticidad y para eso buscamos actores sinaloenses y filmamos en la entidad porque sentía que este lado al que había tenido acceso por mi familia no había sido representado de esta manera”.
Sobre su trama centrada en dos hombres que viven un amor prohibido en un contexto marcado no sólo por el hipermachismo, sino también por el crimen organizado, la realizadora mencionó que “más allá de la identidad y las preferencias sexuales intentaba poner en cuestionamiento los distintos tipos de masculinidad y cómo el entorno afecta muchísimo a cómo los ejerce cada quien. Intentaba darle esta mirada sensible al personaje principal, quien no se siente libre en el lugar que considera su hogar”.
Igualmente en entrevista, el joven actor Ernesto Rocha, originario de Culiacán, dijo que en primera instancia conectó “mucho con la parte de dejar un lugar para buscar tus sueños o las cosas que necesitas encontrar en tu vida o tu propósito de vida, en mi caso fue la actuación cuando me fui a estudiar a Ciudad de México y en el caso de mi personaje era una vida mejor”. “Mi personaje quiere sentirse parte de su pueblo natal nuevamente, pero en realidad ya no pertenece ahí porque se fue”, agregó.

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Acerca de su personaje, contó que “a lo que más se enfrenta es al hecho de presentarse ante dos amores, uno es el amor carnal, emocional y emotivo con quien tiene el deseo de estar y el otro es lo que debería de hacer por el contexto violento y machista en el que ha crecido; lo obligan a casarse con una mujer y tener hijos, pero a pesar del contexto violento, el amor surge”, resaltó.
Lo más importante de esta película es la idea de que debe existir la libertad de identidad para ser quien uno quiera ser.

