EL VANIDOSO JOSÉ DONOSO
Santiago, 21 de abril de 1981
Querido Carlos:
No me adapto en absoluto [Donoso volvió a Chile después de dejar España, donde vivió un periodo largo]. Pero como quemé mis naves –de lo que paradójicamente no me arrepiento, ya que todo lo demás parece tan sin sentido– no puedo volver a salir más que por breves viajes. Por otra parte, me siento un poco viejo, y cansado después de este gran trasvasijo; y el shock de encontrarme a todas las amigas de entonces, aquí en Chile, otrora bellezas, transformadas en máscaras sonrientes, llenas de encías, dientes amarillos, arrugadas como poto de elefante, el pelo indiscretamente teñido, que me preguntan: “¿pero cómo, no me reconocés?” Y uno tiene que exhumar en esos épaves lo que allí había dejado en el corazón; y todos los amados amigos, después de veinte años, cerca del infarto o habiéndolo pasado, o de la catarata, o de la quiebra económica. Y el panorama literario y artístico y social
is a total blank. En fin. Qué le vamos a hacer, mano... you know better than
I how it feels. […]

Techxturas sonoras: Manuel José Othon
José Donoso–Carlos Fuentes, Correspondencia, Edición, introducción y notas de Cecilia García-Huidobro McA. y Augusto Wong Campos, Alfaguara, 2024.

ALEGRÍA POR LA DESGRACIA AJENA
Ned Flanders, el vecino de Homer Simpson, anuncia durante una barbacoa en el jardín que va a dejar su empleo de vendedor para montar una tienda llamada “Zurdorio”, dedicada a atender las necesidades de los zurdos. Ned y Homer rompen el hueso de los deseos de los restos de un pavo; Homer se lleva el trozo más grande y el derecho de pedir un deseo. “¡¡Te vas a enterar!!”, exclama, imaginándose una escena en que la tienda quiebra. Se da la circunstancia de que, en efecto, Ned tiene un mal comienzo, como descubre Homer cuando pasa por delante de la tienda unas semanas después. Está “deeesierta”, informa encantado a su familia durante la comida. Lisa Simpson, como siempre la hija erudita, etiqueta y define la emoción que siente su padre:

[…] Aunque la mayoría de nosotros se siente incómodo al admitirlo, a menudo sentimos Schadenfreude porque podemos sacar provecho de la desgracia de otra persona.
Richard H. Smith, Schadenfreude: La dicha por el mal ajeno y el lado oscuro de la naturaleza humana, trad. Alejandro Pradera Sánchez, Alianza Editorial, 2016.
GOYA SORDO Y “CAPRICHOSO”
Este hombre franco, jovial, gustador de la sociedad, de la conversación, de los teatros, de los toros, de los amigos, queda encerrado en sí mismo por la sordera, aislado del comercio de los hombres, en la soledad de quien no oye. Este brutal rechazo le hace introvertido, pesimista. No sólo su pintura no pierde, sino que paralela a ella se desarrolla una potencia de formas que verterá, con su pesimismo, en dibujos y aguafuertes. El torpe grabador de los cuadros de Velázquez será ahora uno de los primeros artistas gráficos de todos los tiempos. […]
Cuando Goya recobra plenamente paleta y pinceles es para entretenerse en sus cuadros de imaginación. Testimonio precioso de ello es el texto de la carta que Goya escribe a su amigo el escritor, diplomático y académico, D. Bernardo de Iriarte, el 4 de enero de 1794. Vale por una confesión de su renovado deseo de libertad en la pintura: “Para ocupar la imaginación mortificada en la consideración de mis males… me dediqué a pintar un juego de cuadros de gabinete en que he logrado hacer observaciones a que regularmente no dan lugar las obras encargadas y en que el capricho y la invención no tienen ensanches”. Subrayemos las palabras: “imaginación”, “capricho” y “ensanche”; nos están definiendo el nuevo aliento cobrado por el arte de Goya tras la crisis de su enfermedad, el deseo de que su pintura rompa los límites impuestos por la servidumbre a que se ve sometido el artista que trabaja por encargo; en una palabra, su apetito de libertad y creación. El nuevo Goya, se decide a ser él mismo y este es el “ensanche” que su nueva etapa significa. Ahora pintará sin trabas lo que su temperamento le pide. Bajo la presión de su nueva actitud ante el mundo dejará brotar libremente una nueva pintura que avanzará sobre su tiempo y que no conocerá límites ni precedentes a su osadía.
Enrique Lafuente Ferrari, Goya, Unesco-Hermes Bolsilibros de Arte, 1966.

UN PEDAZO DE INFANCIA
El exilio es no tener fotos. ¿Quién iba a acordarse de guardarlas en la valija antes de escapar de la casa de toda la vida? ¿Quién cuando el espacio familiar se estaba volviendo trampa mortal? Había que cerrar la puerta lo antes posible y olvidar que en un cajón del placard quedaban nuestros rostros del pasado. Por eso cada vez que mi padre encuentra alguna y la comparte en el chat familiar, es como si nos devolvieran algo de lo que perdimos. Los abuelos guardaron un bolso con los negativos de las fotografías que él tomó durante años. Nunca le he preguntado por qué los va revelando y compartiendo tan de a poco, pero se lo agradezco. Todos hemos aprendido a movernos con cuidad dentro de nosotros mismos. Preferimos evitar las turbulencias. Cada vez que manda una de esas imágenes reencontradas, yo recupero un pedacito de infancia. “Estos días azules y este sol de la infancia.”
Sandra Lorenzano, “Fotos”, Herida fecunda, Páginas de Espuma, 2024.

DE JARDINES Y PARAÍSOS
La palabra “jardín” entra en la lengua, según Corominas, hacia finales del siglo XV, y proviene directamente de la voz francesa jardin, diminutivo del antiguo jart, “huerto”, derivado a su vez del fráncico gard, “seto”, “cercado”. En antiguo alemán se decía gart, “círculo”, “corro”, y en inglés yard, “patio”. La variante normando-picarda de esta última palabra, gardin, es de la que procede la actual voz inglesa garden y la alemana garten.
Si por jardín entendemos un espacio acotado trabajado por la mano del hombre, sus orígenes se remontan a Mesopotamia. Muy pronto en el país del Nilo se empezaron a utilizar diferentes términos para designar los distintos tipos de jardines. […] El primer jardín conocido, o el más antiguo del que tenemos noticias, data aproximadamente del año 1400 a.C. y figura en un grabado hallado en la tumba de un alto funcionario del faraón Amenofis III en la ciudad de Tebas. Se trata de un recinto cuadrado, rodeado por un muro alto, donde se aprecian cuatro estanques, dos pabellones y una red de caminos rectilíneos bordeados por árboles. […]
Para nombrar el jardín, los griegos utilizaron la voz parádeisos, de origen iranio, lo que no tiene nada de extraño, pues los paraísos de los reyes y nobles persas gozaron de enorme prestigio entre los griegos antiguos, quienes también conocieron y alabaron los jardines egipcios y babilónicos. Fue precisamente Jenofonte quien introdujo el término persa parádeisoi para referirse a esos “lugares llenos de todas las cosas bellas y buenas que ofrecía la tierra”. El término español paraíso evolucionó a partir de la voz latina paradisus, que procedía del griego parádeisos.
Santiago Beruete, Jardinosofía. Una historia filosófica de los jardines, Turner, 2016.


