Gerardo Montegna, el pintor de la música y las corazonadas

Diego Alejandro Torres Pantin es periodista cultural y colaborador de Prodavinci (Venezuela) y de Coolt (España). Se especializa en arte contemporáneo y fotografía. En esta entrega presenta la trayectoria del artista visual Gerardo Montegna, conocido como “el pintor del rock” porque comenzó su carrera pictórica con un mural en el ya olvidado Rockotitlán, uno de los primeros foros para conciertos en la Ciudad de México. Desde entonces, hace más de tres décadas, ha entregado parte de su tiempo a retratar hombres y mujeres dedicados a la música.

Gerardo Montegna, el pintor de la música y las corazonadas
Gerardo Montegna, el pintor de la música y las corazonadas Foto: Gerardo Montegna

Gerardo Montegna, pintor y productor musical, trabaja como coordinador, programador y diseñador de carteles en Rocko-tlitán, un local dedicado a la música fundado por Sergio y Fernando Arau. En ellos despliega formas grotescas, con seres de corporalidades anormales, junto a símbolos musicales y escenas de bandas tocando en cada uno de los carteles del lugar. Es el año 1990.

Era el mes de noviembre. Gerardo observó en el local una pared artificialhecha de madera. Quiso mejorar la imagen. Les propuso a los directores del proyecto hacer un mural. Acordaron el pago por los materiales y los honorarios. Durante varios días se dedicó a pintar los rostros de cada uno de los treinta y seis rockeros que frecuentan el lugar, sin colores. La inauguración fue dos semanas después. Recibió al público en estado de ebriedad. No quiso hablar. En esa época, él y su amigo Saúl Hernández vivían en constante estado de inestabilidad emocional. La juventud, sus búsquedas e intereses, le eran difíciles de afrontar. “Ese mural era blanco y negro porque yo veía en blanco y negro”.

Con el tiempo, esa obra se convertiría en un hito. “El mural del rock mexicano” es como ahora se le conoce. Lo cierto es que faltaron muchísimos músicos, allí sólo aparecen las caras de quienes solían tocar en el local. De hecho, la intención original era añadir más rostros año tras año, pero por motivos logísticos fue imposible. Además —dice Gerardo entre risas— a nivel técnico podía ser mejor. Pero fue el inicio de una carrera en la que la música y la plástica tendrían diferentes encuentros.

Desde sus primeros años ha sido amante de lo estridente y lo feo. En su niñez los monstruos eran compañeros constantes: estaban en sus juguetes, en revistas que buscaba y en sus dibujos

UNA HISTORIA COMPLICADA. La pintura figurativa de Gerardo Montegna se distingue por sus trazos enérgicos y sus co-lores vibrantes para el retrato. Él abraza las posibilidades de la figuración: crear sátiras, representar personajes, usar iconografías y abordar temáticas de manera directa. Su estilo pudiera parecer confrontativo. A nivel formal, sus paletas pudieran recordar a las de pintores como Oswaldo Guayasamín, David Alfaro Siqueiros, El Greco o Saturnino Herrán. Tanto en forma como en contenido, él tiende al grito.

Desde sus primeros años ha sido amante de lo estridente y lo feo. En su niñez los monstruos eran compañeros constantes: estaban en sus juguetes, en revistas que buscaba y en sus dibujos. Le gustaban por representar a los marginados. Si bien sus padres fueron agnósticos, él estudió en un colegio católico. Recuerda con nitidez una imagen que vio teniendo tan sólo seis años: dentro de la capilla de su escuela había una estatua de Jesucristo en pleno martirio, con una expresión dramática en el rostro y la sangre corriendo por el cuerpo. “No me traumó, me impresionó”.

En su adolescencia, se dedicó a la práctica del dibujo y a tocar el bajo. Por eso, fue una decisión natural estudiar en el Instituto Nacional de Bellas Artes. Gracias a dos becas pudo dedicarse de lleno a la carrera y crear un estilo contrario al silencio.

—Pintaba gusanos saliendo de una bo-ca, gente gritando, mi cara con una pistola. Siempre sentí que tenía que gritar algo. Gritar quién era, saber que existía, que me sabía diferente. Hay cierta violencia en eso. De hecho, eso me hizo crear un hilo conductor en mi vida plástica. Pero esas partes feas hacen que la vida valga la pena, me hacen recordar que soy mortal, por eso tengo que disfrutar cada momento.

EL ROCK, ESTILO MUSICAL QUE ALZA LA VOZ en donde sea, fue siempre una inspiración para él. Su espíritu declamatorio tenía una correspondencia con el estilo visual que buscaba crear. Y dado que en su infancia, adolescencia y juventud conoció a muchos de los que luego serían los músicos más destacados de México, también se desempeñó como productor musical. Conoció a Rita Guerrero (Santa Sabina y Ensamble Galileo), Rubén Albarrán (Café Tacvba), Leonardo de Lozanne (Fobia), Alex Lora (El Tri), Lalo Tex (Tex Tex), Charly Montana, Julieta Venegas, Roco (Maldita Vecindad), Kenny (Los Eléctricos), Saúl Hernández (Jaguares / Caifanes), José Fors (La Cuca).

—Había una cosa muy importante de esa generación: no pensábamos ser famosos porque no había oportunidad. Nadie pensó ser estrella de rock porque no había estrellas de rock. Pero de allí surgieron actores, escritores, pintores. Una generación completa que se reunía en algunos conciertos.

Terminada la carrera, Gerardo gozó de una vida laboral cambiante: fue ilustrador en la sección cultural de El Universal, se dedicó con sus amigos a inaugurar antros —incluso trajo a varias de las bandas de heavy metal más importantes del mundo a México— y realizó una serie de murales sobre la historia militar mexicana en el Colegio Militar. Viniendo de un mundo de rockeros y artistas plásticos, el contraste fue grande.

Gerardo Montegna, el pintor de la música y las corazonadas
Gerardo Montegna, el pintor de la música y las corazonadas ı Foto: Gerardo Montegna

—Un muralista es un narrador de historias. Un muro es un libro, tiene una lectura. Si lo va a ver la gente, debe narrar algo, no es como un cuadro que vayas a colgar en tu casa.

La vida de Gerardo siguió transcurriendo en otros aspectos: matrimonio, hijos y trabajos ligados a la producción musical. Ya nos ubicamos en el año 2004. Almorzando en un restaurante con su amigo Saúl Hernández, se le acercó un fan al rockero y le dijo: “Saúl, eres Dios”. Acto seguido, se agachó y besó su mano. El pintor se impresionó. Para él eso era algo inconcebible.

—Hay un nivel de gran admiración hacia los rockstars. He visto gente acercarse a ellos llorando. En esa ocasión le comenté a Saúl que los dioses no comen ni disfrutan de lo que ganan. ¿Ellos se dan cuenta de que no son dioses?.

Pese a que llevaba cinco años sin pintar, se le ocurrió hacer una serie de pinturas de los rockeros más importantes de México. A cada uno le haría dos retratos: en uno estaría él como persona, y en otro, estaría su figura una vez muerto, con elementos iconográficos diversos.

El proyecto también involucró otras áreas del arte: cada retratado realizó una canción para un disco que fue lanzado después de la exposición. Los participantes fueron entrevistados ante la cámara para hablar de dos tipos de muerte: la natural y la creativa. Obviamente, a muchos les inspiraba mayor temor la segunda que la primera. De hecho, algunas de las conversaciones fueron complicadas al principio, pues no eran temas que inspiraran comodidad. Y, además, muchos de ellos tenían problemas de adicción. “Mortalidad y continuidad” fue el título de un proyecto que incluyó una serie pictórica inaugurada en el Polyforum Cultural Siqueiros del World Trade Center, un documental que se mostró en la Universidad de la Comunicación (col. Roma) y un disco que se vendía en las tiendas Tower Records.

Después de eso, participó en dos proyectos con hilos conductores similares: “Transcendencia”, sobre las bandas de rock mexicanas, y “Perseverar y morir”, cuyo eje central eran los músicos que habían estado en grupos antes de desarrollar una carrera individual. Fueron tres exposiciones, tres documentales y casi setenta canciones.

—Buscas interpretar a los músicos, más que a la música. ¿Cierto?

—Soy figurativo. Me gusta retratar a mi estilo. Lo que vale es el estilo en el retrato. He descubierto que la gente se percibe de manera distinta a como es. Hay gente que no sale de la casa sin arreglarse, que tarda dos horas antes de salir. Yo soy crítico de lo que significa ser rockstar. Siempre digo que eres mortal, que te vas a morir y allí acaba la cosa, aun-que dejes buenas canciones. La admiración y todo lo demás es publicidad. A veces los músicos son como un presidente: se sienten muy importantes, pierden el piso porque tienen gente que los halaga todo el tiempo. Yo los veo como lo que son: personas creativas, o por lo menos así intento retratarlos.

AUNQUE GERARDO SEA CONOCIDO como “El pintor del rock”, hay que decir que su actividad plástica no se limita a ese género. También se ha ocupado de la balada: su proyecto Cada quien en su lucha intervienen portadas y discos de vinilo de los grandes baladistas, a quienes convierte en luchadores. Siempre hay una máscaray un combate en el cuadrilátero. De nuevo, la música es parte de su universo visual.

Hay un elemento iconográfico que aparece continuamente en la obra de Gerardo: el sagrado corazón. En muchas pinturas, esculturas, escudos y otros medios de la tradición visual cris-tiana se distingue el corazón humano de Jesús junto a la infame corona de espinas y una cruz en su parte superior. Ese horror corporal de significado espiritual él lo ha retomado en un medio distinto a la pintura: ha empezado a representar en la escultura esa imagen. Cada órgano sagrado es encerrado en una botella. No es su único trabajo con inspiración religiosa. Cuando estaba encerrado en su apartamento por la pandemia, se centró en sus cacerolas. Las fue interviniendo con composiciones en las que aparecieron ángeles, querubines, sagrados corazones y otras figuras religiosas. Para él, fue un proceso divertido.

Aunque Gerardo sea conocido como ‘El pintor del rock’, hay que decir que su actividad plástica no se limita a ese género. También se ha ocupado de la balada

—Cuéntame de esa faceta espiritual y de esos símbolos.

Al estar en una escuela confesional, me di cuenta de que, si no sufres, no estás vivo. El sacrificio, el sufrimiento, la sangre, todo eso ha sido una influencia grande. ¿Qué más sangrante que un corazón? Y nosotros los mexicanos tenemos todavía más esa influencia porque aquí los aztecas les sacaban el corazón a personas vivas. Y ahora hay sangre por todos lados debido a la violencia que causa el narcotráfico. Es otra cosmogonía, la muerte la tenemos bien presente porque no sabemos qué va a pasar. La sangre es como una alegoría: sangras y sufres. Pero ya no me regodeo en el sufrimiento. Ahora lo veo como un tema estético más consciente y entendible.

—En un par de tus series pictóricas, como en Cada quien en su lucha o Corazones fritos, se percibe un tono irónico. ¿Nos puedes comentar por qué?

—Me gusta burlarme de la vida. Es trágica si la ves desde un punto de vista pesimista, pero desde otro punto de vista, puede ser una comedia. Y a la gente le encanta la tragedia. Yo sufría de joven, pero ahora me río. Los baladistas cantan canciones de amor, y los luchadores están en un teatro donde se representa la lucha del bien contra el mal. Con el ruido de la farándula, en ambos medios hay mucha hipocresía. En Corazones fritos plasmo en un objeto cotidiano algo que es solemne. Aunque no quería hacer algo irónico, lo terminé haciendo.

EN AÑOS RECIENTES, GERARDO contactó a mujeres del mundo musical mexicano para un nuevo proyecto. Esta vez procuró crear escenas donde aparecieran como sobrevivientes de un accidente automovilístico, siempre conservando su corazón. Como imagen base, les pidió posar mientras sostenían un recipiente con un sagrado corazón. Ninguna de las retratadas es tan famosa como debería.

—Conozco a muchas que llevan años trabajando y son reconocidas en el medio, pero no popularmente. Me centré en su trabajo artístico. Cada una en su género. Sus carreras truncadas fue el hilo conductor. Chocan en sus vehículos, pero mantienen su corazón, que es su acto de fe: lo que ellas hacen y en lo que creen.

De alguna manera esas mujeres tam-bién comparten algo con Gerardo. Durante la pandemia se vio obligado a cerrar un local de grabación musical debi-do a los costos de la renta. En el pasado, pasó un periodo en el que sus obligaciones laborales le impidieron pintar. En muchas fases de su vida ha tenido problemas para desarrollarse como artista. Pero siempre lleva su corazón bien resguardado.

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