INTRODUCCIÓN Y TRADUCCIÓN DEL FRANCÉS
FRAGMENTOS DE UNA VIDA INTERRUMPIDA (1999) fue la última obra que escribió Jean-Michel Palmier, donde narra su progresiva decadencia física tras contraer cáncer de médula espinal. Publicados de manera póstuma, estos fragmentos narran los tres años que antecedieron a su muerte, donde el autor hace un ajuste de cuentas con la vida. Escrito en los hospitales de Garches y Hôtel-Dieu, donde convivía con personas accidentadas o minusválidas, este es un texto sin concesiones, que aborda humildemente, a través de la cotidianidad, la paulatina cercanía con la muerte.
…TENGO LA SENSACIÓN de no tener nada importante que escribir y mi incapacidad para llevar a cabo un trabajo teórico me hace escribir estas notas, a falta de un horizonte de investigación que me motive. Escribir, ¿para qué? La única razón es aquella que menciona Kafka: “Escribo para no morir.”
ALIENACIÓN
…Puedo percibir mi cuerpo, pero en verdad no me pertenece. ¿Qué se puede hacer con estas piernas inmóviles? Incluso si dejara caer un cigarro prendido en mis pies, podría oler la carne quemada, pero no sentir dolor. Esta lesión me aliena y me hace sentir extraño. En un principio era la insensibilidad al frío y al calor. Las sensaciones y algunos reflejos regresan poco a poco, pero los movimientos de mis miembros inferiores son ajenos a mi voluntad. A causa de una lesión en la médula espinal (que ya no está conectada) sólo funciona como acto reflejo. Sentimiento de ruptura. Ya no poseo a mi cuerpo. Estos músculos inmóviles o escuálidos me parecen extraños, desconocidos.Ya no obedecen a mi voluntad. A veces veo a mis pies moverse con un sentimiento de extrañeza, como un animal a quien le han cortaron el cuello, pero que todavía se mueve.
La parálisis engendra una sensación fría, como si las piernas estuvieran sumergidas en el cemento, petrificadas, reducidas a zonas de silencio. Lo más insoportable es que esta región muerta del cuerpoestá llena de sensaciones, de cosquilleos, como aquellos que se sienten en las manos después de una batalla de bolas de nieve en la infancia. […]
ACCIDENTE
Nunca hablan de eso en los primeros encuentros. Para compartirlo,primero hay que ganarse su confianza. Es allí cuando surgen las últimas imágenes de su vida anterior al accidente. La autopista, el automóvil que llega de frente, el impacto, el metal torcido, la sangre tibia que comienza a correr. El invierno, la escarcha, el puente o el árbol que se aproximan. El vehículo que se cambia de carril frente a la moto. Luego, una laguna negra. Dicen no recordarlo o haber murmurado un número de teléfono antes de caer en la inconsciencia. Luego el despertar en la sala de urgencias. El accidente ha transformado su vida. Callan. Con suerte un día muestran una foto de su moto transformada en un montón de fierros, o lo que queda de su auto, incluso la cicatriz de su operación. Cada quien comprende de entrada el límite de preguntas que se pueden hacer. Solamente hay que saber escuchar, asentir con la cabeza, pronunciar la engañosa frase “Al fin de cuentas, tuviste suerte”. Las jovencitas por ejemplo, iluminan sus rostros ante estas simples palabras: “Apenas se ve tu cicatriz”. Obviamente no creen ni una sola palabra, pero aprecian el gesto.
HOJAS DE OTOÑO
Visita de M.
… Me gusta tanto caminar en los bosques durante el otoño, oler las hojas húmedas, contemplar los líquenes que se aferran a los troncos platinados de los abedules. Ella sabe que ha traído un pedazo del otoño a mi habitación y yo me conmuevo. Ella también se conmueve, me propone empujar mi silla de ruedas en uno de esos pasillos del parque en donde se encuentran estas hojas magníficas. Me niego sonriendo y ella no insiste. ¿Cómo explicarle la vergüenza que sentiría si ella me llegara a pasear así? Vergüenza de que me vea en este estado.
AUTONOMÍA
Antes, esta palabra tenía para mí tres acepciones principales:
1. Una reivindicación política que emana de un pueblo o una cultura.
2. Una dimensión de la ciudad griega. Gracias a la constitución, a las leyes, a la democracia directa, reuniendo alos ciudadanos en el ágora, cada quien tenía la sensación de seguir sus propias leyes, de encontrar en la voluntad colectiva una voluntad propia, como Sócrates, que prefirió morir a eludir a las leyes de Atenas.
3. Una característica esencial de la verdadera moral de Kant. Al someterse al imperativo categórico de la ley moral, la voluntad humana no hace mas que obedecer a la razón práctica, y la ley moral no se justifica por nada exterior a sí misma, contrariamente a las morales “utilitaristas” fundadas en la recompensa y el castigo.
“Autonomía” es la palabra mágica del hospital. El paciente debe adquirirla y luego abandonar el lugar. El descubrimiento de “la autonomía”, de lo que significa, se vive comúnmente como un traumatismo. El “paciente” espera curarse a pesar de todo, espera un milagro. Pero comprende poco a poco que no es posible, que se le está enseñando a vivir “con lo que le queda”. El paciente escucha muy poco la palabra “cura” cuando se trata de traumatismos medulares graves.
No le queda más que hacer suyo este proyecto de (sobre)vivencia que se ha concebido para él y sin él, lo quiera o no. Primero, es cuidado por las enfermeras como un infante, luego debe pasar a la etapa de “autonomía”, luego a la de “autonomía acelerada”. Sin duda el paciente reconoce algunos míseros placeres al escapar de tantos auxilios humillantes, pero se da cuenta también muy rápidamente de cuáles son los límites de esta autonomía cuando sale de los espacios que han sido concebidos para él. ¿Qué hacer frente a una escalera o una puerta demasiado angosta? ¿La vida autónoma que debe conquistar es acaso todavía una vida? ¿Vale la pena realmente ser vivida? La reeducación en ocasiones tiene una noción un tanto estakhanovista* de la autonomía y no se pregunta sobre sí misma. Autónomos: quien vive bajo su propia ley, según la etimología griega. ¿Qué relación tiene con esta existencia tan jodida?
Ha traído un pedazo del otoño a mi habitación y yo me conmuevo. Ella también se conmueve, me propone empujar mi silla de ruedas en uno de esos pasillos del parque en donde se encuentran estas hojas magníficas
(…) Desde que estoy hospitalizado tengo el sentimiento de que la verdadera autonomía se realiza solamente en la decisión voluntaria de interrumpir el proceso biológico. […] Una muerte desdramatizada que significa: “Disculpen, pero este juego ya no me interesa, me gusta demasiado la vida para contentarme con este pálido remedo”.
SUEÑOS
… Pocos sueños eróticos, o bien de un pasado muy lejano. Sobre todo, retazos de la infancia, recuerdos de cuando tenía diez años, libre como el aire, en el jardín de mis abuelos.
Luego llegaron los primeros sueños de muerte. Asistía a mi propio entierro. El médico me anunciaba que a pesar de los tratamientos, los tumores volvían a crecer y me iba a morir. Yo lo miraba y le decía: “Al fin”. Recuerdo estas palabras que Kafka le dirigió a su médico cuando moría de tuberculosis en un sanatorio: “Si no me matas, eres un asesino.”
MUERTE DE MI PADRE
Él se apagó, cansado de vivir y de sufrir. ¿Se daba cuenta de que iba a morir? Tristeza de no haber vuelto a verlo en vida. Al mismo tiempo, me quedo con las imágenes que tengo de los últimos días que pasamos juntos. No puedo creer que esté muerto. Más allá de los conflictos que tuve con él en el pasado, siento por él un inmenso amor, sobre todo un sentimiento de reconocimiento. No creo poseer sus cualidades, pero estoy seguro de compartir varios de sus defectos. Cada día pienso en él y me gustaría descansar a su lado más que estar en esta cama de hospital. ¿Estaré vivo todavía?
DISTANCIA
Como mi cuerpo parece haberse vuelto un extraño, siento esa misma distancia hacia la misma enfermedad. El cáncer que habita en mí, me hace recordar a la magnífica novela Mars, del escritor suizo Fritz Zorn. Allí habla de su experiencia con esta enfermedad, que describe como el resultado de “sus lágrimas internas” y que termina por matarlo. […] El jefe de la clínica me muestra la evolución “esperanzadora” de los tumores sobre las fotos del scanner. El aspecto técnico de la fotografía me interesa más que el tumor mismo, una mancha oscura, un anodino agujero negro con contornos blanquecinos.
ENFERMEDAD
La angustia y la enfermedad son ante todo una inmensa soledad. Es casi imposible expresarla a través de palabras. Sólo aquellos que comparten el mismo sufrimiento pueden entenderlo con una mirada. Sentimiento de inutilidad, aburrimiento y enfado que provocan los discursos de los demás, incluso aquellos que tienen las mejores intenciones.
Incomprensión mayor: la enfermedad no es solamente un simple padecimiento físico, sino una conmoción completa del ser-en-el-mundo.
ANGUSTIA DE LA MUERTE
Durante mucho tiempo, la angustia de la muerte no me abandonó. Creo ha-berla domado ahora. La muerte se ha convertido para mí en una presencia familiar que no me abandona, como una sombra que contemplo en los muros blancos de mi habitación. He sentido en ocasiones su proximidad. La fatiga, el cansancio que me hace entrar en ese no mans land me acer-can a ella. Una enfermera abrió la puerta, vio mi cara y me anunció una transfusión inminente. Como si la vida pudiera volver a mí con esas bolsas de sangre cubiertas de vaho.
CUERPO
No solamente poseo mi cuerpo, sino que lo habito y es mi vínculo de vida con todas las cosas. Es el vehículo de mi ser-en-el-mundo. El sufrimiento corporal también afecta a este ser-en-el-mundo, como lo mostró Maurice Merleau-Ponty en su análisis sobre “el miembro fantasma” que acompaña a una amputación. Frente a un brazo cortado, arrancado por un accidente, las cosas se presentan siempre como “manejables” y pareciera que desean interactuar con esta extremidad que ya no existe. Pasa lo mismo con el cuerpo en su totalidad. La existencia se vive como fragmentos. La “discapacidad” es otra forma de ser en el mundo.

QUIMIOTERAPIA
El jefe de la clínica vino a darme una larga explicación sobre el tratamiento a seguir. Se trata de moléculas naturales (del árbol del Tejo, alcaloides de vinca) que se deben asociar con dos hebras del ADN para impedir que las células cancerosas se multipliquen. Estos tratamientos provocan náuseas, modificación del sabor de los alimentos y fuertes micosis. No soporto su olor, aunque parece que soy el único que lo resiente de manera violenta. Lo más duro es que provoca pérdida de la conciencia. En ocasiones, me doy cuenta que le digo incoherencias a la enfermera. Hablo con ella de las tres inscripciones en hebreo, latín y griego que se encontraban sobre la cruz de Cristo. Tengo recuerdos de una charlael día anterior con un colega profesor de bellas artes, a quien le resumía los principales errores históricos en las representaciones históricas de la crucifixión. Además, ya no soporto la silla de ruedas, a la que apodo “la silla eléctrica”. […]
TACTO
El tacto de la enfermera no tiene nada que ver con el del fisioterapeuta. Entre el enfermero y el paciente hay un par de guantes que ella se pone incluso para darme la vuelta en la cama. En una dimensión racional entiendo que se trata de una medida higiénica, pero me da la sensación de que mi cuerpo es algo sucio. En la fisioterapia hay otro tipo de contacto (cuerpo a cuerpo, piel a piel) donde el tacto tiene algo de casi sensual. Movimientos, presio-nes, masajes que son como una escucha del cuerpo atrofiado, transmitiéndole vida.
MOVIMIENTOS
Me resulta extraño haber vivido tanto tiempo ignorando el nombre de los músculos. Es justamente cuando no funcionan que sus nombres se vuelven importantes. También es extraño no haberme dado cuenta lo que significan los primeros pasos de un niño. Es como si fuera necesario reaprender toda la gramática del cuerpo, redescubrir lo insólito de cada momento, su misterio y su perfección.
M.
¿Cómo explicar todo lo que le debo? Alguna vez me dijeron: “Pide un cambio de fisioterapeuta, ella parece estar en otro mundo”. Rápidamente fui sensible a su dulzura, a su rostro expresivo, con los ojos de un color indefinible, su mueca de chiquilla. […] Durante esos meses, en el hospital, me dio la impresión de que mi cuerpo se convertía en cemento. Ella se percató inmediatamente y me prometió que si tenía tiempo, vendría para ayudar a movilizarme en tiempos muertos.
Me resulta extraño haber vivido tanto tiempo ignorando el nombre de los músculos. Es justamente cuando no funcionan que sus nombres se vuelven importantes
Al hablar con ella de literatura, me di cuenta de su gran cultura y sensibilidad. Condenado a quedarme en mi habitación todo el día, esperaba sus visitas como uno de los momentos positivos del día. Entre más la conocía, más sentía hacia ella una mezcla de afecto y respeto. […] Recuerdo aquellos comentarios desagradables sobre ella que me valieron su amistad. Como enfermo, me doy cuenta que existe en el hospital la misma mezquindad que en otras partes, los mismos celos soterrados. Pero su existencia me resultó tan importante, que no dejaría esta particular amistad por nada en el mundo.
TRANSFERENCIA TERAPÉUTICA
Una excentricidad de la jerga del hospital que evidencia un conocimiento superficial de Freud. Si entiendo bien, la “transferencia terapéutica” señala el apego insano que el paciente puede desarrollar hacia quien lo cura. Si este tipo de trasferencia fuera en verdad terapéutica, ¡entonces habría que fomentarla! De entrada, toda actividad supone la existencia de estas transferencias. La afectividad que existe en-tre un paciente y aquel que lo cura es algo perfectamente normal. Puede ser incluso más fuerte en un fisioterapeuta, pues hay una relación entre dos cuerpos, uno lastimado, dañado en sus funciones motoras, el otro que hace posible el regreso de sus propias funciones. Es como si se realizara una transferencia de energía. El equipo formado por el paciente y su terapeuta es un verdadero binomio. Se intercambia si no hay “buena vibra”. Esto no pasa con los enfermeros. Una sola mirada del terapeuta puede calcular el ánimo, tristeza o fatiga del paciente. También éste puede rápidamente sentir el humor, distancia o cansancio de aquel que lo cura. ¿Cómo es posible que no se entienda la importancia de los factores emotivos, tejidos de sensibilidad, intercambio, afectividad y su rol estructurador en el trabajo de reeducación?
FUERZA
Es evidente que las transferencias** de silla de ruedas a lo largo del día exigen un desarrollo muscular. Los miembros superiores despliegan su energía para satisfacer las carencias de los otros. Pero es evidente que este culto a la musculatura toma en muchos pacientes un tinte casi neurótico. Como si quisieran probarse a ellos mismos y a los demás que todavía son hombres viriles. De allí este malestar que a veces nos causan los artículos que se jactan de ser deportivos en el contextode la discapacidad. Nunca soporté esas fotos de personas sin brazos que se prestan a tirarse a una piscina, o aquellos que con las piernas amputadas se dedican a volar en un planeador o a competir en carreras de trineos, me producen cierta repulsión. En vez de buscar la armonía con el cuerpo al estilo griego y la experiencia del mundo a través de éste, se cae en la tentación moderna del récord. Al parecer que ni siquiera los discapacitados escapan a esto.
¿CÓMO DESMORALIZAR A UN PACIENTE?
A través de pequeñas frases que lastiman como aguijones. […] El traumatismo engendra una conciencia muy aguda del cuerpo. Cada paciente aprende a distinguir entre sus sueños y la realidad, entre su fantástico deseo de curarse y las sensaciones parestésicas, como la médula que reacciona por actos reflejos. No es que confunda necesariamente una contractura con una contracción, pero sí que está atento a cualquier músculo que muestra señales de vida. La mayoría de los pacientes renuncia a hablar con los doctores para no escuchar las mismas frases asesinas: “Algunos importan sarcómeros de más o de menos” o “de todas formas, no es funcional” o incluso “no sirve para caminar”. Mientras el cuádriceps no encierre la rótula, todo les parece insignificante.
VISITA MÉDICA
Nada más angustiante que la visita de los lunes o martes por la mañana. Ellos (el jefe de la clínica, la enfermera,la cuidadora, el médico interno, el externo o el fisioterapeuta, la psicóloga o el ergoterapeuta) entran a mi minúscula habitación y me miran fijamente. Quieren conocer cómo va progresando el proceso de autonomía y cómo me siento. La rapidez y cierta brutalidad de su visita me dan la sensación de ser un conejo en medio de la carretera durante la noche, prisionero de la luz de los faros.

M.
Ella a veces pasaba la tarde en el Hôtel-Dieu, con sus grandes ojos tristes. Me veía, se inclinaba para besarme y como una chiquilla me exhibía sus tesoros. Sacaba de su inmensa cesta de mimbre platillos que me había preparado, aunque yo ya casi no podía comer. A veces se sentaba en un costado de la cama para comer conmigo, dudando de sí debía hablar, para no cansarme. El médico de piso me visitaba con frecuencia. Yo le contaba que ella era “mi fisioterapeuta de Garches.” Esto lo hacía reír: “Nunca he ido a Garches, pero su fisioterapeuta me inspira tanta admiración como respeto” me dijo. Me entristecía verla partir de noche, pensando en su largo trayecto a casa. Cuando sentía hundirme, desaparecer, fue su sonrisa, su calma, la que me retuvo aquí. Le debo a ella el hambre de vida que en ocasiones me visita, como un fuego fatuo.
LOS OTROS
En Garches conocí a F. víctima de un accidente en Singapur. Prometimos que si sanábamos, nos encontraríamos un día en Asia. También está Ch. azulejero de origen italiano, víctima de un accidente en motocicleta, con quien me gusta fumar y platicar durante horas. Todos tenemos el sentimiento de la fraternidad del infortunio. En Garches, todas las profesiones, edades y clases sociales se mezclan. Si alguno de nosotros se deprime, los otros están allí para ayudarlo, darle ánimos y manifestarle una amistad fraterna.
El joven J. víctima de un accidente de automóvil que le causó un traumatismo craneal, me pide un cigarro al menos cinco o seis veces al día. Mi reacción es sugerirle que se compre una cajetilla. Súbitamente me siento avergonzado, egoísta. Así que prendo uno y se lo pongo en los labios. Me responde con una sonrisa y un gruñido, un agradecimiento apenas comprensible, para luego desaparecer encogido en su silla eléctrica, siendo apenas capaz de sostener el cigarrillo entre los dedos.
Quieren saber la razón por la cual nunca les había dicho que era escritor. ¿Qué importancia tiene eso aquí?
SALIDAS EN GRUPO
Nos las proponen a menudo (cine, picnics, encuentros) pero los pacientes las evitan. P. me dice riendo desde su silla de ruedas: “Van puros minusválidos.” P. es un joven al que le amputaron una pierna. Una vez fue a uno de esos encuentros. Cuando le pregunté si se había divertido, me dijo: “Nos agrupan en para(pléjicos), tetra(pléjicos) y trauma(craneales). Una fiesta de lisiados. Angustia absoluta.
“TÚ” Y “USTED”
Las autoridades que dirigen a los auxiliares y a los enfermeros insisten en la necesidad de hablarle a los pacientes de “usted”. Aplicar esto de manera rigurosa podría tener efectos catastróficos. A los pacientes jóvenes no les gusta que les hablen de “usted”. Muchos enfermeros los llaman por su nombre y tienen razón. A mí los enfermeros me hablan de “usted” mientras que a Ph. y Ch. los llaman por su nombre. ¿Será acaso mi edad? Cuando les pregunté por qué, me hizo gracia saber que es por tratarse de mi profesión. No se atreven a hablarle de “tú” a un profesor de universidad. Me parece curioso, pues ese título no causa ningún efecto en mi relación con otros pacientes. Algunos de ellos han encontrado artículos sobre la reedición de mi libro Retorno a Berlín*** que acaba de publicarse en versión de bolsillo. Quieren saber la razón por la cual nunca les había dicho que era escritor. ¿Qué importancia tiene eso aquí? Simplemente habría sido una barrera cultural para algunos. Me imagino que pensarán cosas como, “está aquí, igual que todos nosotros, ¿de qué le sirve toda esa cultura?”
El enfermero R., con quien hablo cotidianamente, me dice: “Es curioso, cuando estoy en mi casa, pienso en usted”. Él todavía mantiene las distancias que dicta el protocolo y me dice que no se atreve a tutearme. Es curioso cómo esa jerarquía está presente en su mente. Yo tuteo a la mayoría de los fisioterapeutas, pero no a los vigilantes. Solamente a uno de ellos, a Ch. a quien casi no conozco.
Entre los pacientes hay una extrañafraternidad, el tuteo es normal, sea cual sea la edad o el nivel de conocimiento. La comunidad creada por este destino derriba muchas barreras, como la timidez o el pudor, como si estuviéramos más allá de las relaciones interpersonales normales a través de una experiencia trágica común. Recuerdo a una jovencita, víctima de unaccidente de auto, que solía fumar un cigarro conmigo después de ducharse. En una ocasión, una enfermera nos interrumpió para decirle que su bata de baño le dejaba al descubierto las nalgas. El comentario nos pareciófuera de lugar y ella le respondió con cierto disgusto: “Es mi culo, no el tuyo”. Y continuamos nuestra conversación sobre la música de Schönberg.

SEDUCCIÓN
D. me propone participar en un programa de radio para hablar sobre la seducción en el hospital. El tema me sorprende, pero también me intriga. La periodista es un tanto inexperta y hay que saber interpretar cuáles son sus verdaderas preguntas. “¿Es usted sensible a la seducción femenina dentro del hospital?” “¿Si es así, la siente más presente entre las empleadas o en las otras pacientes?” “¿O en ambas?” Le pregunto por qué, en su opinión, las relaciones de seducción de la vida normal cambiarían o se interrumpirían dentro del hospital. La periodista no se atreve a responder, pero vuelve a preguntarme: “¿Es usted sensible a la seducción femenina?” Se me ocurre provocarla: “Cuando veo a Myrtille salir de la ducha”. Myrtille, una bella jovencita con la médula lastimada que está allí presente, se muere de risa.
DANTE
Recuerdo del Infierno de Dante: “Todo el que entre aquí, que abandone toda esperanza.”
KANT
Kant resume su Crítica de la razón pura en tres preguntas fundamentales:
- ¿Qué puedo conocer?
- ¿Qué puedo hacer?
- ¿Qué puedo esperar?
Y afirma que estas tres preguntas se desprenden de una sola: “¿Qué es el hombre?”, fundamento de su Antropología filosófica.
Después del archipiélago de sueños pasados y el presente de mi situación, la reeducación me parece en ocasiones una antropología de la esperanza.
NOTAS DEL TRADUCTOR
* Término para referir a una producción colectiva idealizada, basada en la figura del minero soviético Alexei Stakhanov.
** Transferencia en este contexto se refiere a la acción de trasladarse de la silla de ruedas a alguna otra superficie, como la cama, el baño, otra silla.
*** Esta obra es una mezcla de libro de viajes, ensayo y autobiografía, donde Palmier explora la ciudad de Berlín en su extensión histórica y estética. Se publicó en 1989 y lo reeditó en 1997 la editorial francesa Payot.

