HAMLET: Dirás este pasaje en la forma que te le he declamado yo: con soltura de lengua, no con voz desentonada, como lo hacen muchos de nuestros cómicos; más valdría entonces dar mis versos al Pregonero para que los dijese. Ni manotees así, acuchillando el aire: moderación en todo; puesto que aun en el torrente, la tempestad, y por mejor decir, el huracán de las pasiones, se debe conservar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión… Ni seas tampoco demasiado frío; tu misma prudencia debe guiarte. La acción debe corresponder a la palabra, y ésta a la acción, cuidando siempre de no atropellar la simplicidad de la naturaleza.
—WILLIAM SHAKESPEARE
Corren tiempos de miedo, nada nuevo; vértigo frente al paso acelerado de la tecnología que envejece frente a nuestros ojos antes de que las manos hayan aprendido a manipularla. Huelgas y protestas de guionistas a las que se han sumado los actores ante el temor de verse desplazados por la innovación del momento que los chinos ya copian y malbaratan.
La llamada Inteligencia Artificial, en manos del dramaturgo y director de escena Flavio González Mello, se convierte en I.A. Inteligencia Actoral, una comedia con los diálogos precisos e inteligentes a los que nos tiene acostumbrado. Autor de, entre otras obras, 1822, el año que fuimos Imperio.
Después de una breve temporada el año pasado y tras ser nominada a los Premios Talía, otorgados por la Academia de Artes Escénicas de España, I.A. ahora se presenta en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, desde donde amenaza, esperemos, con repetir el éxito obtenido.
El horror y la ciencia ficción son subgéneros que desde hace tiempo han sido cooptados por el cine. Lejos están en la memoria obras como R.U.R. (1920) del checo Karl Čapek, que dio el nombre de “robot” a los hasta entonces conocidos como autómatas.Ya vendría siete años después Metrópolis de Fritz Lang a popularizarlos; a partir de ahí la lista es larga y desigual, aunque hay que nombrar por lo menos al ya clásico de Ridley Scott, Blade Runner, y por qué no, a Frankenstein.
FLAVIO GONZÁLEZ MELLO, también cineasta, abrevó en todos estas cintas y referentes, se atrevió a llevar a la escena el tema del que todos hablan, que algunos pronostican cambiará el mundo como lo conocemos, y hasta se le menciona como el inicio de una nueva Era. ¿Será, o no?
Ante la duda: Hamlet. Obra que por cierto el autor y director conoce a la perfección, y que llevó a escena también bajo el auspicio de la UNAM hace algunos ayeres. En I.A. Inteligencia Actoral, recurre a la comedia para hablar de nuestro posible futuro inmediato. Un actor, Paco Ramos (Roberto Beck), propone a su director ser cubierto durante su ausencia por un androide, un doble cibernético (maravillosamente interpretado por el mismo actor), programado para actuar exactamente igual que él, confiando en que nadie se dará cuenta de la suplantación. Ni el público ni sus compañeros actores.
Los espectadores habrán de cuestionarse, tanto su percepción de lo que llamamos realidad como la manera en que son percibidos
Enredos, teatro dentro del teatro, el mundo tras bastidores ocurriendo a un ritmo ágil y divertido, sirven para reflexionar sobre el sentido del Ser. Verónica de Alba destaca como la joven asistente, quien está en todo, pero que nunca detecta la suplantación robótica. El director (Juan Carlos Vives), nos llevará por sus pesquisas obligadas en torno a la “Actoralidad”, y con ellas a cuestionarnos el sentido de la Verdad. Las emociones, cuando son simuladas o simplemente reproducidas, ¿son verdaderas?
Cual Segismundos que no saben si despiertan o siguen habitando la ensoñación, los espectadores habrán de cuestionarse, tanto su percepción de lo que llamamos realidad como la manera en que son percibidos. Bergson en su tinta.
AUNQUE NO ES INDISPENSABLE, le recomendamos que antes de ir repase su Hamlet para gozar a plenitud. Dobrina Cristeva, encarna a una actriz madura que vive de sus viejas glorias, y como buena diva aún ejerce sus apetitos, aunque no sepa que estos son “consolados” por un amante programado a satisfacer a los humanos con todos sus circuitos. Aunque sea en camerinos, la Gertrudis que se prepara para el estreno, consuma la relación edípica que muchos adivinan en el original shakespereano.
González Mello nos dice:
¿Qué tan parecidas son nuestras rutinas de comportamiento a los algoritmos cibernéticos con los que convivimos cada vez más? ¿Somos nosotros quienes diseñamos los algoritmos, o son estos los que rediseñan nuestro comportamiento?
Cae el telón. El público aplaude ante lo que cree es un final contundente. Pero no, aún falta una vuelta de tuerca. Un epílogo que, podrá gustarle o no, cierra la reflexión, o más bien nos la deja de tarea con un final que, si me lo permiten, bien podríamos llamar “piranmelliano”.
