Innocent when You Dream es el título original del libro editado por Global Rhythm como Tom Waits. Conversaciones, entrevistas y opiniones (2008). Como el subtítulo lo indica, se trata de una miscelánea textual a propósito del último maldito de la canción, el poeta de Sebastopol, el poeta del crack of dawn. El material condensado en estas páginas refleja a la perfección el carácter fragmentario y polifacético del cantante, pianista, jazz man contemporizador, baladista, relator de historias.
El libro se divide en tres apartados: “Un parte meteorológico emocional”, “Un jinete lleno de bourbon” y “Ahora vente a casa”. Cada uno corresponde a sus periodos discográficos para Asylum, Island y Epitaph, respectivamente. Recopilado por Mac Montandon, el trabajo reúne testimonios de autoridades del mundo de la cultura. David Fricke, reputado crítico musical, arroja su visión sobre el entramado Waits. El venerado director de cine de culto Jim Jarmusch, que en sus proyectos ha incluido a Tom como actor y cantante, presenta una entrevista. El fenómeno del teatro experimental Robert Wilson y Elvis Costello también aportan comentarios. Sin olvidar el prólogo de Frank Black, líder de The Pixies.
Las conversaciones, entrevistas y opiniones vertidas en el libro, funcionan como una guía ideal para el neófito en la obra del nativo de Pomona, California, que además se declara habitual de Los Ángeles por elección personal. También se incluye la discografía completa y algunos de las reflexiones más mordaces del pensamiento actual.
ENTRE LAS LINDURAS QUE SALEN DE LA BOCA de Waits destacan varias en la primera parte, la que se refiere a sus años de juventud. Hacia 1978, con cinco discos bajo el brazo, declaró a Creem, la prestigiosa revista del controversial Lester Bangs: “La gente que no puede con las drogas se entrega a la realidad”. Durante esa época Tom detestaba el bluegrass mal tocado. Pero sólo una cosa detestaba aún más, y eso era el bluegrass bien ejecutado. Y no deja de advertir: “Cuidado con las chicas de dieciséis años que visten pantalones campana y se han escapado de casa llevando un montón de discos de Blue Öyster Cult bajo el brazo”. Tiempos en que era telonero de Frank Zappa. Por sus palabras nos enteramos que dos de sus escritores favoritos son Jack Kerouac y Charles Bukowski. Y su disco preferido Kerouac-Allen. Revela que comenzó a escribir en paredes de baños públicos. Lo anterior, sumado a la fascinación por Ray Charles, definió el estilo de sus primeros discos: un vagabundo que apesta a cerveza frente al micro, que ataca el piano en una atmósfera de bar de mala muerte poblado por fumadores empedernidos, mientras con voz ronca canta poemas beat sobre huevos a medio freír y aventuras de esperpentos venidos del frío.
En sus años de aprendizaje, Waits fue recogiendo bártulos en el camino, se casó, cambió de disquera y su sonido evolucionó. Sus dos últimos trabajos para Asylum, Blue Valentine (1978) y Heartattack and Vine (1980), si bien conservaban la aventura jazzy, el spoken word y el blues, mostraron una impronta rock. Sello que sería determinante en sus nuevas experimentaciones musicales.
La trilogía formada por Swordfishtrombones (1983), Rain Dogs (1985) y Frank’s Wild Years (1987), lo convirtieron en una leyenda viviente. Habituado a crear personajes, Waits pasa del fugitivo de la justicia al operachi romántico, al predicador, al jinete negro. Se rodea de músicos de la vanguardia neoyorkina como Marc Ribot, o de respetables veteranos como Larry Taylor o Greg Cohen. Tiempo después participarían en sus grabaciones Flea, Les Claypool, Charlie Musselwhite, John Hammond, Keith Richards de los Rolling Stones, David Hidalgo de Los Lobos.
El tránsito por el jazz, el blues y el protopunk llevaron a Waits a convertirse en un indiscutible del pop original. Los 80 y 90 fueron décadas afortunadas. Ya nada lo detuvo. Recogió de todo en su trabajo: country, punk, grunge. Su voz, antes aturdida por el abuso de tabaco y whiskey, se volvió más gutural y cavernosa, como si llevara cien años anunciando las propiedades de algún tónico inútil en los poblados olvidados de Texas. Nada ha cambiado, Waits sigue a pie por Los Ángeles, pero amenaza con mudarse: “Quizá acabemos en Missouri. Quiero un lugar donde pueda plantar rosales. Sentarme en el porche con una escopeta y quedarme con todas las pelotas que pierden los niños. Enloquecer. No las lancen a mi jardín”.
Luego se refiere a su carrera como a un perro: “A veces viene cuando lo llamas. A veces se te sube en el regazo. A veces rueda por el suelo. A veces no hay forma de que haga nada”. Y así, montado en el éxito y afincado en Nueva York, se precipita hacia el 2000.
La última parte del libro arranca con el lanzamiento de Mule Variations, que según David Fricke es la obra maestra de Waits, en el sello Indi Epitaph. Su antecesor, Bone Machine, ganador del Grammy, apareció en 1992, siete años antes. Así que su regreso fue tomado por la crítica y el público como una resurrección neón. Por fin se ha mudado de vuelta a California, a Santa Rosa, a 110 millas deSan Francisco, y sigue preguntándose si “habrá night-clubs en el cielo”.
El sonido del Waits de Epitaph es cada vez más imbricado. Su pasión por percutir martillos, cubos, tubos en superficies diversas, se vuelve obsesiva. Filtra su voz, como si no hubiera ya suficientes efectos en ella. Es como un Kafka que en lugar de aprovecharse de su fama y dirigirse hacia el gran público, se replegara más en su propio Proceso.
Tres décadas es demasiado tiempo para resumirse en 375 páginas, sobre todo para una discografía prolífica hecha por un músico que alternaba sus primeras inclusiones en el shou bisnes con trabajos diversos como cocinero, taxista, despachador de gasolina, sacaborrachos, lavaplatos o mesero. Un Waits que en los últimos años fue aficionado a los libros de medicina. El lector y el quisquilloso iniciado se verán recompensados porel humor inteligente e hilarante de Tom Waits, regado por todo el libro como miel de maple sobre hot cakes rancios, como cuando, ante tanta insistencia sobre el porqué de su profesión, sólo alcanza a responder: “Tenía que elegir entre el mundo del espectáculo o una carrera en la refrigeración y el aire acondicionado”.