Música de hospitales

Música de hospitales
Música de hospitales Foto: Imagen: Cortesía del autor

Pasé 19 días con mi mamá en un cuarto de hospital, cuidándola después de dos operaciones. Fue como una terapia de choque 24 / 7: la vida te pone de cabeza total con el equilibrio personal roto. La experiencia será material para una crónica. Sólo diré que, si para nosotros fue una pesadilla interminable en aquella clínica de tres estrellas en medio de la nada, con desabasto de medicamentos y la carrera contra la muerte por conseguirlos, para los que pasan esto en hospitales públicos es La Divina Comedia. Lo otro, lo que nos mantuvo cuerdos, lo que evitó que yo trepara por las paredes y el techo de la desesperación (con todo y los Cuentos inolvidables según Julio Cortázar) y que mi mamá muriera de tanto sufrimiento y postración, fue la música de YouTube.

Fui su diyei. Además, mi mamá me pedía que le sintonizara la misa del día y por lo menos un misterio del rosario. A veces el de la Virgen de Lourdes, la patrona de los enfermos, todas las tardes en vivo. Traía su escapulario de Lourdes que le até en la cabecera hasta que pudo ponérselo. Confieso que un par de noches me sentí como su barquero y oré por ella porque es lo único que puedes hacer. Además del pensamiento mágico vimos La Pantera Rosa y películas tipo 1492: La Conquista del Paraíso, Naúfrago y Capitán de Mar y Tierra. Sólo procuré que su música favorita sonara en un continuum.

LOS CANTOS GREGORIANOS LA ABURREN, su fe está en la música barroca, la romántica y la clásica. Albinoni encabeza su top 5, se teletransporta con el “Adagio en Sol Menor” y lo quiere en su funeral, así como los “Conciertos para Oboe y Violín”. Bach, por los “Conciertos de Brandenburgo”, la “Misa en Si menor”, la “Pasión según San Mateo” y las Cantatas. Händel, por el célebre oratorio coral “El Mesías” y las tres suites de “Water Music” inspiradas en el río Támesis. Vivaldi, por sus conciertos para flauta y violín, todos geniales, en los que se incluyen las famosas “Cuatro Estaciones”. Y Beethoven, por la 5ª Sinfonía y por el “Himno a la Alegría” de la 9ª. Le presenté las sonatas para violín de Tartini, las aprobó como el cool jazz de Miles Davis, Chet Baker y Stan Getz.

También me pedía los conciertos de sus directores favoritos, como Nikolaus Harnoncourt, de la Orquesta Sinfónica de Viena, que falleció en 2016. Es su jit en vivo, verlo dirigir con sus ademanes y gesticulaciones es un espectáculo aparte, nunca vi a nadie vibrar así la música. Mi mamá adora su ¡Aleluya!, sacra de Händel, Bach y Vivaldi, la “Magnificat en D mayor” de Bach, y las sinfonías de Mozart que son cientos y parece que las interpretó todas. Herbert von Karajan, el polémico director de la Orquesta Filarmónica de Berlín, por su insuperable dirección de la 9ª Sinfonía, la Coral de Beethoven, a mi mamá la eleva. Y André Rieu, el violinista holandés y director de la Orquesta Johann Strauss que convierte sus conciertos en espectáculos con artistas locales de cada país. Su obertura “O Fortuna” de Carmina Burana en Maastricht es monumental. Sin música no hubiéramos salido vivos y cuerdos de ahí.

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