Silvina Ocampo, el misterio de lo cotidiano

La representación de imágenes oníricas, la ruptura de la lógica y la creación de una atmósfera ambigua y misteriosa, caracterizaron el estilo de la escritora argentina Silvina Ocampo, así como su capacidad para convertir lo extraño en un suceso cotidiano. También llevó su manera de entender lo fantástico a la literatura con temas como las pesadillas, la locura, lo marginal y la infancia.

El escritor Italo Calvino publicó en Italia la antología de sus cuentos, Porfiria, en 1973.
El escritor Italo Calvino publicó en Italia la antología de sus cuentos, Porfiria, en 1973. Foto: Fuente > Billiken

El tiempo es misterioso: un minuto es eterno

y una vida a veces no ocupa ni un minuto.

¿Por qué hablaré del tiempo?

Porque he de ser el tiempo.

SILVINA OCAMPO

Silvina Ocampo tiene la certeza de una realidad múltiple donde los hechos no son unívocos. La vida es ambigua, es territorio de la incertidumbre; la eternidad y el instante son uno y lo mismo. No existe la dualidad, lo bueno, lo malo, lo bello y terrible son percepciones, lo sentimos en su poesía y narrativa. La gran aspiración de un artista es brindar experiencias y si son reveladoras, mejor. El creador inventa, nos perdemos en su ficción, los límites entre el mundo tal como lo conocemos y el universo del autor se desdibujan. Silvina Ocampo lo logra, seduce, envuelve, exige un lector atento, quien la lee sin plena atención recibe la inquietud de dudar de sí mismo. Así nos confronta y obliga a releerla, en ese acto nos conquista, entonces lo contradictorio se vuelve aparente y su literatura se agiganta.

Sus palabras inundan, penetran, asentimos con ella:

Yo vivo, muero y ardo; yo me anego,

tengo calor cuando me asedia el frío:

mi vida es blanda y demasiado dura,

en mis penas se mezcla la alegría.

A veces río cuando estoy llorando,

es goce algún momento que padezco;

mi bien se desvanece y siempre dura (…)

Silvina Ocampo nació en 1903 y murió en 1993, en Buenos Aires, Argentina. Como lo dice la biografía escrita por Mariana Enríquez, fue La hermana menor de una familia muy acomodada. A pesar de vivir en un país de habla hispana, sus padres decidieron darle como lengua materna el francés y en segundo lugar el inglés. Sus primeros textos los escribió muy niña, en inglés, al parecer se le facilitó más la gramática de ese idioma. Eran largas cartas a amigas reales e imaginarias. Se educó con institutrices extranjeras y después estudió arte en Europa. Tomó clases con Giorgio de Chirico y Fernand Léger, en ese tiempo se hizo muy amiga de Italo Calvino. Tuvo exposiciones individuales y grupales de su obra plástica y, aunque siempre dibujó, su decisión de ser escritora fue muy clara.

Se casó con Adolfo Bioy Casares en 1940, ella tenía 37 años y él 26. En 1937 Silvina había publicado su primer libro, un volumen de cuentos: Viaje olvidado. Las figuras de su esposo, su hermana mayor Victoria Ocampo, y el gran amigo de la familia, con quien se involucró en varios proyectos: Jorge Luis Borges, acaparaban la atención del medio literario local y fuera de su país. Silvina nunca trabajó por dinero, su voluntad de ser escritora fue persistente, a pesar de no contar con el favor de la crítica. Publicó libros de cuentos, poesía, teatro, cuentos infantiles, novela y antologías en colaboración con su esposo y Jorge Luis Borges. Cuando Mariana Enríquez dio a conocer La hermana menor, en 2014, sus libros casi ya no circulaban en librerías.

SILVINA OCAMPO TUVO UNA GRAN CAPACIDAD para mirar con ojos infantiles, con frecuencia se ha dicho: “los niños de sus cuentos son crueles”. Sin embargo, ese juicio es una mirada adulta, ella capta de manera magistral cómo la amoralidad y la ternura están unidas en la infancia. La trama de sus historias transcurre en escenarios domésticos, ahí, hechos en apariencia irrelevantes se vuelven perturbadores. A través de sus personajes la realidad se construye con la percepción. Sus narraciones provocan en el lector un estado de expectación, de incertidumbre, lo más simple puede ser sorprendente. Los diálogos internos de jóvenes, niños o adultos, son tan verosímiles que, por momentos nos sentimos ellos. Muestra con crudeza las emociones y de qué somos capaces.

CAPTA DE MANERA MAGISTRAL CÓMO LA AMORALIDAD Y LA TERNURA ESTÁN UNIDAS EN LA INFANCIA. LA TRAMA DE SUS HISTORIAS TRANSCURRE EN ESCENARIOS DOMÉSTICOS, AHÍ, HECHOS EN APARIENCIA IRRELEVANTES SE VUELVEN PERTURBADORES.

Cada poema y cuento tocan de manera profunda, honesta, lo humano; eso inclasificable, fuera de todo estereotipo. Tal experiencia tiene un impacto a veces aterrador, las intenciones y actos de sus protagonistas generan tensión, hacen evidente cómo los valores son algo impuesto, no fluyen de la conciencia y, si somos honestos, podemos reconocernos en ese proceder, por eso nos desestabiliza. Varios críticos hablan de Silvina Ocampo como escritora de literatura fantástica, en sus páginas hay una mezcla de hiperrealismo y ambientes oníricos.

Sus últimos dos libros: Y así sucesivamente y Cornelia frente al espejo, los escribió cuando padecía alzhéimer. En ellos se manifiesta su preocupación por el sentido de la vida, la necesidad de vínculos profundos y cuán frágil es la identidad. Quizá, gracias a su enfermedad, logró el milagro de seleccionar las palabras precisas para crear un equilibrio entre imágenes peculiares, ritmo, giros inesperados con un choque emocional tremendo y con ello las convenciones de la lógica. En su obra la muerte es un enigma, así como también un espejo donde se reflejan nuestros temores y esperanzas y, al mismo tiempo, como lo más común y trivial.

Silvina Ocampo recuerda que nada es predecible, las posibilidades infinitas nos aterran, por eso la mente se esfuerza en sistematizar, pero la lógica es un artificio. Todo es ambiguo, aceptar la complejidad es liberador. Vivir de manera trivial, evadir o negar nuestra oscuridad nos convierte en seres banales, superfluos. Lo cotidiano ofrece preguntas, si las aceptamos, al indagar en nuestros miedos y deseos, abrimos la puerta al infinito.