Creedence Clearwater Revival es quizá el grupo de rock más popular en el mundo, con su estilo único de amalgamar swamp blues + rock sureño + country + folk + psicodelia, en lo que la mercadotecnia llamó el sonido bayou por su disco y canción. Lo cierto es que los Creedence eran de California y nunca pisaron aquella región sureña de ciénagas y pantanos en Luisiana. Cuarteto fugaz que en un lustro publicó siete largas duraciones, cinco se convirtieron en disco de platino con un millón de copias vendidas, y se anotaron 14 éxitos de Top Ten radiofónico entre 1968 y 1972. Todo el material lo escribió, arregló y produjo John Fogerty. Los demás, su hermano Tom, el bajista Stu Cook y el baterista Doug Clifford, eran los músicos de acompañamiento. Pero chamaquearon a John. Saul Zaentz, el productor de cine y dueño de Fantasy Records, lo hizo firmar “el peor contrato discográfico en los Estados Unidos”. Ese contrato retuvo los derechos de las canciones desde 1972 hasta 2023, año en el que Fogerty logró recuperarlos a través de Concord Records, que en 2004 compró Fantasy. Vivió 50 años sin tocar sus canciones, mirando a Zaentz cobrar por usarlas en películas, series y comerciales de televisión, mientras que Cook y Clifford revivían y explotaban a un Creedence Clearwater Revisited, haciendo giras con un remedo de grupo desde los noventa, cuando el hermano Tom murió de SIDA por una transfusión. John no recibió un centavo, puras demandas por plagio y pleitos legales.
EN CUANTO LOGRÓ RECUPERAR sus canciones, casi a los 80 años, puso en marcha su venganza disfrazada de celebración: regrabarlas con ayuda de su familia en el disco Legacy: The Creedence Clearwater Revival Years (Concord), 20 clásicas reinterpretadas con sus hijos y una banda de cuatro veteranos (músicos de Bob Dylan, Don McLean, Edie Brickell). En esa movida resanó su ego y su cuenta bancaria. Al igual que otras estrellas como el fallecido Ozzy, Roger Waters y Taylor Swift, Fogerty se aseguró de no volver a pagar un centavo de regalías a nadie, mucho menos a Zaentz y a los listillos de Cook y Clifford, quienes se inflaron durante treinta años con su remedo pagando su moche a Fantasy sin escribir una sola canción. Es puro orgullo, dinero y amor propio, no hay nada nuevo, son las viejas canciones que conocemos con un sonido muy cuidado, blanqueado y pulcro, sin las asperezas ni el cochambre originales que eran parte del estilo de Creedence. Son temas limados y barnizados, como un marco nuevo para proteger las letras de Fogerty que siguen siendo enormes. Por supuesto que la voz trabajadora se oye cansada, pero el mensaje continúa tan vigente como el hijo de un político que se sale con la suya.
El disco apareció en todos los formatos: vinilo, CD y en plataformas, acompañado de la gira mundial The Legacy Tour, que se detendrá por estas Tierras de Nadie el 29 de septiembre en el Auditorio Nacional. Posiblemente sea la última oportunidad de disfrutar al hijo descremado.