Annie Ernaux se prometió a sí misma: “Escribiré para vengar a mi raza”. En su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en 2022, cuenta cómo a los veintidós años anotó esa frase en su diario: “lapidaria, irrefrenable, con toda su violencia”, fue un eco a las palabras de Rimbaud: “Soy de raza inferior por toda la eternidad”.
Ernaux comparte: “de mis antepasados, hombres y mujeres esforzados en tareas que les hicieron morir pronto, recibí la fuerza y la rabia suficientes”, para convertir a la literatura en una forma de emancipación, para hablar desde su “voz de mujer y tránsfuga social”.
Convirtió sus historias de vida en objeto de estudio. Estaba segura de que, al comprenderse, al tener voz y desmenuzar cómo construyó su mirada, podría encontrar lo que es común a todos. El fin de esto era mostrar cómo los sistemas políticos y sociales se configuran para perpetuarse.
Su propósito es someter a las personas, en su afán de tener seres dóciles, dispuestos a reproducir las estructuras de poder. Uno de sus libros más famosos, Los años, reseña de forma muy minuciosa, desde los elementos más visibles hasta los más sutiles, cómo se crea un estándar. Después, los individuos lo adoptan, se sienten orgullosos de hacerlo y se identifican con él.
ANNIE ERNAUX NACIÓ EN 1940, el pasado 1 de septiembre cumplió 85 años. Fue concebida en una familia de comerciantes de un poblado pequeño. Sus padres no hablaban de pobreza, tampoco de abundancia de recursos, y no ejercían los roles tradicionales de mujer y hombre. Su madre leía novelas en la trastienda, entre la atención de un cliente y otro. La escritora dice de su mamá: “me prefería leyendo más que cosiendo y tejiendo”.
En su literatura, Ernaux denuncia cómo cada clase o grupo social construye códigos propios, exclusivos. Sus miembros los interiorizan, se vuelven casi inamovibles, son el soporte donde se delimitan las fronteras entre los conglomerados sociales, condicionan la percepción del grupo, lo compactan. Símbolos, intereses, valores, son las trincheras de la identidad, forjan el sentido de pertenencia, la cultura y también el rechazo a lo diferente. En sus años de juventud escribió:
[…] ser una mujer suponía un pesado lastre con respecto a ser un hombre en una sociedad donde los roles estaban definidos según el sexo, la contraconcepción estaba prohibida y la interrupción del embarazo se consideraba un crimen.
Explicó así su conflicto: “En pareja y con dos hijos, docente de profesión y con la intendencia familiar a mi cargo, me alejaba día a día, cada vez más de la escritura y de la promesa de vengar a ‘mi raza’ ”.
VENGAR A SU RAZA FUE PARA ELLA: “Escribir para entender las razones, dentro y fuera de mí, que me habían alejado de mis orígenes”. Para Annie Ernaux la literatura es un acto político. A pesar de que la crítica ha llamado a su obra autoficción, ella nunca buscó una carrera profesional como escritora. En su lugar, se dedicó a dar clases y, sólo después de jubilarse, se entregó por completo a la escritura. Sus libros confrontan sin pudor los conflictos comunes a todos: las diferencias maritales y la opresión de las costumbres en La mujer helada; su travesía para practicarse un aborto cuando era un delito: El acontecimiento; el Alzheimer de su madre: No he salido de mi noche; su cáncer de mama: El uso de la foto; o su relación amorosa con un hombre mucho menor: El hombre joven; por mencionar sólo algunas de sus novelas.
Denuncia las desigualdades sociales, económicas y culturales, al mostrar cómo afectan la vida cotidiana.

CONVIRTIÓ SUS HISTORIAS DE VIDA EN OBJETO DE ESTUDIO. ESTABA SEGURA DE QUE, AL COMPRENDERSE, AL TENER VOZ Y DESMENUZAR CÓMO CONSTRUYÓ SU MIRADA, PODRÍA ENCONTRAR LO QUE ES COMÚN A TODOS
ERNAUX USA SUS EXPERIENCIAS DE VIDA como un referente para confrontar juicios, clichés y estereotipos, cuestiona los rituales sociales y familiares, el género y las formas en que articulamos la memoria. Para lograrlo evita idealizar los recuerdos, no los endulza, describe de forma meticulosa los hechos. Su escritura es una forma de resistencia y reivindicación. Al narrar su vida no quiere conmover, se expone sin temor al juicio; nombra sin vergüenza. Eligió la transparencia y sobriedad, su lenguaje es preciso, directo, sus frases breves, contundentes, de una fuerza excepcional. Renovó la forma de transmitir la experiencia humana.
¿Por qué debe avergonzar no hacer lo correcto, no saber pronunciar, desconocer los protocolos de comportamiento o la ignorancia? Para la autora, quienes cuidan de una moralidad y miran con condescendencia a quien no encaja son los mismos que critican y corrigen con rudeza; sin ser conscientes, protegen la estructura que los oprime. Su literatura denuncia las formas de dominación enquistadas en la cultura. Quiere dar valor a la dignidad, por encima de conservar cualquier orden. Annie Ernaux se ha preguntado a lo largo de su vida si el éxito individual compensa las humillaciones y ofensas sufridas por ser diferente, por pensar distinto, por ser mujer. Explora cómo lo trivial puede revelar verdades profundas sobre la condición humana.
Vengar a su raza no significó castigar a otros por ofensas o sufrimientos. Fue un acto de autorreconocimiento que consistió en hacer evidente para todos lo que era obvio para ella. Para Ernaux, lo subjetivo se convirtió en un camino para señalar necesidades individuales sin buscar validación. Su compromiso de venganza nos invita a dejar de llamar marginales a quienes no se ajustan a los estándares o cánones. Hacerlo es un primer paso para atrevernos a reconocer qué nos da vergüenza decir en voz alta.


