HUMANIDAD MÍNIMA

El tema son los relojes

El tema son los relojes Foto: Cortesía del autor

ESCRIBO EN DOMINGO. Me pongo frente a la pantalla a 1:00 de la tarde. Junto información sobre el Big Ben para hacer una nota acerca de La señora Dalloway de Virginia Woolf para el programa de televisión en el que colaboro. El tema son los relojes. Mientras capturo un fragmento de la novela en el que Clarissa Dalloway pierde los nervios, me acuerdo de la película Las horas, un trabajo derivado de esta misma historia. En el comienzo de la película, la voz de Nicole Kidman recrea la carta de suicidio en la que Woolf le habría escrito a su esposo, Leonard, lo siguiente:

Tengo la certeza de que me estoy volviendo loca otra vez. Siento que no podemos atravesar otra de estas terribles temporadas. Y no voy a recuperar este tiempo. Empiezo a escuchar voces, y no puedo concentrarme. Por eso hago lo que parece mejor. Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido todo lo que una persona puede ser. No creo que dos personas han sido más felices hasta que esta terrible enfermedad llegó…

En el libro La melancolía creativa, el neuropsiquiatra Jesús Ramírez Bermúdez retoma este mismo fragmento como uno de varios ejemplos sobre la relación entre la creatividad y las psicopatologías. Ramírez Bermúdez nos dice que esta conexión entre los trastornos mentales o de ansiedad —antes estudiados bajo el gran paraguas del concepto de neurosis— y los impulsos creativos, es más que una intuición poética. En la década de 1980, nos cuenta el autor, la neurocientífica estadunidense Nancy Coover Andreasen estudió a quince escritores y quince sujetos de control, encontrando que 21% de los familiares de los escritores tenían algún diagnóstico psiquiátrico, mientras que sólo el 4% de los familiares en el grupo de control sufrían algún trastorno de este tipo; Andreasen habría encontrado también que en su muestra el 73% de las personas dedicadas al trabajo creativo cumplían con criterios para un diagnóstico psiquiátrico, contra sólo el 13% en el grupo de control. Ramírez Bermúdez cita algunos estudios más en este sentido, y hace un repaso de una cruel lista de escritores como Stefan Zweig, Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga y Alfonsina Storni, cuyos padecimientos afectivos los llevaron al suicidio.

PASAN CUATRO HORAS DESDE QUE COMENCÉ a acomodar los fragmentos. Comienza a llover. El año 2025 ha sido particularmente oscuro en sus tardes, llenas de nubarrones y ventiscas. Me asomo al balcón de mi habitación. Adonde mire, todo ha tomado los colores de la lluvia; negros pálidos, azules ocultos, amarillos terrosos. La lluvia nos tiene cansados, pero la memoria es muy corta. En el transcurso del 2024 se repitió muchas veces la palabra sequía. Con una búsqueda rápida en los portales de noticias se pueden encontrar escenas dramáticas para ilustrar esto. La más recordada será probablemente la del lago de Zumpango, convertido en una zona árida, un desierto con lanchas encalladas y grietas profundas.

Escribo en domingo. Otro domingo de lluvia, poca luz y tedio; y nadie sale, todo es acontecimiento y penumbra, bruma, privilegio vacío y razón olvidada.

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