Alfonso Reyes en Brasil. Mirador para una pluma brillante

El historiador Alberto Enríquez Perea ha publicado más de 30 ensayos sobre la obra de Alfonso Reyes, y en 2024 recibió el Premio Internacional que lleva el nombre del escritor. El Cultural ofrece a sus lectores un texto sobre la experiencia del “regiomontano universal” durante su larga estancia en Brasil, país que fue entrañable para él y al que le dedicó El Brasil en una castaña y Romances del Río de Enero

Alfonso Reyes en Brasil. Mirador para una pluma brillante
Alfonso Reyes en Brasil. Mirador para una pluma brillante Foto: Arte digital > Belén García > La Razón

Alfonso Reyes nunca se imaginó que su estancia en Brasil (1930-1936) iba a ser muy importante en su vida y en su obra. En su vida, porque se encontró un mundo tan rico en posibilidades materiales y espirituales como las que estaba experimentando la sociedad y el Estado brasileños a partir de su modernización cultural y política. En su obra, porque seguía escribiendo en esa prosa y versos tan reconocidos. El testimonio de eso fue El Brasil en una castaña y Romances del Río de Enero.

ALBERTO ENRÍQUEZ PEREA │ Alfonso Reyes en Brasil. Mirador para una pluma brillante
ALBERTO ENRÍQUEZ PEREA │ Alfonso Reyes en Brasil. Mirador para una pluma brillante ı Foto: Especial

“Para entender las cosas hay que partir de sus orígenes”, decía Reyes. Con el fin de conocer el principio de la vida hay que empezar por “la tradición bíblica del Génesis o [por] la tradición helénica de la Teogonía de Hesíodo”. Pero el escritor regiomontano empezó por lo que su inteligencia e invención le dictaba para decir que “todos estamos de acuerdo en que el Brasil no fue creado desde el origen del mundo, sino un poco después: unos cuantos millones de siglos más tarde”.1 No fueron los dioses inmortales, ni el dios único, ni los brujos ni chamanes los inventores de ese mundo, sino lo hizo “un artista joven”, nos aseguró Reyes. Y el joven genio dispuso de “enormes cantidades” de cuatro elementos —tierra, agua, aire y fuego— de suerte que casi desequilibró la proporción del planeta”.2

EL JOVEN ARTISTA, “usó una mole de tierra tan inmensa que, aunque tenía encargo de fabricar una comarca, más bien fabricó un continente metido dentro del continente americano”. Lo mismo hizo con el agua. El volumen fue tan grande que “en las cataratas del Iguazú, en la cuenca del Amazonas y en otras redes fluviales, estuvo a punto de absorber toda la humedad atmosférica y todo el líquido de los océanos, al grado que la desembocadura del Marañón, más que una desembocadura, es un combate de igual a igual entre dos mares”.3

Igual cosa pasó con el aire. Era tal la cantidad que el lozano artista tomó, y “creíble” es, que dispuso “de la atmósfera de la Luna”. Sin embargo, otras “autoridades” estaban en desacuerdo en este punto, pues sostenían “que el planeta tuvo que exprimirse como una esponja para ceder algunas de sus emanaciones interiores”. Y “usó tan intensas calidades del fuego, que grandes porciones del suelo comenzaron por carbonizarse y luego llegaron a la suprema cristalización del diamante —que no es más que una exageración del carbón—, la corteza terrestre se empapó de sudores vegetales, determinando así una feracidad natural casi inconcebible, y que todavía, en el verano, sobre el asfalto de las avenidas y a las doce del día, suelen algunos humoristas preparar unos huevos fritos con el solo calor del Sol”.4 Por fin, el artífice de tan especial belleza terminó su trabajo encantado. Allí estaba su creación para deleite y goce de todos los que llegaran a este paraíso.

Sí, el paraíso existía y era inmensamente verde. Una floresta que el Mar Océano moja por un costado y donde hay bahías de singular belleza como las de “Victoria, Río de Janeiro y Santos” y Guanabara que “es más bella acaso que Nápoles, Constantinopla o Sydney. Contiene dentro de un conjunto pintoresco de islas, desde las extensas y habitables hasta los peñones ariscos donde no hay agua. En su alrededor, las montañas se levantan pronto a mil metros, formando un espacioso cerco de cimas escalonadas, con tendencia a los picachos del tipo del célebre Pan de Azúcar”.5 Esta formación es una “catedral gótica, nimbada la cumbre en juegos de nube y sol y atronada abajo por la artillería de las olas”.6

LA SELVA ES TAN “CERRADA” que para abrirse paso se hace “con el hacha por entre lianas que llegan a correr varios kilómetros”. Las cascadas que hay en este grandioso territorio no tienen “rival en el mundo”.7 Y el Amazonas es un río “mitológico, cuya magnificencia enloquece a los descubridores; cuya corriente, así como la fauna o la flora de las tierras que fertiliza, parecen contempladas a través de un cristal de aumento; en cuyos márgenes se juntan varias naciones”.8

Reyes, además de su prosa y su poesía, quiso dejar una ofrenda en el Jardín Botánico, que frecuentaba para caminar, para contemplar los raros, diversos y vistosos ejemplares del bosque brasileño y de otras partes del mundo, plantas aromáticas y carnívoras, helechos varios y raros. Por lo que trasladó del altiplano mexicano el peyotl o peyote, una “planta mágica” de nuestros indios tarahumaras. Contaba y aseguraba que: “Al hombre en delirio del peyotl, los sones de la guitarra le producen fantásticas alucinaciones coloridas. La planta sagrada del sol —extraño regulador de ese sujeto del verbo ‘ondular’ que llamamos ‘éter’—, no engendra, según aseguran, hábito ni vicio; es, según dicen, medicina del dolor moral”.9

REYES, ADEMÁS DE SU PROSA Y SU POESÍA, QUISO DEJAR UNA OFRENDA EN EL JARDÍN BOTÁNICO, QUE FRECUENTABA PARA CAMINAR, PARA CONTEMPLAR LOS RAROS, DIVERSOS Y VISTOSOS EJEMPLARES DEL BOSQUE BRASILEÑO.

Todo Brasil atraía al bardo regiomontano y para el lugar donde habitaba escribió los Romances del Río de Enero.10 Como en su Ifigenia cruel, aquí también dejó unas notas que no hay que olvidar porque demuestran que lo que estaba haciendo era algo capital:

Once romances, de once cuartetas cada uno, procurando que todos acaben en la décima estrofa, para que la undécima cuelgue, arete o broche. // El romance nos transporta a la mejor época de la lengua, trae evocaciones tónicas; la lengua, desperezada, ofrece sola sus recursos.

Además —ventaja para aprovecharla ahora mismo—, el romance deja entrar en la voz cierto tono coloquial, cierto prosaísmo que se nos ha pegado en esta época, al volver a las evidencias. // Rima asonante: privilegio para no abandonarse. Lo bastante suelta para no mutilar la arborescencia poética de hoy en día. Lo bastante sujeta para que la imaginación crezca al castigo y se nutra con el obstáculo. // Partir el flujo del romance en estrofas, sin duda cediendo a la tendencia estrófica del corrido mexicano, hijo del romance peninsular.11

El primer romance lleva como título “Río de olvido”:

Río de Enero, Río de Enero: / fuiste río y eres mar: / lo que recibes con ímpetu / lo devuelves devagar. // Madura en tu seno el día / con calmas de eternidad: / cada hora que descuelgas / se vuelve una hora y más. // Filtran las nubes tus montes, / esponjas de claridad, / y hasta el plumón enrareces / que arrastra la tempestad. // ¿Qué enojo se te resiste / si a cada sabor de sal / tiene azúcares el aire / y la luz tiene piedad? // La tierra en el agua juega / y el campo con la ciudad, / y entra en la noche en la tarde / abierta de par en par. // Junto al rumor de la casa / anda el canto del sabiá, / y la mujer y la fruta / dan su emanación igual. //

El que una vez te conoce / tiene de ti soledad, / y el que en ti descansa tiene / olvido de lo demás. // Busque el desorden del alma / tu clara ley de cristal, sopor llueva el cabeceo / de tu palma real. // Que yo como los viajeros / llevo en el saco mi hogar, / y soy capitán de barco / sin carta de marear. // Y no quiero, Río de Enero, / más providencia en mi mal / que el rodar sobre tus playas / al tiempo de naufragar. // La mano acudió a la frente / queriéndola sosegar. / No era la mano, el viento. / No era el viento, era tu paz”.12

El poeta, sin embargo, nunca olvidaba sus orígenes, su solar, su casa paterna, las primeras novias, amigos, montañas.

ESA SAUDADE QUE LO HACÍA RECORDAR una y otra vez su suelo, sin importar donde estuviera, hizo posible que en Romances del Río de Enero incluyera “Saudade”, recuento de su poética y errante vida amorosa, a veces desventurada, buscando siempre dónde arribar:

¿Qué procuras, jardinero, / si cada plantel deshaces / y sólo siembras y arrancas / arbustos de voluntades? // ¡Qué solo vas por la vida, / amigo de cien ciudades! / En todas criabas amores, / pero todas las dejaste. // Desde el Cerro de la Silla, / al pie de la Sierra Madre, / corre el hilo de tu cuna / como un invisible estambre. // Se enreda entre las memorias / de los años que pasaste, / la Ciudad de los Palacios / que tiene un cielo tan grande. // Si allá junto a Guadarrama / deja tu amistad señales, / junto a Santa Genoveva / hay los recuerdos que sabes. // Fulva la onda del Plata / —de arcilla y no de cristales— / propia urna de tus lágrimas, / tenga piedad de tus males. // Tenga cuita el Corcovado, / donde hoy tu bandera plantes, / de tus talones heridos, / de tus manos implorantes. // Dicen que el mar del trópico / anda una errabunda nave; / dicen que el mar la enamora, / dicen que le ayuda el aire. // Dicen que el grano de arena / se pierde entre sus iguales, / y se confunden las caras / de las hojas de los árboles. // Aquí se ha perdido un hombre: / dígalo quien lo encontrare. / Entre los hombres bogaba, / ya no lo distingue nadie. // Ironía del recuerdo, / que entra por donde sale: / ¡lloraba sus horas muertas, / y las tenía cabales!”.13

Brasil, de tan grandiosa y opulenta naturaleza, hizo decir a Alfonso Reyes que fue feliz mientras no tuvo historia: “La historia empieza por el conflicto”. Y el conflicto iniciaba con “la llegada de los pueblos extraños”. Nuevamente Reyes se expresaba con un elocuente aforismo: “La historia es la piedra que cae en el lago dormido”. Y explicaba el que también hizo historia y escribía sobre historia. En la historia de nuestros pueblos americanos las conquistas no han sido las mismas a través del tiempo. Se conquistó con armas de fuego, con luchas a muerte, se tomó posesión de la tierra, antes; ahora, las conquistas son más sutiles, y son las “económicas, financieras, industriales, agrícolas”. Y, sin embargo, hay que asegurar el “suelo donde se pisa”.

Reyes pedía comprender que,

en un territorio tan inmenso, y tan cegado y estorbado por su misma feracidad natural, constantemente hay que abrirse paso con el hacha y defenderse contra el asalto de la selva o de los desiertos; y la urbanización —que esto es el aseguramiento del suelo— supone una labor incansable.

NUESTRO ESCRITOR Y POETA, QUE SE HA CONVERTIDO EN HISTORIADOR Y ECONOMISTA, ENCUENTRA UNA EQUIVOCACIÓN DE LOS QUE AFIRMAN LIGERAMENTE: ‘AL BRASIL SE LO HA DADO TODO LA NATURALEZA, EL HOMBRE NO HA NECESITADO HACER NADA’.

Por eso, nuestro escritor y poeta, que se ha convertido en historiador y economista, encuentra una “equivocación de los que afirman ligeramente: ‘Al Brasil se lo ha dado todo la naturaleza, el hombre no ha necesitado hacer nada’”. Nada más equivocados. “¡Como si la naturaleza diera alguna vez los elementos ya asimilables y adecuados a la civilización humana!”. Y les recordaba que “La naturaleza no da: el hombre le arrebata”. Lo explicaba con lo que estaba viviendo en Brasil, especialmente, en Río de Janeiro. La pugna constante entre el hombre y la naturaleza,

a la que hay que domesticar minuto a minuto. El simple vecino de la ciudad olvida que hay un ejército de dorsos y brazos desnudos que oscuramente se afanan para salvaguardar la ciudad. El que disfruta de aquella salubridad perfecta no debe olvidar que ella fue la invención de un hombre, Osvaldo Cruz, y que las legiones de mata-mosquitos se encargan de conjurar los contagios de la fiebre. Todo este sustento de lo visible está en lo invisible. Por eso solía decir un clásico brasileño: ‘El Brasil crece de noche’.14


Reyes señaló también las etapas por las que pasó el país, a través de sus trabajadores. Empezó con el sertanejo, el que vive en el sertão “o campo silvestre de tierra adentro”; pasó por el “abuelo bandeirante, héroe de la epopeya nómada, que carga consigo todo su bien, como una tribu de la Biblia, llevando sus familias, sus sacerdotes, su jerarquía de jefe militares. De este tipo se desprenderán sucesivamente el tropero y, al fin, el actual viajante de comercio, como tentáculos de relación entre los poblados interiores”. Llegamos al fazendeiro y terminamos con el paulista, el que hace “vida económica moderna”, sin dejar de mencionar a los forasteros o inmigrantes.

Parque de las Aves en Foz do Iguaçu.
Parque de las Aves en Foz do Iguaçu. ı Foto: Gabrielle Patitucci / Creative Commons

Ya entrado el siglo XX, Brasil sigue siendo un continente con raras y deslumbrantes bellezas naturales, grandes plantaciones, intentos humanos de ir ganando terreno y poblar el inmenso país. Los depósitos de fierro son los más ricos del mundo. Tiene minas de carbón, potencial eléctrico, floresta que era la segunda del mundo, ríos navegables. La industria y el campo tenían sus propias dinámicas y tantas cosas más que aún no se habían descubierto. El país pasaba por otra etapa de su vida. Por lo tanto, se podía decir que, con lo que se conocía, Brasil estaba llamado a ser una gran potencia económica.

Por eso, Reyes señaló en El Brasil en una castaña:

Y de todo ello resulta una hermosa y grande nación que nunca perdió la sonrisa ni la generosidad en medio del sufrimiento, ejemplar a un tiempo en el coraje y en la prudencia, orgullo de la raza humana, promesa de felicidad en los días aciagos que vivimos, fantástico espectáculo de humanidad y naturaleza, cuya contemplación obliga a repetir con Aquiles Tacio: ‘¡Ojos míos, estamos vencidos!’.15

NOTAS

1 Obras completas de Alfonso Reyes. IX. Norte y Sur. Los trabajos y los días. História natural das laranjeiras, Fondo de Cultura Económica, México, 1959, p. 187. [Letras mexicanas].

2 Ibid.

3 Ibid.

4 Ibid.

5 Alberto Enríquez Perea, Alfonso Reyes en los albores del Estado nuevo brasileño (1930-1936), El Colegio Nacional, México, 2009, p. 550.

6 Alfonso Reyes, Curiosidades de coleccionista, presentación y selección de Alberto Enríquez Perea, El Colegio de México, México, 2019, p. 144.

7 Alberto Enríquez Perea, op. cit., p. 547.

8 Alfonso Reyes, Curiosidades de coleccionista, p. 144.

9 Obras completas de Alfonso Reyes. IX. Norte y Sur. Los trabajos y los días. História natural das laranjeiras, p. 90.

10 Alfonso Reyes, Romances del Río de Enero, Oficinas Gráficas ‘Halcyon’, Maastricht, Holanda, A.A.M. Stols, 1933, p. 46.

11 Ibid., p. 40; y Obras completas de Alfonso Reyes. X. Constancia poética, Fondo de Cultura Económica, México, 1959, p. 401.

12 Obras completas de Alfonso Reyes. X. Constancia poética, pp. 385 y 386.

13 Ibid., pp. 391 y 392.

14 Obras completas de Alfonso Reyes. IX. Norte y Sur. Los trabajos y los días. História natural das laranjeiras, pp. 189 y 190.

15 Ibid., p. 195.