Diversa cultural

Diversa cultural Foto: Pexels; Especial; Shuterstock; Ecología Verde y Barcelo
La poesía es un río: Sabines ı Foto: Pexels

LA POESÍA ES UN RÍO: SABINES

AQUELLO QUE LE ACONSEJARÍA yo a un joven poeta, a esos jóvenes que me leen, yo les aconsejaría vivir y escribir. En ese orden, absolutamente. Si no se escribe de la vida, ¿de qué escribir entonces? Hablar de las cosas que tocamos y nos rodean. Yo por eso, hablo de mi cuarto, de mi cama, de mis zapatos, de mi cigarro, de la mujer. Y escribir, escribir. No puedes aprender a nadar si no te metes al agua. Yo abrí puertas a la poesía mexicana: le di carne y un poco de aire. Le di libertad. Yo creo que eso lo ven los jóvenes.

¿Qué ha sido para mí la poesía? Lo dije en el discurso de recepción del Premio Nacional de Letras: la poesía es un destino. Te toca y ya, fatalmente, y tienes que escribir a fuerzas, y ella vendrá tarde o temprano. Vendrá. Irremediablemente la necesitas. Es otra respiración. Es un puente para llegar a los otros, para destruir tu soledad. Es como una mano que se tiende al vecino. Ya lo he dicho otras veces: “La poesía es un río al que cada quien va a beber en una de sus orillas”.

Marco Antonio Campos, De viva voz. Entrevistas con escritores, Ediciones Coyoacán, 2000.

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Ámsterdam ı Foto: Especial

ÁMSTERDAM

ERA UN LUGAR TAN TOLERANTE, tan libre de prejuicios, tan adulto: los antiguos y bellos almacenes de ladrillo y madera tallada convertidos en apartamentos de exquisito gusto, los modestos puentes de Van Gogh, el discreto mobiliario urbano, los sencillos e inteligentes holandeses en bicicleta, con sus sensatos niños a la espalda. Los tenderos parecían profesores; los barrenderos, músicos de jazz. No había existido nunca una ciudad más racionalmente ordenada.

Ian McEwan, Amsterdam, trad. Jesús Zulaika, Anagrama, 2021.

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Vitiligo ı Foto: Shuterstock

VITILIGO

A MÍ NADIE ME DIJO que con el vitiligo iba a querer desaparecer, volverme invisible, y un día, por fin lo logré.

Las primeras manchas me salieron cuando tenía cinco años. Estaba jugando a “las traes” con mis con mis primos. Yo estaba agachado entre las hierbas, escondido de rodillas; la picazón era insoportable, los abrojos punzaban y penetraban mi piel como pequeños alfileres; intenté quitarlos y fue ahí cuando los vi: tres manchas blancas como fantasmas en una casa embrujada maltrecha, asomando sus pequeños ojos redondos, juzgándome entre mis piernas.

La verdad es que me dio mucha pena: quise llorar, correr, ocultarme y desaparecer. Esa fue la primera vez que logré volverme invisible y nadie pudo encontrarme durante horas […]

Adameck Abraham Hernández Collazo, Atlas de enfermedades raras y fantásticas de la piel. Cuentos de amor, terror, piel y uñas, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2024.

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DUNAS INTERMINABLES

POR FIN PARECÍA LLEGAR a los lindes de la aldea, pues el camino recorría la cresta de las dunas. El panorama se abría: a su izquierda veía el mar. El viento le traía un sabor acre; en sus oídos y su nariz zumbaba un trompo metálico… Y el sol, apretujado entre nubes que semejaban huevos de rana, parecía demorar su caída…

Más allá sólo estaban las dunas, que en ondulaciones suaves, casi interminables, se extendían hasta alcanzar el promontorio. Seguir adelante en estas condiciones podía ser peligroso. Miró hacia atrás, preocupado; ya la torre no existía en su línea de visión, gracias a una ligera elevación de arena. Alzándose de puntillas, descubrió una choza pequeña y rústica, medio enterrada en la pendiente directamente a su mano derecha. En ese ángulo, no había podido verla hasta entonces. A sotavento había una depresión profunda, que parecía hecha con una cuchara.

Era ideal para escondite. La arena se mostraba tan lisa como el interior de una concha marina, y no había rastros de que alguien hubiera estado allí… ¿Pero, qué haría con sus propias huellas?... Volviendo sobre sus pasos, descubrió que unos treinta metros más atrás ya estaban completamente borradas… Incluso sonde se encontraba ahora, las pisadas se iban desfigurando, transformándose ante sus ojos... No todo resultaba adverso en ese día de viento.

Kôbô Abe, La mujer de la arena, trad. del japonés de Kazuya Sakai, Era, 1971.

Dunas interminables ı Foto: Ecología Verde

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CUBA SIEMPRE CUBA

EL VÉRTIGO DE LA VELOCIDAD. Pelo suelto y carretera. Las noches que se empataban con el día y el día con la noche, flotando en nubes de alcohol, cigarros y enajenación, heavy metal, frecuentes sesiones de sexo y efímeros momentos de comidas aleatorias donde y cuando apareciera algo que tragar (pizzas, muchas pizzas, panes con croquetas), porque si había dinero (¿de dónde coño salía el dinero?) era para comprar ron y ponerle gasolina a la moto y seguir devorando kilómetros y enloquecer con el arrebato de la velocidad hacia la inconsciencia y la libertad, más pelo suelto, más carretera, más turbación alcohólica, noches dormidas a la intemperie, en la arena de una playa o donde fuera, una especie de tribu nómada, habían creado un extraño meandro que los apartaba del curso agobiante de una sociedad cada vez más uniformada, para ellos invasiva. Con sus pelos largos y ropas que podían resultar estrafalarias, habitaban ese territorio apache donde palabras como camarada, conceptos como socialismo, misiones como internacionalismo proletario, trabajo voluntario, conciencia de clase, milicias de tropas territoriales para defender a la patria de una agresión imperialista o reclamos a la votación unánime, resultaban como ecos difusos de alaridos emitidos en un idioma desconocido.

Leonardo Padura, Morir en la arena, Tusquets, 2025.

Cuba siempre cuba ı Foto: Barcelo

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EL SENTIDO DE LA FILOSOFÍA

LA OCUPACIÓN DEL FILÓSOFO no puede justificarse si no es porque conduce a una ganancia de experiencia, con todo lo que ello comporta: descubrimiento, sentido, comprensión, orientación. Si la filosofía fuera únicamente negativa habría desaparecido con la comprobación de que la realidad no es solamente el escenario de la desolación y el sinsentido, como parecería complacer a los apologistas de la amargura. El pesimismo y la crítica que rebasan las fronteras de lo razonable se convierten en un implacable tribunal que se dedica a extender arbitrariamente la contingencia del mundo, a no reconocer los testimonios en favor de un sentido —incoado, modesto— en lo que se nos ofrece y en lo que hacemos con ello. El hombre excesivamente seducido por la crítica colabora así a ampliar el alcance de la irrealidad, disminuyendo a un tiempo el trabajo de la experiencia.

El estereotipo de filósofo-que-sospecha se hace a su vez sospechoso de no tener nada interesante que ofrecer, de que su filosofía a martillazos es una venganza resentida contra su propia ceguera. Y es mejor que no le pille a uno cerca esa peligrosa síntesis de despiste y violencia.

La filosofía es atención y aprendizaje, experiencia ganada en el trato —no siempre fácil y gratificante— con la realidad. […] La filosofía puede ser considerada como una de las bellas artes en la medida en que coopera con ellas en la ampliación y concentración de nuestro sentido de la realidad. Son verdaderas estrategias de resistencia contra la desrealización.

Daniel Innerarity, La filosofía como una de las bellas artes, Ariel, 1996.