En el principio fue la poesía. 50 años de Horses

El 10 noviembre se cumplen 50 años del lanzamiento del que probablemente es el disco más icónico del punk neoyorquino, Horses, con el que debutó una joven poeta recién llegada a Nueva York. La fecha coincidió con el aniversario de la muerte de su admirado Arthur Rimbaud, y la célebre foto de portada la hizo Robert Mapplethorpe, su primera pareja. El Cultural da voz a tres de nuestros colaboradores para celebrar a esta artista sin par, todavía activa, y al testimonio de su talento para combinar rock y poesía.

En el principio fue la poesía. 50 años de Horses
En el principio fue la poesía. 50 años de Horses Foto: Radio Estridente

Existen artistas cuya estructura asemeja a una cebolla. Tienen que desprenderse de capas y capas para descubrirse a sí mismos. Patti Smith es un ejemplo radical de esta lucha.

Nadie sospechaba que aquella chica delgaducha que trabajaba en una librería incubara en su interior a la madrina del punk. Título que una vez ganado, nadie le arrebataría. Proveniente de Chicago, Patti se mudó a Nueva York en busca de una identidad. Artística, letrística, pero sobre todo musical. Una imagen que se repite una y otra vez: la del ambicioso desconocido que renuncia a la provincia para emigrar a las capitales culturales en busca de un futuro promisorio en la música o la literatura. Tom Petty partió deFlorida hacia Los Ángeles, Jack Kerouac de Massachusetts a Nueva York, Axl Rose deIndiana a Los Ángeles, etc.

El primer asidero de Patti fue la poesía. Eterna enamoradiza, uno de sus primeras romances fue Arthur Rimbaud. Su amor lo dividía entre el francés y Robert Mapplethorpe. Un muchacho que como Patti sufrió una metamorfosis propiciada por su contacto con la Gran Manzana y se convirtió en un célebre fotógrafo. Y también en una de las primeras grandes bajas propiciadas por la epidemia del SIDA.

CARLOS VELÁZQUEZ
CARLOS VELÁZQUEZ ı Foto: Especial

Si alguien ha sabido encajar los golpes que propina la vida, esa es Patti Smith. Así queda más que esclarecido en Éramos unos niños, su sensacional autobiografía, que demostró que además de poeta y rockera, Patti tenía metida dentro también a una gran prosista. En el libro cuenta la ruptura con Mapplethorpe por una causa que destruiría a cualquiera. Robert descubrió que era homosexual. Lo admirable en Patti fue la manera en que hizo su ego a un lado, y aunque dejó de vivir en pareja con el fotógrafo, siguió siendo su amiga hasta el día de su muerte.

La manera de encajar un revés de esta envergadura, da cuenta de la persona que es Patti Smith. Muchas otras mujeres habrían reaccionado con indignación. Pero aquella muchacha estaba enamorada de una persona, no de la idea del amor, así lo demuestran las fotografías de la era. Se puede constatar en la manera en que Patti mira a Robert. Y también se puede advertir en la mirada de él hacia ella.

Le dolió, por supuesto. Pero lo que ocurría era que el destino, si tal cosa existe, estaba preparando a Patti para lo que tendría que afrontar más adelante. Si era capaz de renunciar a eso, también tendría la suficiente fuerza para cambiar la poesía por el rock. Entonces, de aquella muchacha algo tímida surgiría una fuerza torbellino que le entregaría al mundo uno de los discos más inconmensurables de la historia del rock.

SEVENTH HEAVEN

Como ocurría con muchos productos de la época, los cambios se sucedían a la velocidad de la luz. En 1972 Patti publicaría su primer libro, Seventh Heaven. Le llevaría tan sólo tres años convertirse en una estrella de rock. Esto habla de una determinación a prueba de géneros. Así como nadie enseñó a Patti a ser poeta, no necesitaría de una cuna musical para subirse a un escenario.

Ya desde sus primeros versos, Patti demostraba su enorme talento. No sólo para empaparse de la raigambre de autores de distintos siglos, sino también para sobrevivir con poquísimo dinero en una urbe tan amenazante como la Nueva York de la época. Pero sobre todo para ganarse el reconocimiento de los escritores más fuera de la ley. En particular de William Burroughs, el autor de Almuerzo desnudo. Libro que fue llevado a juicio por obscenidad. No es difícil imaginar el azoramiento, el estremecimiento y el shock que debió experimentar una Patti de 25 años al tener al Tío Bill como público de sus recitales poéticos. Y también la otra gran figura beat, Allen Ginsberg, era su fan. Semejante honor no podía operar en Patti de otra forma que convertirla en una pequeña aprendiz de outlaw.

Seventh Heaven, pese a ser publicado en una editorial pequeña y de tiraje reducido, se convirtió en todo un acontecimiento. Una nueva sensibilidad había atracado en el pueblo. Pero a diferencia de muchas otras voces, ésta ostentaba una capacidad expansiva única. El despertar que experimentó Patti tuvo su origen en la poesía. Implosionó en su interior, no como un asunto clandestino, sino como un proceso íntimo que pugnaba por acabar con el micrófono a mordidas. Y así como antes a Jim Morrison, también uno de sus referentes, o a Leonard Cohen, la libertad que le otorgó la poesía era toda la gasolina que necesitaba para subirse al caballo de la electricidad.

No es difícil deducir que los versos de Dylan, otro de sus maestros, tuvieran un impacto en la psique de Patti: “El fantasma de la electricidad aulló en los huesos de su rostro”. En los setenta muchos recitales de poesía eran acompañados por la cadencia de algún instrumento. Guitarra, saxofón y hasta bongoes. Pero eso es muy diferente a trasladar tu poesía a las aguas turbulentas de una banda de rock. Pero quizá en ese verso de Dylan la poeta encontró el mensaje que estaba esperando. El de agarrar sus propios versos y enchufarlos a la corriente.

LA PATTIMORFOSIS

Una escena icónica en Almost Famous muestra a William Miller niño descubriendo grandes álbumes del rock & roll. Su hermana lo instruye para que mire debajo de su cama. Donde antes ha dispuesto una cantidad de clásicos. Verás tu futuro, le asegura. Es imposible no experimentar la misma sensación al tener Horses enlas manos. En cualquier época. En 1975 o en el 2025. Esa imagen de Patti como una oficinista de la poesía recargada en el muro de los lamentos. Esa mirada de indefensión pero que detrás esconde unos colmillos de vampiresa del punk. Madrugadas, madrugadas y más madrugadas, es lo que se ve en el rostro de Patti en la portada de Horses. Si dejamos volar la imaginación, podemos ver a la autora en la soledad de su apartamento urdiendo un plan en la clandestinidad revolucionaria. Y un plan que además triunfó. En un tiempo en que seguramente muchos estaban garabateando sus ambiciones pero que se quedaron en la línea. En un periodo, además, en que Nueva York era un hervidero de vanguardia. No muy lejos de la habitación en la que Patti conspiraba, estaba la vanguardia del free jazz, la explosión de la salsa, el apogeo del disco y por supuesto la enorme figura de John Cage aderezando el panorama.

En medio de toda esa exaltación, en una ciudad siempre a punto de derrumbarse, una muchacha de 25 años que se había empapado de Verlaine, Mallarmé, Baudelaire, obligó a los compositores más reputados del universo del rock a presentarle sus respetos. Desde Bob Dylan hasta Lou Reed, sin faltar por supuesto Bruce Springsteen, quien le cedería “Because the Night”, que quizá sea el mayor éxito de Patti. Con una playera con la imagen de Keith Richards impresa, Smith se convirtió en el centro de atención de esa Nueva York nada fácil de conquistar.

Pero la evolución de Patti no se entendería sin una personaje clave: Lenny Kaye. Guitarrista y escudero. Responsable del sonido que distinguiría al Patti Smith Group. Se trata de una de esas coincidencias mágicas del rock & roll. Un tipo de conexión que si bien no es la primera que se menciona cuando se habla de las grandes duplas del rock, ha sido una de las más sólidas de la historia. Eterna enamoradiza, cuando Patti puso en pausa su carrera para mudarse a Detroit con su esposo Fred “Sonic” Smith, el guitarrista de los turbulentos MC5, el lazo no se perdió. Así quedó constatado cuando Patti regresó en el 96. Y con quién lo hizo. Con Lenny, puesto que no podía ser de otra forma.

Quienes hayan tenido la oportunidad de escuchar a Patti Smith cuando se presentó en México en La Casa del Lago, sabrán de lo que pueden conseguir este par con sólo la guitarra de Lenny y la voz de Patti. Quien no haya estado ahí, puede confirmar el poderío de este dúo en YouTube interpretando “Pale Blue Eyes” en la ceremonia de introducción de The Velvet Underground al Salón de la Fama del Rock & Roll.

También Sam Shepard, el reconocido dramaturgo, novelista y actor, con quien sostuvo una relación en el 70 y 71, marcó la vida de Patti. Ambos escribieron y actuaron la obra Cowboy Mouth. Un ingrediente más en este coctel de extravagancia. Cuando sí, la poesía conoció al punk, pero también los amplificadores. Si bien Patti tenía muchas tablas por la infinidad de lecturas de poesía que ofreció, es posible que fuera en el teatro donde aprendería a familiarizarse más con el escenario, un calentamiento para su futuro próximo. Al que llegaría a dominar como la más grande entre los grandes. Una cosa es quedarte de pie frente al micrófono leyendo tus versos y otra muy distinta aparecer frente a una audiencia con lentes oscuros escupiendo la letra de “Horses”. La actuación fue grabada para el programa The Old Grey Whistle Test en el 76. Se puede ver en YouTube. Y es uno de los documentos visuales de la fuerza de esa joven e impetuosa Patti Smith.

En el principio fue la poesía. 50 años de Horses
En el principio fue la poesía. 50 años de Horses ı Foto: Radio Estridente

CABALLOS, CABALLOS Y MÁS CABALLOS

Cuenta la leyenda que Patti Smith se inspiró en los caballos salvajes que aparecen en la novela The Wild Boys de William Burroughs para titular su álbum.

Inspiración, talento, y una banda perfectamente engrasada eran los pilares de Patti. Para su primer disco sólo necesitaba el productor perfecto. Y lo encontró nada más y nada menos que en John Cale. También músico, el ex Velvet Underground, había contribuido a colocar la piedra sobre la que se edificaría el punk. Entendía a la perfección las intenciones de Patti y no es una exageración afirmar que con otro productor quizá Horses no sería lo que es hoy. Multiinstrumentalista, Cale poseía una sensibilidad afín a la de Patti. Ambos estaban al servicio de una misma corriente. Pero mientras The Velvet Underground desafió las leyes del mercado con piezas estridentes de 17 minutos como “Sister Ray”. Cale comprendió que el trabajo de Patti poseía un alcance comercial. Y no se interpuso en él.

Lo anterior no significa que en Horses no haya espacio para la experimentación. “Land: Horses / Land of a Thousand Dances / LA Mer(de)” con sus más de nueve minutos de duración es, literal, una enloquecida carrera a galope. El puente entre ese pasado que Cale escenificó y el futuro que la visión de Patti proponía. La pattimorfosis entre la muchacha que declamaba en el St. Mark’s Poetry Project y la artista que se ganaría la reverencia de capos como el mismo Andy Warhol. De hecho, así titularía una de sus recopilaciones más importantes: Land (1975–2002), prologada por Susan Sontag.

No existe nada más arriesgado para un artista que abrir su álbum debut con un cóver. Podría representar una especie de suicidio. Pero eso habla directamente de la estatura artística de Patti Smith. El primer track de Horses es una versión de “Gloria” de Van Morrison. Y por si fuera poco, esa canción ya había sido grabada por los titánicos The Doors. ¿El mundo necesitaba oírla de nuevo en voz de una veinteañera? Pues sí. La versión de Patti, “Gloria: In Excelsis Deo”, demostró que hacer suya esa canción era domar un caballo salvaje como el más experimentado de los jinetes. Y para una gran cantidad de melómanos, su versión es la mejor de todas.

Lleno de poder, Horses es un mosaico que en tan sólo ocho canciones discurre por un sinfín de temas y emociones. Hendrix, los Beat, la elegía como forma alta de poesía, The Velvet Underground y sobre todo grandes, enormes canciones. Como la desgarradora “Birdland”, la inspiradora “Redondo Beach”, con su intro cuasi reggae, o la melancólica “Free Money”.

UNA COSA ES QUEDARTE DE PIE FRENTE AL MICRÓFONO LEYENDO TUS VERSOS Y OTRA MUY DISTINTA APARECER FRENTE A UNA AUDIENCIA CON LENTES OSCUROS ESCUPIENDO LA LETRA DE ‘HORSES

JESÚS MURIÓ POR LOS PECADOS DE ALGUIEN, PERO NO POR LOS MÍOS

Si bien después de Patti han venido muchas otras mujeres en el punk, acaso más rabiosas, más encabronadas, ella es considerada la eterna madrina del estilo.

El punk es ante todo actitud. Y el desafío lanzado por Patti hace cincuenta años todavía se escucha con estruendo. Su magnifica presencia escénica, ya fuera en el CBGB (el mítico local donde se fraguó el punk) o tocando un cóver de “My Generation” de The Who junto a John Cale (se puede escuchar en la versión legacy de Horses) o como ahora una bruja blanca de larga cabellera canosa que fue elegida por el mismo Bob Dylan para que fuera en su nombre a recoger el Premio Nobel, que se equivoca durante la interpretación de “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”, es pura actitud. Actitud punk. Esa que se gana no portando una chamarra de estoperoles o un mohawk. Esa que traes contigo cuando naces. Y la imprimes en una obra maestra como Horses.

La actitud de ser Patti Smith.