EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

La culpa no basta. Charla con Ligia Urroz

La culpa no basta. Charla con Ligia Urroz
La culpa no basta. Charla con Ligia Urroz Foto: Especial

Guitarrista, mamá y escritora, Ligia Urroz, la más nicaragüense de nuestras mexicanas, brilla ahora con Por mi gran culpa, su nueva novela. Una exploración de la genealogía, donde toca temas delicados y sale bien librada de la ardua tarea de escarbar las heridas familiares. Con un temple que poco a poco la sitúa como una voz a seguir, su nueva incursión en la novela la lleva a un viaje que la dispara al pasado con los pies bien anclados en el presente. Por mi gran culpa es un retrato de sí misma a través de la sangre, esa que pareciera que por momentos perdemos de vista pero que nos acompaña todo el tiempo. La que corre por nuestras venas recordándonos el lugar de dónde provenimos. Ese espacio que nos enorgullece, pero que también a veces nos incomoda.

A propósito de este nuevo libro, aquí una entrevista para conocer más a fondo a la escritora.

Qué tan doloroso o exultante es buscar tramas en la historia familiar.

En mi novela Por mi gran culpa —a pesar de contar el abuso de un miembro del clero a una jovencita— resultó exultante “componer el texto” y su banda sonora. La música acompaña en todo momento a la historia: cuando la protagonista teme, cuando se duele, al descubrir nuevos territorios, al dar sus clases de música. Josefa —la protagonista— y yo, llevamos una banda sonora interna de la cual no podemos separarnos ni queriéndolo. La música se prende todo el día y no podemos apagarla (ni queremos hacerlo). Vivimos en una esquizofrenia musical. Con mi novela Somoza —totalmente autobiográfica— ocurrió un proceso doloroso: al escribirla me punzó el miedo de una niña de diez años, a la cual, un guerrillero le apuntó en el pecho. Al recrear los bombardeos, los tiroteos, los incendios, el ruido ensordecedor de las “pailas” (cuando las turbas van aporreando ollas de cocina por las calles) y el pavor por los camiones de redilas cargados de cadáveres, entre otras muchas miserias, la palabra dolor se queda corta. Contar la historia de los tuyos, esos que tienes más cerca, es una labor arriesgada pero valiosa.

¿Compartes la idea de que una vez que se ha escrito cualquier atisbo de biografía se convierte en ficción?

Sí, comparto la idea. Ese atisbo de historia pasa por la memoria (individual, familiar y colectiva) y, al hacerlo, se transforma. El tiempo y la memoria personal y colectiva actúan como un cedazo y el resultado deviene en ficción.

POR MI GRAN CULPA SÍ ES UNA NOVELA QUE INCOMODA, PERO A LA VEZ TAMBIÉN LIBERA A AQUELLOS QUE HAN PADECIDO TROPELÍAS POR ALGÚN MIEMBRO

DEL CLERO.

¿Cómo ves a la Ligia novelista de La muralla frente a la de Por mi gran culpa?

Considero que esa novelista se afana por contar sus emociones regentes. En La muralla se trataba del exilio y de la migración. En Por mi gran culpa la emoción que la rige es la culpa misma, y de nuevo el exilio. Los lectores que han leído ambas novelas me dicen que he crecido como novelista y sí lo creo. Ahora soy más arriesgada: el tema de la pedofilia y del abuso sexual por un miembro del clero son temerarios y pueden tocar sensibilidades.

¿Crees que de alguna manera Por mi gran culpa sea una novela incómoda para la cúpula religiosa?

Estoy convencida que Por mi gran culpa sí es una novela que incomoda, pero a la vez también libera a aquellos que han padecido tropelías por algún miembro del clero. He tenido lectores que han hecho catarsis por haber vivido situaciones terribles y otros que agradecen que en la novela la Iglesia salga avante por las mujeres que aparecen en el texto. No cabe duda que la novela tiene una mirada anticlerical, sobre todo por la verticalidad de la institución que hace que algunos de sus miembros se enfermen de poder.

¿Qué es lo que más disfrutaste al momento de escribir la novela, o la sufriste?

Disfruté la música que acompaña todo el tiempo a los personajes, sobre todo a la protagonista. También gocé el cambio de colores y de texturas entre Castilla y León y Santiago de Cuba o Nicaragua. Disfruté las sensaciones olfativas que se manifestaron desde la humedad de la iglesia, los sobacos de la feligresía sin higiene (estamos hablando del siglo XIX), del yodo del mar, de las frutas de los mercados tropicales. Sufrí las violaciones del cura, me repugnaron, pero no podían ser contadas de otra manera. La violencia jamás huele bien ni suele ser dulce.

¿Cómo fue el proceso de selección de portada?

Le pedí a Guillermo Arriaga que si le gustaba la novela me hiciera el honor de escribir la contraportada. Así lo hizo y aproveché para pedirle asesoría con la portada. Me presentó al fotógrafo Giuseppe Gradela, el artífice de la portada de Salvar el fuego. Giuseppe me mandó una buena selección de fotografías y en cuanto vi a esa chica escondiéndose detrás de una cortina rota, con el brazo a la altura del pecho —como si acabara de persignarse— supe que era mi Josefa. Daniel Bolívar, de Hachette, hizo el diseño de la tipografía y quedó fantástica.

¿Quién es tu mayor influencia novelística?

Esa pregunta es muy difícil. Soy un poco de todas las lecturas que he hecho y de las marcas que me han dejado a lo largo de la memoria. Mis influencias evolucionan de acuerdo al tiempo y a mis nuevos asombros. Últimamente he estado muy cerca de Han Kan, Annie Ernaux, Svetlana Alexiévich y Olga Tokarczuk. No puedo negar mi admiración por Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Kazuo Ishiguro y Sergio Ramírez. Me hubiese fascinado escribir El verano que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac.

Es sabido que eres una melómana, ¿cómo influye la música en tu proceso de escritura?

Si la frase que escribo me suena desafinada —no le agrada a mi oído— la reescribo hasta encontrar el ritmo y la melodía adecuada. La música está en todo lo que escribo.

Cambiaste de editorial, ¿cómo te sientes en tu nueva casa?

Sigo muy agradecida con Planeta (Somoza sigue con ellos) y súper contenta con Hachette. El equipo lidereado por mi editora Fernanda Álvarez —quien me recibió con los brazos abiertos, una sonrisa sin par y las mejores recomendaciones para mi novela— ha procurado cada detalle. Me siento muy bien acompañada y cobijada.

Qué sigue. ¿Ya hay planes para un siguiente libro?

Sí, estoy en la fase de investigación —la cual me encanta y podría quedarme ahí para siempre. Una vez que reúna los elementos que busco empezaré con la escritura. Quiero cerrar mi trilogía nicaragüense con otra novela que huela a esa tierra que me causa nostalgia y a la cual se me impide regresar.

La culpa no basta. Charla con Ligia Urroz
La culpa no basta. Charla con Ligia Urroz ı Foto: Especial