En un segundo comenzó a jadear y a toser,
y su cabeza reapareció en la superficie;
volvió a hundirse y pasó lo mismo. El río no lo quería.
—FLANNERY O’CONNOR, “El río”
Música de ninguna parte nos muestra a un Bruce Springsteen poseído. Puede hacer vibrar a miles de personas durante cuatro horas en sus conciertos, pero es incapaz de conectar uno a uno con Faye, una mujer perfectamente guapa, de buen corazón y que además tiene una hija adorable llamada Haley. Faye es rubia, inteligente, le gusta el ajedrez y trabaja duro en un Diner. Es una Jersey Girl que sería la mujer perfecta del Bruce Springsteen que todos conocemos: el orgullo de Asbury Park, el hijo predilecto de Freehold, New Jersey. Pero hay un Springsteen que ni él mismo conoce. “Yo sé quién es usted”, le dice un vendedor de autos. “Bueno, al menos uno de los dos lo sabe”, responde ese Bruce que, conforme se acerca la noche, se va convirtiendo en otra cosa. En una criatura casi feral,que se pone a escribir sobre un muchacho y su novia, rubios, guapos, all american kids, que acabaron matando a diez personas inocentes. La canción se llama “Nebraska” y da título al disco que Bruce no sabe que está componiendo. El final de esa canción siempre hiela la sangre: “Cuando me preguntaron por qué hice lo que hice, dije ‘pues creo que hay algo de malicia en este mundo’”. Es decir, ni él mismo lo sabe. Y Bruce tampoco. Pero hay una fuerza en él, una fuerza oscura que lo atrae a personajes que están huyendo o recordando cosas que querrían olvidar. “Señor policía estatal, por favor no me detenga, por favor no me detenga, por favor no me detenga”. Estamos en la carretera y es de noche y un patrullero comienza a seguir a nuestro personaje. El oficial todavía no enciende la torreta, pero, si lo hace, va a encontrar la muerte. Y el conductor del automóvil sospechoso, la perdición. “Tal vez usted tiene un hijo, tal vez tiene una esposa bonita; lo único que yo tengo me ha molestado toda la vida”.
HAY UNA FUERZA EN ÉL,UNA FUERZA OSCURA QUE LO ATRAE A PERSONAJES QUE ESTÁN HUYENDO O RECORDANDO COSAS QUE QUERRÍAN OLVIDAR.
¿QUÉ ES ESO QUE TIENE —o que le hace falta— al hombre que ruega entre dientes no ser detenido? Él mismo murmura que no tiene licencia ni tarjeta de circulación. ¿Pero qué es eso que lleva en el alma? ¿Eso que lo habita y no lo deja respirar? No lo sabe.
Bruce también ignora qué es eso que se adueña de él, pero cree que puede ser dañino para las personas que quieren amarlo, así que las abandona. En esa parte de la noche que Bergman llama “la hora del lobo” y que Springsteen describe como the wee wee hours; en esos momentos en los que tanta gente decide dejar este mundo, él siente que esa fuerza oscura está a punto de transformarlo en algo más. En un personaje como los de la Casa Embrujada de Asbury Park, pero de verdad: hay un monstruo llamado Bruce Springsteen que quiere matar a Bruce Springsteen.
En sueños ve la casa de su padre. La divisa a lo lejos, pero para llegar a ella debe atravesar un bosque donde oye voces de fantasmas y “al diablo que le está pisando los talones”. Y cuando por fin logra llegar a ella, le abre la puerta una mujer desconocida para decirle que “ya nadie con ese nombre” vive ahí.
¿Es el niño de ocho años que habita en Springsteen el que lo quiere matar? Es posible. El cerebro es un detective y siempre está buscando resolver problemas. Por eso, el Bruce de 30 años va todas las noches a la casa de su infancia. Se estaciona frente a ella y ahí se queda, montando guardia por horas, como investigador de película de Humphrey Bogart. Hay algo que resolver y que se quedó ahí adentro. El sufrimiento de su madre, la brutalidad de su padre, que también era sufrimiento, y el pequeño Bruce ahí, en medio, sin poder hacer nada. Y veintidós años después sigue sin poder hacer nada pero ahí está, persiguiéndose a sí mismo. En el filme Springsteen: Música de ninguna parte, su padre lo lleva a ver La noche del cazador con Robert Mitchum. En esa película, Mitchum tiene tatuada la palabra Love en los nudillos de la mano izquierda y, en la derecha, la palabra Hate. El pequeño Bruce no puede expresar con palabras que su padre, al llevarlo a ver esa película aterradora, le tatuó las mismas palabras en el alma. Por eso intuye que se puede transformar en una bestia salvaje y por eso busca la bala de plata que puede liquidar a la bestia.
La capacidad de Bruce Springsteen de po-ner en palabras lo que otros sentimos es una bendición. Ver el viacrucis que lo llevó a obtener esa capacidad es una revelación. No sabe. No sabe, pero escribe y toca y canta las canciones de Nebraska en una grabadora de cassette de cuatro pistas, con un eco que hace que las canciones suenen a fantasmas que vienen del pasado. Eso es importante para él mientras graba esas canciones macabras. Sabe que la respuesta puede estar en la casa, en su yo de ocho años que, al ser invocado, responde como un demonio, con imágenes que se convierten en letras que parecen dictadas por una ouija.

EL OTRO BRUCE SPRINGSTEEN, EL DIURNO, el que todos queremos, sigue existiendo. Y puede grabar con la E Street Band clásicos como “Born in the U.S.A.”, “Cover Me” y “I’m On Fire”. Pero a eso no le ve ningún sentido. Esas canciones lo llevarían al estrellato. Y el estrellato no es lo que una fiera del bosque, que ha perdido su casa, necesita. Así que, en plena desesperación, decide recurrir a lo que ha funcionado antes: huir. ¿Acaso no es él el autor de “Born To Run”? Así que huye. Agarra carretera con un amigo para cruzar Estados Unidos, de costa a costa. Adiós a Faye y a su adorable niña: el paralítico emocional llamado Bruce Springsteen no puede amarlas como se debe y además tiene que protegerlas de la criatura que lo invade por las noches. Esa criatura escucha una y otra vez “Frankie Teardrop”, una escalofriante canción del dueto Suicide, en la que a Frankie lo despiden, lo desalojan de su casa y “va a matar a su esposa e hijos” al ritmo frenético de un synth punk y los alaridos del cantante Alan Vega. “Es el mejor disco que he escuchado en mi vida”, le dice Bruce a su asistente, Mike Batlan.
El escritor Nick Hornby describe “Frankie Teardrop” como “ruido industrial francamente aterrador”. Y remata diciendo: “Todo mundo debería oírla una vez. Una vez”. Pero Bruce Springsteen no puede dejar de oírla. Así se siente. ¿Cómo va a convidar a alguien a habitar ese infierno? Así que adiós a la Jersey Girl y a la pequeña Haley. Pero, esta vez, al Houdini Springsteen no le sale el truco. Se zafa de las cadenas, sale del costal dentro del que estaba atrapado y abandona el tanque de agua para salir victorioso. Pero una vez afuera, se sigue ahogando. En la vida real y en la película, Bruce está en la feria de algún pueblo fronterizo en Texas cuando sufre un ataque de pánico. Quienes los hemos padecido, sabemos que uno no puede respirar, siente que le está dando un infarto y cada pensamiento es más terrible que el anterior. En la película, el pánico está perfectamente retratado. “¿A dónde crees que ibas, cabrón? ¿Pensaste que te habías librado de mí?”, parece ser lo que está escuchando la mente frenética de Springsteen, en la voz de esos vampiros que él mismo invitó a pasar en Nebraska.
MÚSICA DE NINGUNA PARTE nos dice que el acto de creatividad a veces es indistinguible de la autodestrucción. A Bruce Springsteen, casi le cuesta la vida crear esas diez canciones estremecedoras. Pero ellas no lograron el exorcismo. Más bien le abrieron la puerta al diablo, que ya tenía un pie adentro, y orillaron al Jefe a pedir ayuda: su mánager y gran amigo, John Landau, le dijo: “Necesitas ayuda profesional”. Así que Bruce fue al psiquiatra a tratarse una depresión paralizante con la que sigue lidiando. El terapeuta le explicó por qué iba a pararse todas las noches afuera de su casa: “Lo que haces es volver al lugar donde algo se torció, creyendo que esta vez podrás enderezarlo. Pero no puedes”.
La capacidad curativa de algunas canciones de Bruce Springsteen es innegable. A mí me ha salvado la vida por lo menos tres veces. Por eso la película, como el disco del que habla, me asombran y me espantan tanto. Cuesta trabajo que alguien tan luminoso, con el puño alzado de amor, tenga el odio tatuado en la otra mano.
DE UNA PATTI A OTRA: EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE SPRINGSTEEN
Adele Zerilli, la madre de Bruce, lo amaba incondicionalmente, amaba bailar e invitaba a su hijo a bailar con ella. ¿Y qué bailaban, sino canciones de amor? Por su parte, Douglas Springsteen temía que el niño se ablandara, así que lo obligaba a boxear con él y lo abofeteaba, no para lastimarlo, pero sí para humillarlo y despertar su enojo. Enojarse era de hombres. Bailar, no.
TOUGHER THAN THE REST’ ES UNA DECLARACIÓNDE AMOR ADULTA EN LA QUE LOS AMANTES YA FUERON EXPULSADOS DEL PARAÍSO. LA MUSA QUE INSPIRÓ ESA HERMOSA BALADA ES PATTI SCIALFA, LA MUJER CON LA QUE BRUCE SPRINGSTEEN LOGRÓ UNA LARGA VIDA EN PAREJA.
“Mi padre solía decir que todas las canciones de amor eran propaganda del gobierno, diseñadas para mantenerte sometido”, declaró Springsteen en la gira unipersonal Devils & Dust del 2005, antes de cantar “For You”, de su primer álbum, Greetings from Asbury Park, N.J. (1973). Se trata de una canción de amor no correspondido. Él es un joven atormentado, dispuesto a darlo todo por una muchacha que intenta suicidarse y el amor del joven no le importa nada.
Por supuesto que Bruce ha escrito muchas de las más bellas canciones de amor de la era del rock. Pero son amores románticos, idealizados. La chica a la que invita a huir en “Born to Run” se llama Wendy, así que él es Peter Pan y se van a escapar a una tierra en la que no hay que romperse el lomo en la fábrica o en la mina. En “Thunder Road”, el vestido de Mary ondea mientras ella baila al ritmo de “Only The Lonely” de Roy Orbison. Su amado, que está ahí, con el carro listo, la invita a “cambiar esas alas por unos neumáticos” y le dice que “este es un pueblo de perdedores, yo me voy de aquí para ganar”.
Muchos años después, en 1988, El Jefe dijo: “Me di cuenta de que, después de poner a toda esa gente en todos esos coches, iba a tener que encontrarles un lugar a donde ir”. Admitiendo que esas canciones no hablaban de un amor de la vida real.
Después de cantar “For You” en la gira Devils & Dust, Bruce decía: “Años después compuse otra”. Y se aventaba “Tougher Than The Rest” (1987), una declaración de amor adulta, en la que los amantes ya fueron expulsados del paraíso. La musa que inspiró esa hermosa balada es Patti Scialfa, la mujer con la que Bruce Springsteen logró una larga vida en pareja: llevan casados 34 años.

Pero entre el Bruce de “For You”, que sufre por un amor trágico y no correspondido, y el Bruce que promete ser “más duro que los demás”, hubo otra Patti. Era 1977 y Jimmy lovine, el ingeniero de sonido de Springsteen y gran hacedor de hits, estaba buscando una canción que sirviera como sencillo para el tercer disco de Patti Smith, llamado Easter. Springsteen tenía una canción “con un gran estribillo y la melodía de una canción que no podía terminar”. Esa canción se llamaba “Because The Night” y él no se sentía satisfecho con ella. Estaba trabajando en las canciones del disco Darkness on the Edge of Town, en el que estaba evocando a su padre en canciones como “Factory” y “Adam Raised a Cain”. Y ya sabemos lo que su padre pensaba de las canciones de amor. Así que Bruce le dijo a Jimmy lovine: “Si ella puede terminarla, es suya”.
Ella pudo. Patti Smith estaba profundamente enamorada de su futuro marido, Fred “Sonic” Smith, y él estaba de gira con su banda MC5 mientras ella trabajaba en “Because the Night”. No era fácil conseguir un teléfono para conversar en aquellos años, así que Patti aguardaba por las noches la llamada de Fred. La inspiración llegó en forma de esta estrofa:
¿me asalta la duda cuando estoy sola?
el amor es un timbrazo, el teléfono
el amor es un ángel disfrazado de deseo
aquí, en nuestra cama, hasta que llega la mañana.
El amor es un ring: un timbrazo del teléfono, pero también un anillo y hasta un cuadrilátero en el juego de palabras intraducible que convirtió la canción en un himno de amor infinito, en el que los amantes, entre más vulnerables, son más poderosos.
Easter salió en marzo de 1978 con “Because the Night” como primer sencillo. Darkness on the Edge of Town salió en junio del mismo año. En este 2025, la obra maestra Horses, ópera prima de Patti Smith, cumple 50 años. Born to Run, obra cumbre de Bruce Springsteen, también alcanzó el medio siglo. Fred “Sonic” Smith murió en 1988. Ese mismo año, Bruce Springsteen y Patti Scialfa se hicieron novios. Amor y muerte. Dos caras de una misma moneda:
“Todo se muere, nena, eso es un hecho, pero quizá todo lo que muere algún día vuelve”, dice Springsteen en “Atlantic City”, la canción más famosa de ese páramo fantasmal que es Nebraska.


