La UNAM intentó tener un canal de televisión desde que comenzaban los años cincuenta del siglo XX. Mientras Ciudad Universitaria estaba en construcción (sería inaugurada en noviembre de 1952) las autoridades universitarias gestionaron con el gobierno federal una concesión de televisión. Se había previsto que los estudios de esa estación estuvieran en el palomar del Estadio de CU. El rector Luis Garrido llegó a depositar la fianza que exigía la Secretaría de Comunicaciones para garantizar la concesión del canal y buscó apoyo financiero. Los trámites se complicaron porque la Universidad quería un canal comercial y no únicamente de carácter cultural (que hubiera sido, administrativamente, de adjudicación más sencilla). Las indecisiones de las autoridades universitarias y la negligencia en el gobierno federal fueron retrasando ese proyecto. A fines de 1958 comenzó a transmitir el Canal 11 del Politécnico y la UNAM se quedó a la zaga.
Años más tarde, el presidente Adolfo López Mateos le sugirió al entonces rector, Ignacio Chávez, la posibilidad de que la UNAM tuviera su canal. La Secretaría de Comunicaciones aseguró que tenía reservada una frecuencia para tal efecto, pero luego se la entregó a los empresarios que, en los años sesenta, obtuvieron las concesiones de los Canales 8 y 13. Esa sucesión de equívocos burocráticos y confusiones en la política cultural de nuestra principal Universidad fue, como escribieron Acosta y Dávalos, una “historia de traiciones e improvisación”.

EL DESARROLLO DEL CONSORCIO PRIVADO de la televisión influyó en esa abulia de las autoridades universitarias para buscar el canal de televisión. Hacia comienzos de los sesenta la Universidad tenía algunos espacios, inclusive en horarios preferenciales, en los canales de Telesistema Mexicano (que años después se convertiría en Televisa). En 1962 el rector Chávez acordó con el empresario Rómulo O’Farrill, concesionario del Canal 4, que la UNAM y la televisión privada compartieran un nuevo canal. Sin embargo, más riguroso que el propio rector, el presidente Adolfo López Mateos se opuso “por considerar que era ceder un canal cultural a empresas comerciales”. Así se indica en un valioso Informe que en noviembre de 1966 preparó Raúl Cosío ViIlegas, subdirector de Radio Universidad, para el rector Javier Barros Sierra. Citado extensamente en este libro, el Informe, durante mucho tiempo casi desconocido, es la principal fuente para seguir la desdichada trayectoria inicial de la televisión universitaria. Allí, y en otros testimonios recogidos por Acosta y Dávalos, se demuestra cómo, en diversas ocasiones, la Universidad se propuso tener su propia televisora y de qué manera, invariablemente, ese proyecto quedaba atrapado entre la perplejidad de las autoridades y el desconocimiento de profesores y estudiantes.
En 1970, el Rector Pablo González Casanova avizoraba la necesidad de incorporar la televisión a las nuevas técnicas de enseñanza, pero su administración fue tan breve que no pudo desarrollarlo, como otros proyectos. Durante esa gestión, Radio Universidad comenzó a capacitar especialistas en televisión educativa. También se preocupó por la televisión, pero no para que la UNAM tuviera su propio canal sino como instrumento para difundir su imagen y la de su administración, el rector Guillermo Soberón. Su rectorado, entre 1972 y 1980, estrechó las relaciones con la televisión privada.
EN 1976 SE ESTABLECIÓ un convenio con Televisa, a partir del cual comenzarían a transmitirse, todos los días, varias series de la UNAM. En ocasión de la huelga de 1977, cuando el STUNAM pretendía su reconocimiento, las autoridades universitarias, en una medida de propaganda para debilitar al sindicato, dijeron que a falta de aulas, cerradas por el conflicto laboral, transmitirían clases por televisión. Según los autores, ese desplante “fue sólo una maniobra política y publicitaria”. La huelga terminó después de la entrada de la policía a Ciudad Universitaria.
Las “clases” televisadas se mantuvieron, aunque su utilidad pedagógica fuera inexistente. Cumplían la función de legitimar al consorcio de la televisión privada, dando la apariencia de que se apoyaba a la enseñanza universitaria. En 1983 el Canal 8 —que después cambiaria su frecuencia al 9— se transformó en emisora “cultural” con respaldo de la Universidad, pero su programación no experimentó variaciones significativas. Las transmisiones universitarias siguieron supeditadas a las condiciones establecidas por la empresa privada, “Televisa mantiene la autoridad para decidir finalmente la forma que se va a dar al contenido académico”, se dice en este libro.
A partir de opiniones como ésa se extendió la impresión de que la televisión universitaria era mala e incluso inútil, si se tomaba en cuenta su ausencia total de valor académico, debido al predominio de Televisa en su producción y transmisión. Era una televisión pobre, aburrida e intrascendente, porque la Universidad misma no tenía proyectos propios para desplegar programas de calidad. No había una concepción clara de televisión educativa, a pesar de que en la Universidad —como Acosta y Dávalos documentan— existían docenas de escuelas y centros de extensión con equipos, o interés, para producir programas propios.

EN 1984 EL RECTOR Octavio Rivero organizó una serie de consultas sobre la televisión universitaria. Allí abundaron los cuestionamientos al convenio con la televisora privada. En las conclusiones de tales encuentros, se subrayó: “Al legitimar a Televisa la UNAM se resta posibilidades a sí misma para ejercitar la posición de liderazgo en la vida nacional”. El nuevo rector, designado a fines de ese año, fue Jorge Carpizo.
El texto anterior, con algunos ajustes, forma parte del comentario que escribí en 1986 acerca de los dos cuadernos con la investigación de Acosta y Dávalos. Esa reseña se publicó el 6 de agosto de aquel año en el suplemento “La Cultura en México” de la revista Siempre!, con el título “TV UNAM.
La triste historia del canal togado”. Era, en efecto, una historia repleta de gestiones infructuosas, proyectos fallidos, autoridades más interesadas en su legitimación política que en la difusión de la cultura por parte de la Universidad.
La investigación de Acosta y Dávalos recupera, además, una entusiasta variedad de esfuerzos para hacer producción audiovisual en distintas áreas de la Universidad. Por una parte, se desarrollaban experiencias docentes con apoyo de la televisión. Además, había un notable trabajo de producción difundida en canales comerciales. Entre otros programas el “Teatro Universitario”, los domingos en el Canal 4, que comenzó el 20 de marzo de 1960 con “El Rey Mago” de Elena Garro, actuada por un elenco que encabezaron Juan Ibáñez y Héctor Ortega. El 10 de abril se presentaron las “Coplas a la muerte de su padre” de Jorge Manrique, con Ignacio López Tarso, Amparo Villegas y Lorenzo de Rodas dirigidos por Álvaro Custodio. En aquel abril de 1960 se estrenó en Canal 4, en un extraño horario dominical a las 11:30 de la mañana, “El cine en la cultura” con Nancy Cárdenas, Eduardo Lizalde y Manuel González Casanova. En septiembre de 1961 la serie “Actualidades Universitarias”, en Canal 5, dio espacio a varios profesores de El Colegio de México: Josefina Zoraida Vázquez habló del estudio de la historia; Luis González, de las causas de la independencia nacional; Eduardo Blanquel se refirió al pensamiento político; Daniel Cosío Villegas, al pensamiento económico. También participó Juan García Ponce con una charla sobre el teatro en Estados Unidos.
EL SEGUNDO VOLUMEN de televisión universitaria comienza con la rectoría de Jorge Carpizo en 1985 y concluye con el inicio de la actual gestión del rector Leonardo Lomelí. En 1985 se crea la Dirección de Televisión Universitaria y en 1989 TV UNAM es adscrita a la Coordinación de Difusión Cultural. Esa fue una decisión cardinal para el desarrollo de la televisión de la Universidad. Hasta entonces se habían mantenido dos vertientes: televisión como recurso para apuntalar y extender la docencia, o televisión para la difusión y eventualmente la creación de la cultura.
En 2000, medio siglo después de que la solicitó por primera vez, la UNAM obtuvo una frecuencia de televisión, permisionada, pero sólo para transmisiones de baja potencia. Cinco años más tarde se desarrolla el “Canal Cultural de los Universitarios”, una parrilla con programación distribuida a través de un canal satelital para que la tomaran sistemas de televisión de paga. La Reforma Constitucional de 2013 en materia de Telecomunicaciones y Radiodifusión hizo obligatoria la transmisión, en todos los sistemas de paga, de los canales generados por instituciones federales. De esa manera, TV UNAM alcanzó cobertura nacional. Luego, a consecuencia del reemplazo de la antigua televisión analógica por el nuevo formato digital, pero también gracias a la presencia que ya tenía la televisión de la Universidad, en 2017 recibió, al fin, la para entonces denominada concesión de uso público para operar el Canal 20.1 en televisión abierta.
EN 2000, MEDIO SIGLO DESPUÉS DE QUE LA SOLICITÓ POR PRIMERA VEZ, LA UNAM OBTUVO UNA FRECUENCIA DE TELEVISIÓN, PERMISIONADA, PERO SÓLO PARA TRANSMISIONES DE BAJA POTENCIA
Los autores describen logros y vicisitudes de TV UNAM en sus años más recientes. Con elegancia, reconocen méritos de todos los directores que la han encabezado: Rosa Martha Fernández, Fátima Fernández Christlieb, Guadalupe Ferrer, Ernesto Velázquez, Nicolás Alvarado, Armando Casas, Iván Trujillo. No obstante pobrezas presupuestarias, “asedios externos”, “conflictos internos” y otras dificultades, TV UNAM “ha sabido mantener su curso y construir poco a poco sobre lo ya realizado”, dicen Acosta y Dávalos. Eso quizá se debe a que, como explican:
A diferencia de los directivos de otros medios de comunicación del sector público, los de TV UNAM no han caído en la tentación de desconocer todo lo pasado, destruir sus bases e ‘inventar el hilo negro’, dejando un rastro de desperdicio de recursos, talento mal aprovechado y desaliento.
Esa continuidad, más allá de sellos y sesgos personales, es lo que hace a una institución.
A partir de documentos institucionales e información hemerográfica, Acosta y Dávalos narran decisiones de cada director, creación de nuevos programas, horas de transmisión, convenios con otras televisoras, eventos y premios nacionales e internacionales. Los autores advierten, en tal enfoque, una limitación:

El relato que hacemos es básicamente uno de los logros en cada administración. Como coautores pensamos que una visión más profunda y crítica sobre la misión y objetivos de cada administración de TV UNAM, su producción propia, sus resultados y sus carencias, tendrá que ser motivo de otras investigaciones o tesis puntuales.
Esta obra será esencial para nuevas indagaciones acerca de la historia, acciones, omisiones y contenidos, de la televisión de la UNAM. Desde luego, Acosta y Dávalos no dejan de ofrecer una mirada analítica de esos 75 años.
Anoto cuatro impresiones acerca del segundo volumen:
1. Los autores describen rasgos del contexto nacional y universitario en el que se desarrolla la televisión de la UNAM: cambios en los medios de comunicación y sus tecnologías, desarrollo de internet, iniciativas de las autoridades y respuestas de movimientos estudiantiles dentro de la propia Universidad. La descripción de ese contexto es más detallada para la última década del siglo XX y luego no se ofrece un marco de referencia similar para los siguientes 25 años. Por ejemplo, se mencionan algunos cambios en las leyes para la radiodifusión, pero no se comenta la llamada Ley Televisa de 2005 ni el comprometido papel de TV UNAM y sus directivos en la discusión, en diversos momentos, de la reforma para los medios de comunicación.
2. En esta investigación se describe el empeñoso desarrollo institucional de la televisión de la UNAM, pero hay poco acerca de los contenidos que ha producido en las décadas recientes. Los autores, como han explicado, no se detienen en el examen de la programación. Además, lamentablemente, para varias de las etapas en esta larga historia no hay material documental en el que pudieran apoyarse. Pero a partir de este trabajo uno puede preguntarse, por ejemplo, ¿hay una estética peculiar en las producciones universitarias?
3. Otro tema para la indagación y la discusión se encuentra en las sujeciones y resistencias de TV UNAM a coacciones políticas. No me refiero solamente a presiones para incluir o soslayar contenidos. En 2016 uno de sus directores, Nicolás Alvarado, tuvo que renunciar porque formuló opiniones impopulares acerca del cantante Juan Gabriel. La Universidad, tan identificada como está siempre con las libertades, no amparó en esa ocasión la libertad de expresión de Alvarado.
También tienen significado político presencias y ausencias en el tratamiento de temas nacionales en TV UNAM. En esa televisora se han creado programas no por su calidad, o por su capacidad para emprender con pluralidad el examen de la actualidad política, sino debido a compromisos o a la búsqueda de acercamientos políticos. En algunos espacios, el análisis ha sido reemplazado con chocarrerías y el espíritu crítico es desplazado por una apreciación complaciente con el poder político.
4. TV UNAM es uno de los pocos medios públicos que subsisten en nuestro país. Los medios bajo control del gobierno federal se han convertido en agencias de propaganda oficial. El organismo que tiene la obligación legal de apoyar el desarrollo de los medios públicos respetando su independencia editorial, el Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, incluso ha obstruido la transmisión de la televisora universitaria. Acosta y Dávalos relatan que, todavía en las secuelas de la emergencia por la pandemia, cuando TV UNAM desplegó una programación especial para orientar acerca del virus, “por razones desconocidas, el 17 de septiembre de 2021, el SPR suspendió repentinamente la señal de TV UNAM en la Ciudad de México y en sus repetidoras de provincia”. La suspensión se mantuvo durante varias semanas. Frente a la captura oficial de otros medios no comerciales, el desempeño de un medio público profesional y autónomo como es TV UNAM resulta necesario, pero también complicado.
EL ORGANISMO QUE TIENE LA OBLIGACIÓN LEGAL DE APOYAR EL DESARROLLO DE LOS MEDIOS PÚBLICOS, EL SISTEMA PÚBLICO DE RADIODIFUSIÓN DEL ESTADO MEXICANO, INCLUSO HA OBSTRUIDO LA TRANSMISIÓN DE LA TELEVISORA UNIVERSITARIA
Hoy que la UNAM transita por una etapa difícil, sometida a un acoso externo que ha buscado paralizarla, su televisora es expresión esencial y cotidiana de lo que, con inteligencia e imaginación, pero también con creatividad y libertad, hace la Universidad Nacional.
Magdalena Acosta Urquidi y Federico
Dávalos Orozco, Televisión universitaria.
La UNAM y la TV: 1950 - 1984, Tomo I. UNAM,
2023, 256 pp. Un canal de TV para la UNAM:
1985 - 2025, Tomo II. UNAM, 2025, 344 pp.


