Es un buen tipo, mi Diego

El corrido del eterno retorno

Es un buen tipo, mi Diego
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Cuando una estrella muere comienza una segunda vida: la de los homenajes, el lamento por la ausencia, la rememoración continua. En el caso de figuras como Diego Armando Maradona, la muerte cumple una función específica, incrementar la leyenda hasta lo inasible.

A unos cuantos meses del fallecimiento del Pelusa, Alejandro Duchini ofrece una emotiva biografía en Mi Diego. Crónica sentimental de una gambeta que desafió al mundo (Lince, 2021). A las pocas páginas Duchini se abre de capa y confiesa que este libro se trata de su versión de los hechos. La que sus ojos, memoria y corazón registraron como la historia de su Diego. Es decir: de nuestro Diego.

Y a partir de lo que le tocó atestiguar en vida, de la prensa y toda la crestomatía de El 10 arma un relato imperecedero, que apunta a convertirse en una de las mejores biografías sobre Maradona.

Existe un paralelismo entre la existencia de Diego y la del Rey Elvis. La adicción de ambos hace que la mayoría de la gente pierda de vista los motivos por los cuales se hicieron de una reputación a prueba de escándalos. Cuando el mundo lo conoció, hacía tiempo que Diego ya era Maradona. Y Duchini documenta ese periodo que nos perdimos en México, y que se perdió el mundo, del paso de Diego por Cebollitas y Argentinos Junior. Más que nostalgia, al leer las palabras de Duchini lo que se experimenta es una envidia atroz. Es como haber estado presente cuando Elvis inventó el rock & roll.

“Yo no nací Maradona. Yo me hice Maradona. No tenía plata para el colectivo ni para los botines. Me costó muchísimo hacerme Maradona. Pero me sacrifiqué y cumplí mi sueño”. Así como se construyó una identidad, muchos nos construimos una vida alrededor de él. A la par de la historia del Pelusa, Duchini cuenta la suya propia. La presencia de Diego tiene una injerencia directa en su vida familiar. Pero las declaraciones de admiración del biógrafo no estorban al relato principal. Es una carta de amor. Convierte al libro en un espejo. En el que nos reflejamos todos. Tanto aquellos que nacieron antes que Diego como los que venimos después. Muchos tenemos una historia con Maradona. En Argentina, en México y en distintas partes del planeta.

En este país se le admiró como futbolista en lo público y como adicto en lo oculto 

“Tengo la teoría muy personal de que en otra vida Diego Maradona era mexicano. No en vano en México hizo lo más emblemático de su carrera: los dos goles increíbles a los ingleses y logró la Copa del Mundo en un Estadio Azteca rendido a sus pies”, aventura Duchini. Lo cierto es que en este país se le admiró como futbolista en lo público y como adicto en lo oculto. No por nada vino a dirigir a Dorados, el equipo de la ciudad donde anidó el negocio del narcotráfico. Son conocidos de sobra los deseos de varios sectores porque Diego dirigiera al Tri. Lo que hubiera provocado una tercera etapa entre la relación de Diego con México. Desafortunadamente desembarcó en nuestro país con la salud ya diezmada, y eso impidió cumplir muchos de los planes destinados para El 10.

“Tal vez fue la droga lo que salvó a Maradona”, dice Signorini en un arrebato por comprender toda la autodestrucción que parecía regir su vida. Pero a diferencia de lo que ocurre con la narrativa amarillista, Duchini muestra, con varias anécdotas, que Diego era más que sus vicios. Como aquella en la que va en su propio coche por un chico con síndrome de Down para llevarlo a un partido. Esto ocurrió en Balneario Oriente. “Todo lo que se dice que no debe hacer un futbolista profesional, Diego lo hacía”, apunta Duchini. Y es verdad. Pero no sólo en el aspecto negativo, también en el positivo. Él se derretía por sus seguidores, antes de que la cultura woke se pusiera de moda, y lo hacía alejado de los reflectores. Diego era sus vicios, definitivamente. Pero también era sus virtudes.

Duchini tiene su Diego. Yo tengo el mío. Siempre que me preguntan cuál es mi Elvis favorito no dudo en responder que aquel tipo que se destruyó a base de pastillas durante los años setenta. Con Diego me pasa lo mismo. Para mí su vida postfutbol no borra lo que hizo en la cancha, pero mi Maradona preferido es Maradroga, el tipo seductor que nunca dejó de ser noticia a pesar de que su gloria había ocurrido veinte años antes.

“Nadie sobre la faz de la Tierra puede afirmar con rotundidad que ha vencido a las drogas hasta que ha muerto”, dijo Billie Holiday. Pues con su muerte El 10 por fin ha ganado ese partido.