A propósito de Woody Allen

El corrido del eterno retorno

Woody Allen
Woody AllenFuente: amazon.com.mx
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“Quiénes son mi público”, se pregunta Woody Allen en su biografía A propósito de nada (Alianza Editorial, 2020). Y no sin razón. Si toda su carrera la taquilla le ha dado la espalda de manera inmisericorde. Sin embargo, pese a ello, es una figura central de nuestra cultura. Quién no reconoce a Woody Allen. Y todos aquellos que no lo ubicaban se enteraron de su existencia gracias al escándalo por abuso sexual supuestamente cometido en contra de Dylan Farrow.

“Y espero que no sea la razón por la que ustedes compraron este libro”, dice a sabiendas de que precisamente es la razón por la que mucha gente adquirió su autobiografía. La mitad está dedicada al asunto en cuestión. Allen no rehúye el tema, por el contrario, da su versión de los hechos. Y uno podría pensar, claro, ya no tiene nada que perder. Pero también es verdad que le podría haber sacado la vuelta y guardar silencio. Pero callarse en aras de qué. De su legado. Allen lo ha dejado muy claro desde el principio:

Antes que un tabloide de chismes, en lo que por momentos se convierte, A propósito de nada es un libro sumamente divertido. Con una prosa deliciosa. Comienza relatando su infancia de manera exhaustiva. Al final repasa su filmografía de manera apresurada para centrarse en el escándalo. A saber: cosas que ya se habían publicado en extractos. Que nunca fue llevado a juicio. Ni se casó con su hija. Pero no es la intención de esta columna defenderlo. Quien desee conocer todos los pormenores puede recurrir al libro.

Lo deslumbrante de A propósito de nada es la historia de una personalidad aquejada por los problemas, que no ha perdido la capacidad de reírse de sí mismo en ningún momento. Narra sus fobias, que no son pocas, sus somatizaciones y todos los problemas que ha debido enfrentar, no sólo las acusaciones de abuso sexual. Y aunque podría confundirse con un cínico, la transparencia de su humor lo salva. La humildad de Woody Allen es del tamaño de la Estatua de la Libertad. Siempre minimiza sus méritos y achaca sus éxitos a golpes de suerte. Y lo dice con tal convicción que se sitúa a años luz de la pose.

La humildad de Woody Allen es del tamaño de la Estatua de la Libertad 

Lo anterior se puede constatar en los pasajes en que se desvive en elogios por otras personas. Sean cineastas, amigos de la infancia o incluso sus examigos. Cuenta cómo en contra de su voluntad tuvo que demandar a una pareja con quien estableció una amistad de toda la vida porque pretendían estafarlo. Y estaba decidido a dejarse estafar, pero al final la pareja prefirió ir a juicio, que ganó Allen. También relata que antes de que estallara el escándalo, Mia Farrow solicitó la cantidad de siete millones de dólares para no hacer pública la acusación. A lo que Allen se rehusó, porque según sus parámetros eso habría significado aceptar su culpabilidad.

“Yo sabía que la verdad estaba de mi lado, pero ahora me doy cuenta de que no es garantía de nada”, se lamenta. No por eso dejó de luchar por la custodia de sus hijos. Pese al pleito, Mia Farrow declaró públicamente que quería participar en Misterioso asesinato en Manhattan y que demandaría a Allen si no le otorgaba el papel. Situación más tragicómica no puede existir. Y es lo que permea todo en A propósito de nada. Allen es consciente de su papel en la realidad. “Me sentía como un trágico encerrado en el cuerpo de un monologuista humorístico”. Uno que pese a sus inseguridades ha conseguido conquistar el corazón de muchos espectadores a nivel mundial.

“Si parezco cínico, pesimista y misántropo, es porque trabajé junto a un maestro de las observaciones cínicas, Larry David”. En A propósito de nada, Allen no se cansa de elogiar a sus maestros, desde su hermana, su prima Rita, figuras fundamentales de sus primeros años, hasta Jack Rollins, su representante y en gran medida el responsable de que Allen se haya convertido en uno de los mejores cineastas de la historia. En sus más de cuatrocientas páginas, A propósito de nada agradece la magnífica suerte de su autor. Y a pesar de que una reportera haya escrito que la vida de Allen era muy aburrida y que se había sentido decepcionada de conocerlo, he aquí una de las vidas más turbulentas de los últimos tiempos.

Dice Allen que ya perdió las esperanzas de que el asunto Dylan Farrow se esclarezca. “Ser misántropo tiene su lado bueno: la gente nunca te desilusiona”.