Por quitar a la virgen

La canción #6

Virgen
VirgenFuente: foment.com
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Antes del coronavirus daba un taller de periodismo musical. Leíamos, discutíamos, escribíamos, revisábamos la historia del periodismo, los géneros y su relación con la música hasta la era digital. En varias sesiones oíamos jazz, proyectábamos diapositivas y al final de cada una veíamos películas documentales. Los participantes salían con tarea, su selección de lecturas y su ejemplar del libro Zig-Zag. Lecturas para fumar. A veces cerrábamos con unas cervezas en algún lugar. Pero con el coronafest todo eso se fue alv.

Como la mayoría, tuve que repensar en actividades productivas y una de ésas fue hacer el taller en línea. Pasé tres meses encerrado reinventándolo, durante los cuales me habré chutado una cincuentena de webinars [conferencias en red, con pantalla compartida]. Me chingaba una y a veces dos al día. Una mañana frente al espejo me armé de valor:

Si todos esos charlatanes lo hacen, ¿tú por qué no?

Spotify es el nuevo radio, páginas musicales y redes son las nuevas revistas, el reguetón es el nuevo pop, las playlists son los nuevos mixtapes, los conciertos en línea son lo de hoy y el periodismo es la base de géneros digitales y contenidos. Lo propuse a la revista Depósito Sonoro, dirigida por Iván Luna, y la respuesta al anuncio triplicó nuestras expectativas.

La conexión empezó a fallar, la presentación
se trabó, unos no escuchaban

Pero justo el día del arranque los de la CFE cortaron la luz porque iban a cambiar un poste en la esquina. Les pregunté a qué hora terminarían, que máximo a las cinco de la tarde. El taller iniciaba a las ocho de la noche. Por supuesto, dieron las siete de la tarde y no habían terminado. Encima empezó a llover, una tormenta eléctrica para más dramatismo. Apliqué el plan b y caí a la casa de mi madre. Me instalé como perro mojado en la que solía ser mi recámara y al conectarme a Zoom, donde ya algunos esperaban, vi a mis espaldas una imagen de la Virgen de Medjugorje y un crucifijo tamaño real en la pared. Salté para descolgarlos; supe que me restarían seriedad. Nunca lo hubiera hecho. La conexión empezó a fallar, la presentación se trabó, unos no escuchaban. Hasta pensé en colgar de nuevo a la virgen. Después de la tormenta un haz de luz nos iluminó y el taller fluyó como canción de los Dandy Warhols.

Fue un experimento en cuatro sesiones de dos horas, las lecturas y los escritos se hacían de un día para otro. Aprendí de los treinta entusiastas que participaron, conocí nueva música, formas de pensamiento, la historia del rock guatemalteco y la “nostalgia por lo no vivido”. La ventaja de hacerlo en línea es que hubo participantes de México, Guatemala, Perú y Colombia. Ciertamente, el contacto humano se reduce de cien a diez en el monitor.