Ray Bradbury a través de su biógrafo

El costado más íntimo de un creador aporta matices para comprender su trabajo. Sam Weller, lector
y fanático de Bradbury, se convirtió casi por azar en su biógrafo. Mantuvo amistad con él, fue testigo
del rigor de su disciplina, lo oyó hablar de cómo estaba seguro de continuar viviendo después
de la muerte, porque siempre habría por ahí un joven lector de las Crónicas marcianas. Gabriela Frías
ha entrevistado varias veces a Weller y ofrece aquí pinceladas que enriquecen el retrato personal del escritor.

Michael Whelan, El descenso. Crónicas marcianas, acrílico sobre tela, 1989.
Michael Whelan, El descenso. Crónicas marcianas, acrílico sobre tela, 1989.Fuente: michaelwhelan.com
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Un día, a mis once años, me metí a escondidas a la biblioteca que era de mi abuelo. Era un lugar tentador, pues las paredes de la habitación estaban repletas de libros y se ubicaba en un cuarto escondido, al que se entraba por una puerta falsa en su clóset. Además, tenía un techo en forma de cúpula. En esa expedición encontré Crónicas marcianas, una compilación de cuentos sobre la colonización de Marte, que empecé a devorar inmediatamente. La belleza del planeta que describía el autor, Ray Bradbury, me cautivó desde que leí la segunda historia, titulada “Ylla”, que inicia así:

Tenía en el planeta Marte, a orillas de un mar seco, una casa de columnas de cristal. [...] A la tarde, cuando el mar fósil yacía inmóvil y tibio, y las viñas se erguían tiesamente en los patios, y en el distante y recogido pueblito marciano nadie salía a la calle, se podía ver al señor K en su cuarto, que leía un libro de metal con jeroglíficos en relieve, sobre los que pasaba suavemente la mano como quien toca el arpa. Y del libro, al contacto de los dedos, surgía un canto, una voz antigua y suave que hablaba del tiempo en que el mar bañaba las costas con vapores rojos y los hombres lanzaban al combate nubes de insectos metálicos y arañas eléctricas.

Años después leí Fahrenheit 451 y El hombre ilustrado, dos de sus grandes obras, que junto con Crónicas marcianas escribió en 1949, su “año maravilloso”. Quedé asombrada por su prosa poética. Quise saber más de la vida y obra del escritor.

HABLAR CON SU BIÓGRAFO

Aunque en su juventud Bradbury estaba desesperado por ir a la universidad, no le fue posible hacerlo porque su familia era muy pobre. Así que al terminar la preparatoria decidió visitar la biblioteca pública tres noches a la semana, para aprender por sí mismo historia, literatura e idiomas. Así se convirtió en un autor autodidacta.

Al buscar más información sobre él, me topé con un libro maravilloso. Se trata de The Bradbury Chronicles. The Life of Ray Bradbury, escrita por Sam Weller, el biógrafo autorizado del escritor. Recientemente, gracias a los laberintos del mundo digital, pude entrevistar a Weller. Desde entonces he tenido varias pláticas con él y nos hemos convertido en amigos gracias a nuestro entusiasmo compartido por quien concibió El hombre ilustrado.

Sam es un profesor universitario estadunidense que ha escrito cinco libros sobre Bradbury. Su historia con él inició antes de su nacimiento, pues su padre le leía Crónicas marcianas a su madre cuando ésta tenía ocho meses de embarazo. Años después, cuando Sam tenía diez años, descubrió por sí mismo al autor de Fahrenheit 451 y se fascinó; en su cumpleaños y en navidad, sus padres le regalaban los textos del escritor. Poco a poco, Sam se convirtió en uno de sus más grandes fans.

Años después, Sam escribió un artículo sobre su héroe, con motivo de su ochenta aniversario. En esa época el autor vivía en Los Ángeles; Sam decidió visitarlo en su casa. Tocó el timbre y escuchó la voz ronca de alguien que le daba la bienvenida: frente a él estaba el gran Ray Bradbury. De ese modo, Sam convirtió en realidad algo que sólo es un sueño para la mayoría de nosotros: conoció a su autor preferido y entabló con él una amistad entrañable. Bradbury se convirtió en su segundo padre.

Sam se percató de que no existía una biografía del autor, así que decidió escribirla. Al principio Ray no estaba contento con la idea: si alguien escribía sobre su vida era porque ésta llegaba a su fin. Después de algunos meses cambió de opinión y le dijo a Sam: “Creo que cualquier vida debe vivirse con entusiasmo y exuberancia. Eres tan entusiasta con mi vida y mis libros, que no hay mejor persona para escribir mi historia que tú”.

Cuando le pregunté a Weller cuál es su recuerdo más entrañable de Bradbury, me contó que una noche, en la que estaban charlando y tomando una copa de vino en la casa del escritor, éste le pidió que buscara en el librero un texto titulado Las doradas manzanas del sol, que contenía una colección de 22 cuentos cortos publicados en 1953. Ray abrió el libro y leyó en voz alta una historia titulada “La sirena de neblina”. Era un cuento melancólico y triste; trataba sobre el último dinosaurio sobreviviente en el planeta, que vivía en las profundidades del oceáno.

Un día, el animal escuchó el sonido de la sirena de un faro de neblina. Pensó que era el canto de su pareja y sintió que ya no estaba solo. Se trataba de una historia de amor no correspondido, desde el punto de vista del dinosaurio. En ese momento, Sam se percató de que su amigo era un autor mágico, con ideas emocionantes y profundamente imaginativas, plasmadas en sus textos con una prosa poética que podía ser alegre, melancólica, nostálgica o incluso terrorífica.

Ray Bradbury
Ray Bradbury

FANTASÍA, CIENCIA, CIENCIA FICCIÓN

Algunos críticos han etiquetado el trabajo de Bradbury como ciencia ficción. Aunque disfrutó desde niño las revistas de pulp fiction, algunas de las cuales narraban historias de extraterrestres, no se consideraba a sí mismo como autor de ese género. Para él, la ciencia ficción era la literatura de lo posible, es decir, sobre situaciones que podrían suceder en el futuro, como los escritos de Isaac Asimov, quien creaba historias con precisión científica.

Bradbury prefería escribir fantasía, en otras palabras, literatura de lo imposible. Un ejemplo de una de sus novelas de este género es Crónicas marcianas. Marte fascinó a Bradbury desde que leyó en la biblioteca los escritos del astrónomo estadunidense Percival Lowell, quien a finales del siglo XIX estaba convencido de que había canales en ese planeta, construidos por seres inteligentes. Sin embargo, hacia los años cuarenta, la mayor parte de los científicos pensaban que era poco probable que ahí hubiera vida inteligente. Ya se sabía que Marte tiene arenas rojas y una atmósfera en la que los humanos no pueden respirar. A pesar de ello, el planeta de la novela de Bradbury tiene arenas azules y marcianos inteligentes.

La falta de rigor científico no le preocupaba al autor, como lo demuestra la siguiente anécdota. Con motivo del lanzamiento de la misión Mariner 9, que aportaría imágenes nítidas de la superficie de Marte, se organizó una mesa redonda en el Jet Propulsion Laboratory de la NASA, en la que participaron Ray Bradbury, Carl Sagan y Arthur C. Clake. Le preguntaron a Bradbury qué esperaba que la Mariner 9 encontrara en el planeta rojo. Respondió entre carcajadas: “Espero que encuentre un grupo de marcianos manifestándose con pancartas que digan ‘Bradbury tenía razón’”.

El escritor quiso crear un mito, como él mismo señala en la introducción de su libro:

Entonces, ¿qué es Crónicas marcianas? Es el rey Tut salido de la tumba cuando yo tenía tres años, las Eddas nórdicas cuando tenía seis, y los dioses griegos y romanos que me cortejaron a los diez: puro mito. De haberse tratado de ciencia ficción práctica y tecnológicamente eficiente, hace tiempo que descansaría cubierta de herrumbre en la cuneta. [...] La ciencia y las máquinas pueden anularse mutuamente o ser reemplazadas. El mito visto en espejos, imposible rozarlo siquiera, permanece. Si no es inmortal, prácticamente lo parece. [...] Y porque escribí mitos, quizá mi Marte disfrute de unos pocos años más de vida inverosímil.

El Marte de Bradbury es un juego de espejos en el que humanos y marcianos se reflejan unos en los otros, como se puede ver en el último relato de la obra, titulado “El picnic de un millón de años”. En él, una familia vacaciona en nuestro planeta vecino:

Llegaron al canal. Era largo y recto y fresco, y reflejaba la noche.

—Siempre quise ver un marciano —dijo Michael—. ¿Dónde están, papá? Me lo prometiste.

—Ahí están —dijo papá, sentando a Michael en el hombro y señalando las aguas del canal.

Los marcianos estaban ahí. Timothy se estremeció.

Los marcianos estaban ahí, en el canal, reflejados en el agua: Timothy y Michael y Robert y papá y mamá.

Los marcianos les devolvieron una larga, larga mirada silenciosa desde el agua ondulada...

Gracias a ese juego de espejos, Bradbury pudo discutir sobre la crueldad de las colonizaciones, las pandemias, el amor, los celos, la destrucción y otros problemas de su época, en un escenario que parecía inexistente.

Sam Weller comenta que Bradbury no escribía para predecir el futuro sino para prevenirlo, es decir, escribía historias de advertencia. Una de ellas fue Fahrenheit 451

ALERTAR SOBRE EL FUTURO

Sam Weller comenta que Bradbury no escribía para predecir el futuro sino para prevenirlo, es decir, escribía historias de advertencia. Una de ellas fue Fahrenheit 451, la única de sus novelas que el autor consideraba ciencia ficción, y que previene sobre el peligro de las sociedades totalitarias. Sam Weller me dice que Bradbury la escribió en la biblioteca de la Universidad de California, en Los Ángeles. En esa institución había un cuarto donde rentaban máquinas de escribir a diez centavos de dólar por treinta minutos. Gracias a una de esas máquinas, en nueve días, por nueve dólares y 81 centavos, escribió el primer borrador de la novela.

Otro ejemplo de historia de advertencia es la titulada “Todo el verano en un día”, que alerta sobre la crueldad hacia los niños y el bullying. El relato habla de una niña llamada Margot, que vive en Venus. En ese planeta llueve durante el día y la noche, todo el año, y solamente sale el Sol cada siete años. Durante esa hora, Margot es obligada a permanecer en la escuela y no puede ver la luz.

También en sus Crónicas marcianas Bradbury señala que si no tenemos empatía e ignoramos el sufrimiento de los demás, éste podría alcanzarnos a nosotros. Hay un ejemplo en “Aunque siga brillando la Luna”, donde se habla de una pandemia de varicela que acabó con los marcianos:

Atacó a los marcianos como nunca ha atacado a los terrestres. Supongo que tenían otro metabolismo. Los quemó hasta ennegrecerlos,  y los secó hasta transformarlos en copos quebradizos. [...] Spender se volvió y sentándose junto al fuego miró largo rato el movimiento de las llamas. “¡Varicela!, Señor, ¡parecía increíble! Una raza se desarrolla durante un milllón de años, se civiliza, levanta ciudades como esas de ahí, hace todo lo que puede por ennoblecerse y embellecerse, y luego muere”.

Una tesis que tiene particular relevancia en este 2020, con la llegada de la pandemia de Covid-19, pues recuerda la vulnerabilidad de los seres vivos ante los fenómenos impredecibles de la naturaleza.

LOS ÚLTIMOS MOMENTOS

Un día, cuando Ray era muy anciano, Sam le preguntó si tenía miedo de morir. Contestó: “No realmente, porque en doscientos o trescientos años, una pequeña niña o un niño podrá viajar a Marte pues oculto bajo las sábanas, con una lámpara, estará leyendo las Crónicas marcianas. Ésa será mi vida después de la muerte”.

Bradbury hubiera apagado un pastel con cien velas el 22 de agosto de 2020. Cuando le pregunté a Sam Weller qué le hubiera dicho a su amigo en su cumpleaños me contestó, entre lágrimas:

La última vez que lo vi tuve la sensación de que sería nuestro último encuentro. Tenía casi 92 años y estaba en cama. Estuvo encerrado en casa los últimos años de su vida, sin poder moverse mucho. Aún estaba lúcido y su sentido del humor era maravilloso, pero su cuerpo estaba debilitándose. Bradbury me dijo: “Sam, cada vez que me visitas es como una fiesta de año nuevo”. Eso me hace llorar sólo de pensarlo. Si pudiera estar con él una vez más, por un momento, en su cumpleaños número cien lo abrazaría, le diría que lo quiero y le agradecería desde lo más profundo de mi alma haberme dado la oportunidad de compartir su historia después de su partida.

Al escribir la biografía de Bradbury, Sam Weller preservó los recuerdos de uno de los escritores más importantes de todos los tiempos, un hombre entrañable que vivió con gran intensidad y con el corazón en la mano.

Referencias

Ray Bradbury, Crónicas marcianas, Planeta, México, 2019.

, The Illustrated Man, Harper Collins Books, New York, 2012.

, Fahrenheit 451, Harper Collins Books, New York, 1954.

Sam Weller, The Bradbury Chronicles. The Life of Ray Bradbury, Harper Collins Books, New York, 2006.

Entrevista a Sam Weller, transmitida dentro del Festival “El Aleph de arte y ciencia”: https://www.facebook.com/universoUNAM/videos/744312103007507/?v=744312103007507

Mesa redonda con motivo del lanzamiento de la sonda Mariner 9: https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=EBtZjbTDTDk#!