La complicidad de la cámara impulsada por un genuino interés por emular la perspectiva infantil, es el único artilugio técnico del que aquí se vale la directora Alana Simões, amén de algunas grabaciones hechas con celular por los propios protagonistas reforzando así el encanto de la propuesta; y vaya que le sirve para conseguir una emotiva inmersión al microcosmos que cada mañana emerge lleno de ingenuidad en el salón de clases de un grupo de segundo año de primaria en Jalisco, dejando como único puente con el mundo adulto a una maestra que tras de un par de años dedicada a enseñarles haciendo valer las muchas o pocas herramientas a su alcance, tendrá que dejarlos bajo una nueva tutela.
Dicha despedida anunciada de un ciclo trascendental para los pequeños en cuestión, da pie a un conteo de los días que es bien aprovechado como estructura para el relato documental que avanza aun cargando con los resabios de la pandemia, de paso dando testimonio de cómo viven los simulacros de los sismos, y de sus reacciones tras aquel temblor del 19 de septiembre de 2017.
El compromiso con la captura de las vivencias es irreductible pero cariñosa, ya sea mirando desde el pupitre, desde algún rincón del patio de recreo, o al ras del pasto con los pies de los pequeños corriendo entre juegos, e incluso con su rostro pegado al piso evidenciando su desconcierto al tener que imaginar un tiroteo, algo que nunca tendrían que verse obligados a escuchar y mucho menos experimentar, pero que hoy es imprescindible que sepan cómo reaccionar ante él.
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Delineada con la explicación de la manifestación geológica del título, como una metáfora del mundo para el cual están siendo preparados, y concluyendo con una escena que reivindica los vínculos emocionales entre maestra y alumnos, La Falla, aunque llega a ser algo reiterativa, resulta una encantadora y por momentos agridulce invitación a asomarse a la cotidianeidad escolar de los niños y atestiguar su capacidad de sorpresa, sus formas de convivencia y de asimilar los cambios, y el cómo es que desde casa influimos en ellos con las palabras y los actos más simples. Todo sin subestimarlos, para quizás así recordar un poco lo que era realmente aprender.
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LMCT
