Lo tajante de la edición inicial, la decantación de las atmósferas para hacer énfasis en pequeñas sensaciones aunado a los espasmos de cámara en primera persona, pese a la incomodidad narrativa que transmiten en Un final diferente, cumplen al materializar la naturaleza fragmentada de los recuerdos de seres queridos que se escabullen asaltando nuestros sentidos en una realidad desencantada por la pérdida. Un recurso fílmico que además adquiere todo el sentido con la posterior explicación del cómo, en el futuro cercano planteado por la trama, una empresa puede implantarlos en la mente de otras personas para que por alguno días actúen como los fallecidos, y sus deudos vuelvan a convivir con ellos.
Las inevitables disyuntivas que enfrenta el abrumado protagonista, interpretado con solvencia por Gael García Bernal -Amores Perros (2000), Viejos (2021)-, ante la idea de poder tener una reconexión tan concreta con la mujer que amaba, siempre y cuando logre sortear el hecho de que se proyecta a través del cuerpo de una desconocida; redundan en breves y cálidos episodios cuando se trata de la conmovedora recreación de la convivencia doméstica, y la mayoría de las veces en sugestivos transes noctámbulos que se alargan por las entrañas de una urbe carcomida por la soledad crónica, conveniente reflejo de nuestra actualidad.
Es ahí que la película encuentra fluidez y los apuntes reflexivos funcionan, pero las forzadas conversaciones explicativas como forma de rellenar huecos de la trama, y la tibieza en la resolución de los conflictos, estaciona el ritmo en una sola frecuencia, lo cual diluye la profundidad prometida y termina afectando la contundencia de la vuelta de tuerca, misma que además evidencia las incongruencias dentro de las reglas y mecanismos del “servicio” al que acceden los personajes y que se plantea como detonador de la historia.
Un final diferente, producción italiana dirigida con pulcritud estética por Piero Messina -La espera (2015)-, tenía un gran concepto y podría haberse convertido en una pequeña joya del drama con tintes de ciencia ficción, muy en la línea de Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos (2004) o Her (2013), sin embargo le faltó rigor y contundencia. Aún así es un interesante y hasta por momentos seductor el acercamiento al proceso del duelo. Llega a la cartelera mexicana luego de su paso por el Festival de Cine de Berlín.

