Ya disponible en Netflix

Wake Up Dead Man, entre el pecado, la culpa y el perdón

En la película dirigida por Rian Johnson, se presenta toda una pregunta espiritual a partir de un crimen; cinta funciona para el cineasta “como una re-memoria del alma”

Protagonistas, en un póster de la película.
Protagonistas, en un póster de la película. Foto: Especial

El hombre racional se siente obligado a resolver un enigma con los elementos de este mundo; el de fe no pretende entender el misterio, sino habitarlo. Esta tensión entre la verdad demostrable y la revelada está al centro de Wake Up Dead Man: Un misterio de Knives Out Mystery.

El director y guionista Rian Johnson logra lo impensable: presentar la exploración seria de estas dos posturas vitales como si fueran un simple divertimento. La tercera entrega de la saga Knives Out desplaza el centro del relato detectivesco —la identificación del asesino—, hacia un terreno más pantanoso. El crimen deja de ser únicamente un rompecabezas lógico y se convierte en una pregunta espiritual.

  • El Tip: Wake Up Dead Man tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Toronto, el pasado 6 de septiembre.

La historia se desarrolla en una pequeña comunidad de Nueva York. En la parroquia Our Lady of Perpetual Fortitude se vive una crisis originada por divisiones internas, rumores de corrupción y una creciente radicalización de sus fieles, quienes siguen como si fuera el líder de una secta a Monseñor Jefferson Wicks (Josh Brolin), obsesionado con preservar a la iglesia mediante el control, el castigo y la confrontación con un mundo que considera degenerado.

En contraposición, se encuentra el padre Jud (un angelical Josh O’Connor), joven sacerdote idealista, humilde y compasivo, quien es enviado a colaborar con Wicks. Desde su llegada, queda claro que ambos representan visiones irreconciliables del cristianismo. Mientras Jud busca abrir la parroquia a los marginados y predica el perdón, el otro gobierna mediante el miedo, la sospecha y una “guerra espiritual” contra enemigos externos e internos. La tensión alcanza su punto máximo durante la Semana Santa. El Viernes Santo, Monseñor Wicks aparece brutalmente asesinado.

El padre Jud se convierte en el principal sospechoso. Su relación conflictiva con Wicks, sumada a la revelación de un pecado grave en su pasado, refuerzan la certeza de su culpabilidad. La comunidad entra en crisis: surgen rumores de milagros, castigos divinos y señales del fin del mundo. El célebre detective Benoit Blanc (Daniel Craig) llega como enviado del cielo a resolver el crimen.

Blanc comienza a interrogar a los miembros de la comunidad y cada testimonio revela no sólo posibles móviles, sino heridas espirituales causadas por Monseñor. Un reparto multiestelar interpreta a los pintorescos personajes. Entre ellos, Glenn Close, Kerry Washington, Andrew Scott, Cailee Spaeny y Mila Kunis.

Blanc hace alarde de su escepticismo y contrapone la lógica a lo implausible de los argumentos teológicos. Denuncia la corrupción histórica de la iglesia, la violencia ejercida en su nombre, la misoginia y la homofobia.

Sin embargo, no es un nihilista. Reconoce sentir “la grandeza y el misterio” del cristianismo, aunque no pueda abrazarlo. Su incredulidad es una herida.

Jud argumenta: “¿Nos cuentan estas historias una mentira, o resuenan con una verdad profunda que sólo puede expresarse a través del relato?”. Abraza el Misterio, no como un concepto abstracto, sino como Palabra encarnada, revelada en historias que se reconocen. La relación entre Blanc y Jud se convierte en un diálogo teológico dramatizado.

A medida que avanza la investigación, Blanc se ve obligado a navegar no sólo entre mentiras humanas, sino entre interpretaciones teológicas, creencias en milagros y lecturas simbólicas del crimen. La línea entre evidencia objetiva y fe subjetiva se vuelve cada vez más difusa. A través de largas conversaciones, ambos confrontan sus visiones del mundo: el detective cuestiona la religión como fuente de violencia y manipulación; Jud defiende la fe como lenguaje simbólico que apunta a una verdad más profunda.

Blanc descubre que el asesinato no fue un acto impulsivo, sino el resultado de una cadena de abusos de poder, secretos enterrados y traiciones dentro de la jerarquía eclesiástica. Blanc, por su parte, no resuelve el misterio último que ha atravesado la investigación: el de la fe. Aunque permanece incrédulo, reconoce la potencia emocional y simbólica de aquello que no puede probarse.

Esta exploración no es gratuita. El ditector Johnson ha declarado que creció en el seno de una familia profundamente cristiana en Maryland, y que durante años su fe fue el prisma desde el cual interpretaba la realidad. Aunque con el tiempo se distanció de la religión y se define como agnóstico, escribir Wake Up Dead Man: Un misterio de Knives Out Mystery, que ya se puede ver en Netflix, funcionó para él como una anamnesis espiritual: una re-memoria del alma. El regreso a ese lenguaje del pecado, la gracia, la culpa y el perdón resonó como el eco de una fe que ya no practica, pero que sigue habitándolo.