Decir que convertirse en madre es “lo mejor” que puede pasarle a una mujer no aplica siempre, no al menos bajo las condiciones carcelarias, donde, a pesar de que existen marcos legales que instan a garantizar el ejercicio de la maternidad en contextos adecuados, la realidad es diversa detrás de las rejas, entre las que gestar, parir, criar e intentar cuidar se convierten en retos multiplicados que no siempre llegan a buen puerto.
De acuerdo con el Censo Nacional de Sistema Penitenciario Federal y Estatales 2024 que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), al cierre de 2023, a nivel nacional, la cantidad de mujeres privadas de la libertad/internadas que se encontraban embarazadas y/ o en periodo de lactancia fue de 282; del total de mujeres, 56.4 por ciento se encontraba en periodo de lactancia.
- El Dato: El reporte muestra que 34.0 % de las mujeres con hijos en reclusión recurrió a otras internas para cuidarlos y 6.7 % solicitó apoyo de las trabajadoras del centro.
Además, en los centros penitenciarios, se registraron 343 mujeres privadas de la libertad/ internadas que tuvieron consigo a sus hijas e hijos menores de seis años.

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Según el documento Mujeres privadas de la libertad en México, hecho por la misma institución, 11.7 por ciento de las mujeres encarceladas estuvieron embarazadas durante su estancia en los centros penitenciarios; no obstante, de este porcentaje, 19.9 por ciento tuvo un aborto y el resto lo concretó hasta el parto.
El apunte indica que 96.6 por ciento de estos nacimientos ocurrieron dentro de las cárceles, por lo que el ejercicio de la maternidad en estos casos se dio bajo el cumplimiento de alguna condena o en espera de alguna sentencia. Pero la maternidad en este contexto no se reduce a quienes dan a luz dentro, sino a quienes también se encontraban ejerciendo la maternidad antes de entrar a prisión y en medio de ello se cruzó su penitencia.
Al menos hasta 2021, se tenía informes de que 67.8 por ciento de las mujeres presas tenían hijos menores de edad y sólo 5.8 por ciento apuntó que tenía hijos menores de 12 años viviendo dentro de la cárcel, entre las cuales destaca un porcentaje menor, 1.8 por ciento, de mujeres que tenían hasta dos hijos con ellas tras las rejas.
Los datos dejan ver que las condiciones para quienes eligen criar a sus hijos junto a ellas mientras la situación lo permita no son las más adecuadas, ya que se refirió que 56.1 por ciento de las mujeres no accedieron a las áreas recreativas exclusivas para sus hijos, otro 51.5 no contaba con dormitorios adecuados para dormir junto a sus hijos, mientras que 45.1 no tuvo acceso a una guardería o a servicios de educación inicial; además, 93.4 por ciento no refirió haber contado con baños que sólo pudieran utilizar sus hijos, por lo que se veían orilladas a compartirlos con el resto de la población penitenciaria.
“Una población particularmente vulnerable al interior de los centros penitenciarios es la de las(os) hijas(os) de las mujeres privadas de la libertad, quienes tampoco cuentan con espacios adecuados para su desarrollo durante su estancia en los centros. Además, su cuidado recayó casi exclusivamente sobre sus madres, quienes ven limitada su participación en otras actividades al no contar con redes de cuidado y apoyo”, señala el documento.
El Inegi advirtió que esta falta de condiciones multiplica los retos que constituyen el ejercicio de la maternidad, debido a que el no contar con espacios seguros para un hijo que se decide criar representa riesgos para el desarrollo en los primeros años de vida de los menores.
Y es que las situaciones a las que se encuentran expuestos allí no dependen exclusivamente de lo que decida o elija la madre; su crecimiento y etapa de aprendizaje termina dependiendo de las condiciones de seguridad de los penales, si existe autogobierno o no, así como de otras circunstancias, principalmente de violencia, que se pueden llegar a enfrentar dentro de un centro de reclusión.
La representante de la organización Reinserta, Saskia Niño de Rivera, expuso a La Razón que es en prisión donde inminentemente la crianza termina compartiéndose con historias de personas que enfrentan alguna adicción o que pertenecieron a la delincuencia organizada, por citar algunos ejemplos.
“La cárcel es como la sociedad, pero bien chiquita, y así como en algún municipio encuentras absolutamente de todo, una mamá que es muy buena, muy bonita, donde predomina el amor, donde predomina la educación, donde no hay violencia en una casa. Si sale unas cuadras al lado, hay una mamá que tiene un problema de adicción, tiene un papá que la golpea y entonces se replica, se replica eso en la cárcel… Internas, mujeres privadas de la libertad que han estado en situaciones y en contextos de violencia a lo largo de su vida o de adicciones particularmente, pues hemos visto que se replican esas esas conductas”, comentó.
Debido a que la seguridad dentro de estos espacios depende de la capacidad de las autoridades, hay puntos en donde el orden no se encuentra en los niveles adecuados, lo que ha llevado a casos de abuso sexual y demás tipos de violencia cometidos en contra de las infancias.
“El autogobierno y los niveles de éste determinan el desorden entre el reclusorio y, por ende, más violencia. Normalmente, los niños que están en penales con más autogobierno tienden a estar en situaciones de muchísimo más violencia, a diferencia de los penales que tienen más gobernanza; esos niños tienen la posibilidad de desarrollarse de una mejor manera”, sostuvo.
Tras hacer hincapié en que uno de los grandes huecos dentro de esta problemática es la procuración de las y los menores que visitan a sus progenitores, la activista subrayó que, aunque ha habido un avance significativo, persiste una deuda importante en garantizar espacios exclusivos para mujeres que deciden ejercer la maternidad.


