El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, rechazó tajantemente una evaluación preliminar de inteligencia que minimizaba el impacto de los ataques estadounidenses contra instalaciones nucleares en Irán, y aseguró que la ofensiva fue “devastadora”. En medio de la cumbre anual de la OTAN en Países Bajos, el mandatario desestimó los hallazgos de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), con el argumento que carecían de un panorama completo y defendió su versión: destrucción absoluta.
Mientras tanto, desde la Casa Blanca se orquestó una defensa cerrada. Altos funcionarios como el secretario de Defensa, Pete Hegseth, y el secretario de Estado, Marco Rubio, respaldaron las afirmaciones de Trump, acusaron a los medios de comunicación y a filtraciones internas de intentar socavar la operación. Hegseth anunció que este jueves hay una conferencia para “luchar por la dignidad de nuestros grandes pilotos estadounidenses”, quienes habrían ejecutado con éxito un bombardeo quirúrgico a objetivos nucleares críticos.
El origen de la controversia reside en un reporte filtrado por la DIA que sugiere que el programa nuclear iraní fue afectado, pero sólo habría sido retrasado unos meses. Trump, por el contrario, aseguró que el impacto fue tan profundo que “no queda nada”, e incluso comparó la ofensiva con los bombardeos nucleares en Hiroshima y Nagasaki, sostuvo que “esto puso fin a la guerra” entre Israel e Irán.
- El Dato: Mientras la Casa Blanca sostiene su narrativa de una victoria total, la comunidad internacional, los medios y la propia inteligencia de EU evalúan el alcance de los daños.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y medios internacionales señalaron que grandes cantidades de uranio enriquecido podrían haber sido trasladadas antes del ataque, mientras expertos en seguridad como Jeffrey Lewis del Instituto Middlebury alertaron sobre la falta de evidencia definitiva para sostener afirmaciones tan concluyentes.
La administración Trump ha insinuado que limitará el acceso del Congreso a documentos clasificados, al considerar que la filtración de la evaluación de la DIA fue un acto deliberado para deslegitimar la intervención. A su vez, el FBI ya investiga la fuente de la fuga informativa.
Mientras que en Israel, el gobierno se alineó con el discurso de Trump. La Comisión de Energía Atómica de ese país indicó que las instalaciones de Fordow y Natanz fueron “dejadas inoperativas”, mientras que un portavoz militar aseguró que el daño fue “incluso mayor de lo esperado”. No obstante, Irán también confirmó afectaciones, aunque no precisó la magnitud exacta.
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El conflicto también se filtró en la esfera diplomática. El presidente del OIEA, Rafael Grossi, cuestionó los “relojes de arena políticos” que buscan cronometrar el tiempo de recuperación del programa iraní sin ver el panorama completo. Grossi abogó por permitir el regreso de inspectores al país, ya que Irán se prepara para debatir en su parlamento una posible salida del Tratado de No Proliferación Nuclear.
Las implicaciones políticas también resuenan en el ámbito doméstico estadounidense. Con las elecciones en el horizonte, el presidente busca consolidar una imagen de fuerza y decisión en política exterior, a pesar de que sectores de su base, incluido el movimiento “America First”, se oponen al involucramiento militar. Trump, sin embargo, insiste en que su intervención fue una “acción audaz” que eliminó la amenaza nuclear iraní y garantizó la seguridad global.
Las declaraciones de Trump se tornaron aún más categóricas, al asegurar que se reanudarán conversaciones con Irán la próxima semana, aunque también expresó desinterés por un eventual acuerdo. “No me importa si tengo un acuerdo o no”, dijo. “Ya no aguantan más. Está terminado”.