Jorge Luis Borges: el color de la fidelidad

Barrio de Palermo, Buenos Aires, Argentina, 24 de agosto de 1906, un niño observa con atracción magnética al tigre de Bengala que estaba en el zoológico cercano a su casa, la visita es el regalo de su séptimo cumpleaños, porta unas gruesas gafas, pero no pierde detalle, ese color al que Borges llamará el “oro de los tigres”, lo va a acompañar en su ceguera, pues nunca se quedó en obscuridad, se quedó viendo en amarillo, por eso le llamó el color de la fidelidad.

Aprendió a leer y escribir a los cuatro años y fue bilingüe pues su familia paterna era inglesa. Pasaba su infancia leyendo, su padre lo llevaba a la biblioteca y lo alentaba a ser independiente en la elección de sus lecturas, educado por una institutriz en casa, ingresó a la escuela a los nueve años donde sufrió maltrato de sus compañeros por sus lentes y su apariencia diferente (vestía traje y corbata), terminó sus estudios en Suiza y desde la infancia

escribía poemas.

A los 39 años tuvo un accidente que cambió su estilo de escribir, golpeó su cabeza contra el borde del marco de una ventana recién pintada, tuvo traumatismo craneal, fiebre con alucinaciones, septicemia y una operación cerebral, un mes estuvo con riesgo de muerte, al recuperarse pensó que había perdido sus habilidades mentales y su capacidad de escribir, por fortuna no sucedió, pero las alucinaciones de la fiebre le dieron la capacidad de desarrollar un estilo de prosa fantástico que debuta en su cuento “Sur”.

El diagnóstico de su enfermedad ocular fue miopía degenerativa hereditaria (corresponde al uno por ciento de las miopías y afecta todas las estructuras del ojo) en su familia venía por rama paterna, quedaron ciegos su bisabuelo, su abuela y su padre. Borges sabía que la tenía, perdió la visión a los 56 años, recién nombrado director de la biblioteca nacional rodeado de 900 mil libros impresos, escribió: “Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la maestría de Dios que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche”. La reacción emocional que tuvo ante este evento esperado fue magistral y propia de un genio, lo enfrentó gracias a tres fortalezas: la pasión por las letras que llenaba su vida, el amor que siempre lo rodeó y una memoria prodigiosa que le permitía corregir en su mente y después dictar lo que creaba.

Recibió todos los premios existentes en las letras menos el Nobel, que históricamente le pertenece.

Murió de cáncer hepático a los 87 años. Sobrevive su viuda María Kodama, sus restos están en el cementerio de Plainpalais, París, así fue su voluntad.

En sus palabras: “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”

*Médico psiquiatra y psicoterapeuta.

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