México: la reserva de mexicanos

Juzgar la realidad que vivimos en el siglo XXI con una mirada del siglo XIX sería un error. Cada circunstancia es distinta y requiere, por lo mismo, de distintas estrategias.

Sin embargo, el estudio del pasado nos permite comprender mejor nuestro presente. Recordemos nuestra historia.

Estados Unidos invadió México en 1847. La bandera de las barras y las estrellas ondeó orgullosa en la Plaza Mayor de la capital. En el Capitolio de Washington se discutió qué hacer con el país sometido. Algunos sostenían que Estados Unidos debía quedarse con todo México, que era el botín que se había ganado en una guerra que había durado dos años y había costado la vida de 20,000 de sus soldados. Otros argumentaban que era preferible anexar sólo una parte del país, la más deshabitada. El problema de quedarse con todo México, se decía, era que eso incluía a los mexicanos, seres inferiores, irredimibles. Esta segunda opción fue la que al final imperó. Los estadounidenses sólo se apoderaron de la mitad del territorio mexicano. El Río Grande, como se le llama al Río Bravo del otro lado, se convirtió en la frontera entre ambos países.

Los ríos siempre han sido fronteras naturales. En 1830 el gobierno de Estados Unidos ordenó a los pueblos indios que habitaban en el sureste del país que dejaran sus territorios ancestrales para reubicarse al oeste del río Mississippi.

Miles de familias tuvieron que emigrar de manera forzada a zonas lejanas que no conocían. Muchos murieron en ese éxodo. A cambio se les dieron tierras que se convirtieron en reservas indias. En la actualidad hay 326 reservas en el territorio estadounidense en las que habitan 567 tribus. De los alrededor de 2.5 millones de habitantes originarios de Estados Unidos, aproximadamente 1 millón vive en esos territorios semiautónomos.

Los estadounidenses del siglo XIX pensaban que ellos eran los legítimos dueños de las tierras que arrebataron a los indios. Creían que Dios les había entregado ese país para que por medio del trabajo, la virtud y la fe pudieran construir la nación más poderosa del mundo.

La analogía con el caso de México resulta inevitable. Para algunos estadounidenses México es la reserva de los mexicanos. Ahí es donde deben permanecer, al sur del Río Bravo. Para que no crucen la frontera hay que levantar muros y para que no vivan donde no les corresponde hay que deportarlos de manera masiva. La excusa es la de siempre: son un peligro.

Pero la realidad es otra. Sencillamente no quieren que haya demasiados mexicanos en su nación bendecida por Dios.

No todos los racistas blancos nos odian. Así como van a las reservas indias para jugar en sus casinos, vienen de visita a México para asolearse en sus playas, beber tequila y escuchar música de mariachis. Los mexicanos en México, dirían, son tipos simpáticos.

guillermo.hurtado@3.80.3.65

Twitter: @Hurtado2710

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Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón